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CRÍTICAS - CINE

Crítica: Madame, por Eduardo Elechiguerra

(Francia, 2017)

Dirección: Amanda Sthers. Guión: Amanda Sthers y Matthew Robins. Elenco: Rossy de Palma, Toni Collette, Harvey Keitel, Tom Hughes. Producción: CyrilColbeau-Justin y Alain Pancrazi. Distribuidora: Energía entusiasta. Duración: 91 minutos.

Madame (2017) plantea un contraste: cómo enfrenta la edad y el amor una mujer de alta sociedad y cómo lo hace una más humilde. Sin evitar trampas de la villanía dignas de una telenovela mexicana, queda abierta la pregunta de si el humor no es la mejor alternativa para atender estas cuestiones.

De manera apresurada, y con el fin de evitar la mala suerte, Anne (Toni Collette) decide incluir a María (Rossy de Palma) en una cena especial, lo cual le traerá inconvenientes con algunos de los invitados. A la par, su esposo Bob (Harvey Keitel) lucha con los problemas económicos de la familia vendiendo una pintura renacentista de autenticidad dudosa.

La gran fortaleza de Madame es confiar en Rossy de Palma para buena parte del humor. Su sola presencia en la cena hace muy entretenida la interacción entre todos los participantes. Más que ponernos nerviosos, nos reímos con sus ocurrencias -el extenso chiste sobre los órganos sexuales femeninos y masculinos, por ejemplo. Si bien su acento español, su fisonomía y sus ojos grandes hacen de ella una mujer excéntrica, la actriz sabe brindarle humildad, picardía y franqueza a un personaje que, por lo demás, no reviste mayor atractivo. Su silencio final frente a Anne implica que su importancia como mujer queda muy por debajo del rol de la dueña de casa.

Al intentar retratar una lucha de intereses amorosos entre las mujeres de la historia, la película flaquea. El personaje de Toni Collette se termina convirtiendo en una de esas villanas acartonadas que humilla a la servidumbre. Mientras, intenta convencerse de que ella es mucho más hermosa que quien se encarga del mantenimiento de la casa. Esto obliga a Toni a dar una actuación limitada por la mezquindad y la hipocresía. Resulta fascinante la elección de dos actrices con fisonomías tan poco comunes para encarar los parámetros de belleza cuando la edad avanza en la clase alta, pero el guión no ofrece más que elementos convencionales para resolver la situación.

Como prueba de esta pobreza tenemos a Steven (Tom Hughes), el hijo de Bob, presentado como un escritor atrasado en sus entregas que aprovecha las circunstancias de la cena como fuente creativa. Es un personaje secundario, pero en él se notan los lugares comunes del hijo vago y taimado, e incluso del escritor que pareciera estar inventando de a ratos la historia que vemos, o al menos impulsándola.

En medio de todo esto hay un plano fundamental que casi se pierde en los conflictos de la trama. Una mañana, Anne está sentada en la mesada de la cocina, esperando que María baje de su habitación. En la pared hay una gran ventana que empequeñece la presencia de Anne. Esta sencilla imagen resume lo que pudo haber sido la película: un estudio de cómo las nimiedades entrampan a la dueña de la casa en sus caprichos, mientras que la mujer encargada de la limpieza disfruta alegremente de un amorío. En cambio, el film se limita a ilustrar una lucha de intereses: por liberarse unos, por seguir engañándose otros.

Madame forma parte del Festival de Cine Francés que se está proyectando en las salas Cinemark desde el 5 de abril y hasta este miércoles 11. Posteriormente será estrenada en más salas del país.

 

 

© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2018 | @EElechiguerra

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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