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CRÍTICAS - CINE

Crítica: 120 Pulsaciones por Minuto (120 battements par minute), por Damián Hoffman

(Francia, 2017)

Dirección: Robin Campillo. Guión: Robin Campillo, Philippe Mangeot. Elenco: Nahuel Pérez Biscayart,  Adèle Haenel,  Yves Heck,  Arnaud Valois, Emmanuel Ménard,  Antoine Reinartz,  François Rabette. Producción: Hugues Charbonneau, Marie-Ange Luciani. Distribuidora: CDI Films. Duración: 143 minutos.

A más de 25 años del estreno de Filadelfia (Philadelphia, 1993), una película que habló sobre la epidemia del SIDA cuando en la sociedad todavía se refería al tema en voz baja, Francia se anima a volver a la misma época para contar otra historia sobre la enfermedad, pero haciendo foco en el activismo.

El guión de 120 pulsaciones por minuto (120 battements par minute, 2017) está centrado en comienzos de los ‘90 y relata el día a día de una organización llamada ACT UP. Los militantes, abiertamente gays y la gran mayoría infectados, organizan escraches a funcionarios y laboratorios por la poca asistencia a las personas que viven con el virus y por la falta de distribución de las pastillas necesarias para sobrevivir.

Robin Campillo, que formó parte de la agrupación en la vida real, logró un gran homenaje al poder del activismo como gran transformador de realidades. No cae en el cliché de mostrar a los protagonistas como víctimas, sino como luchadores ante una situación desesperante. El relato entra y sale de la vida pública y privada todo el tiempo, mostrando la fortaleza de las convicciones y los objetivos, pero también el deterioro que provoca la enfermedad en los cuerpos.

Si bien el producto final es contundente, tiene problemas para pasar del ámbito público al privado. Es decir, contar con la misma altura la lucha social y la intimidad de los protagonistas. Sobre todo en el desenlace, cuando parece que la película va agonizando al igual que uno de los protagonistas.

Es un gran atractivo para la cartelera porteña que la película esté protagonizada por un argentino:  Nahuel Pérez Biscayart, parte de la generación de actores de cine independiente, que acá se luce con un francés impecable.

Hay que advertirlo: es una película fuerte. Cruda como el mismo VIH, en los años más difíciles para la epidemia. No da vueltas para mostrar los síntomas del sida ni para develar el rechazo social que sigue vigente, al igual que la lucha por descubrir la cura.​

calificacion_4

 

 

© Damián Hoffman | @DamianHoffman

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Nota original, en nuestra cobertura del 70º Festival de Cannes.

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