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CRÍTICAS - CINE

Crítica: Mazinger Z Infinity, por Paola Menéndez

(Japón, 2017)

Dirección: Junji Shimizu. Guión: Takahiro Ozawa. Elenco: Shôtarô Morikubo, Ai Kayano, Sumire Uesaka, Toshihiko Seki, Ami Koshimizu, Junpei Morita, Unshô Ishizuka, Keiji Fujiwara, Hiroyuki Miyasako, Romi Pak. Producción: Gô Nagai. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 95 minutos.

Sigue siendo el Rey

Al gigante Fabio Manes

La historia

Inspirada principalmente en la serie Mazinger Z del amado GoNagai, llega este sentido homenaje para conmemorar los 45 años del manga que marcó el género y permitió que la animación japonesa fuera conocida por millones de personas en todo el mundo.

La historia de Mazinger Z es bastante sencilla en términos argumentales. En una isla griega, un equipo de investigación liderado por los científicos Dr. Hell (alemán) y Dr. Jūzō Kabuto (japonés) realiza tareas arqueológicas y descubre los restos de una antigua civilización denominada Mikene. En esta, encuentran una antigua técnica de construcción de seres antropomórficos para defenderse de los invasores. El Dr. Hell decide usar la tecnología para crear monstruos gigantes y conquistar el mundo, por lo que elimina al resto del equipo con una bomba. El doctor Kabuto logra escapar, sobrevive y, con ayuda de la “súper aleación Z”, construye su propio automáta, creado a partir del “Japanium”, elemento hallado en el Monte Fuji. Este es el nacimiento de Mazinger Z.

Mazinger Z Infinity nos traslada diez años después de la última batalla entre el gran piloto Koji Kabuto y el Dr. Hell, y al hacerlo pone de relieve un descubrimiento problemático.

Son solo 109 kikaijus o más que ver

Como señalamos anteriormente, el descubrimiento de la pretérita civilización Mikene permite al Dr. Hell descubrir a los kikaijus (1) con los que intenta conquistar el mundo. Resulta, justamente, uno de los grandísimos aciertos de la película, el de priorizar las escenas de acción que enfrentan a nuestro gran héroe metálico con los monstruos mecánicos. Tales criaturas, al igual que Mazinger Z, están construidas a partir del 3D. Sin embargo, hay un trabajo puesto en la técnica para dar lugar a una onda retro acorde con la serie original. Por lo tanto, es a través de los extraordinarios combates donde se genera una de las emociones más fuertes que la película depara al espectador. Los monstruos no defraudan; tampoco lo hace la incorporación de la Santa Trinidad del Mal: el ya mencionado Dr. Hell, el reconocido Baron Ashler o Ashura y el implacable conde Broken (conocido también como “Conde Decapitado”). Estos dos últimos aparecen perfectamente retratados en su personalidad y apariencia, disponiendo de grandes momentos de lucimiento.

Dr. Hell se vuelve tan central como el Mazinger Infinity porque, de alguna manera, es quien deja traslucir la premisa principal de la película. El Mazinger Infinity es ante todo un dispositivo que sirve para exhibir hasta qué punto el Bien y el Mal protagonizan una pelea constante dentro de cada individuo. Esto permite salirse del pensamiento que, anclado en una concepción maniqueísta, supone fuerzas opuestas definidas per se. El film rescata la necesidad de titubeo y la falibilidad de nuestras decisiones. En consecuencia, el argumento planteado a partir del hallazgo del “dios demoníaco” no importa en cuanto precisión ya que la historia es de por sí bastante floja, regada de agujeros de sentido. Ese es quizá uno de los puntos más criticables. No obstante, resulta atendible destacar que el sustrato narrativo de Mazinger Z (salvo contadas excepciones) nunca revistió mayor complejidad. Más allá de sus debilidades, la película detenta un valor simbólico: el hallazgo del artefacto reproduce y a la vez exterioriza el hallazgo ontológico del héroe.

Mazinger Z inauguró la serie de mechas denominada Super Robot, donde la importancia se centra en el robot y relega al resto de los personajes. Aun así, Koji Kabuto es una de las criaturas más recordadas de la historia del animé. De alguna manera, encarnaba en los años 70 una oposición a lo que se consideraba un héroe: Kabuto sería el primero de una larga tradición de rebeldes. En la serie se nos presentaba inicialmente como un joven desconfiado, impulsivo, soberbio y machista, a la vez que cariñoso, protector, valiente y generoso. Estas manifestaciones componían las características fijas del personaje. Y si bien su carácter fue atemperándose (como se insinúa en Gran Mazinger y Grendizer), nunca logro templarse del todo. En Mazinger Z Infinity lo vemos de adulto, devenido en científico reconocido y más taciturno de lo que estamos acostumbrados. El choque resultará más fuerte si solo se tiene en mente la serie Mazinger Z y no se contemplan las continuaciones de las que Koji formó parte. El film intenta mostrarnos entonces un héroe ya maduro, pero lo hace mediante lugares demasiado remanidos. Allí observamos incuestionablemente su punto más criticable. En su afán por cumplir las expectativas del público (el famoso fan service) en no más de dos horas, casan a Koji y hasta nos presentan a su hija. ¿Es esto realmente necesario?

El hallazgo del Infinity permite simbólicamente a Kabuto verse cara a cara con la trascendencia, preguntarse por el futuro y buscando un insight que resignifique su vida. Sin embargo, el súbito cambio de perspectiva resulta chocante. Tampoco se entiende por qué decide emprender esa especie de adecentamiento al que se auto-condena, casándose y formando una familia: ¿La última gran pelea piloteando a Mazinger equivaldría a su despedida de soltero? ¿Por qué sería esa la vía adecuada para el surgimiento del héroe maduro? Por otro lado, Tetsuya Tsurugi, hermano adoptivo de Koji, representaría ese lugar ya dado en esencia. En esta instancia, la aparición de la hija que le exige como mandato el casamiento con Sayaka se vuelve una pésima decisión argumental para quienes reconocemos en Koji un héroe tan flemático. El pedido de casamiento como gag es lo único que salva el final de una solemnidad impensada para Mazinger.

Más que el casamiento, hubiera sido una buena decisión explicar el devenir de Koji como eminente científico. La serie enfatizaba la fuerza de voluntad del personaje más que su intelecto. El paso de hombre de acción a hombre contemplativo habría permitido tal vez explorar una faceta más interesante.

En ese sentido, la película falla en su intento de dar continuidad a los míticos personajes de Gō Nagai. Sin embargo, allí donde lo nuevo falla, lo viejo se rememora con una vívida y cálida oleada de emoción infantil. Y se vuelve cada vez más maravillosa a nuestros oídos aquella música que Koji ejecuta al gritar: ¡Rayos Fotónicos!

 

 

© Paola Menéndez, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

1 Palabra formada por los términos japoneses Kikai-tekki (que funciona de manera autónoma/mecánico) y kaiju (bestia enorme/monstruo)

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