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CRÍTICAS - CINE

Summer of 84

(Canada, Estados Unidos, 2018)

Dirección: François Simard, Anouk Whissell, Yoann-Karl Whissell. Guion: Matt Leslie, Stephen J. Smith. Elenco: Graham Verchere, Judah Lewis, Caleb Emery, Cory Gruter-Andrew. Producción: Matt Leslie, Jameson Parker, Van Toffler, Shawn Williamson, Cody Zwieg. Duración: 105 minutos.

Pasado por agua

Es difícil escribir sobre Summer of 84 sin decir algo que se haya dicho miles de veces, no necesariamente sobre esta película en particular sino sobre cualquier caso similar. Es que la nostalgia es una de las más banales de las emociones y el universo sobre el que trabaja es especialmente limitado. Por supuesto que hay trampa, porque la nostalgia opera principalmente sobre el narcisismo, entonces el mundo de referencias de, por ejemplo, Stranger Things (sí, sí, Summer of 84 es muy parecida, sobre todo en su superficialidad), explota símbolos que el consumidor considera propios, pero en verdad son de cualquiera. Sentimos que estos productos nos hablan a nosotros, pero lo que nos habla es un bot. Y en estos casos, esas referencias siempre están dirigidas a generar admiración y guiños, nunca a dialogar o a abrirse a una reflexión. ¡Es como en Los Cazafantasmas! ¡Sí! Y listo, pasamos a la caza del siguiente homenaje. Así es imposible establecer un vínculo interesante con una obra.

En apenas segundos de Summer of 84 entendemos por la (muy buena, por cierto) banda sonora de Le Matos, por la bici, por los vecinos en los porches, por las zapatillas y las remeras encendidas de colores primarios, que estamos en la década del 80, pero para lo que les ocurre a los personajes da lo mismo si la trama tiene lugar en los 90 o en los 70. Los chicos que investigan al vecino policía por la desaparición de varios jóvenes en el vecindario se comunican día y noche por walkie talkies, obvio. Obvio porque es otra referencia fácil de la época, porque los que no llegaron a vivirlo lo vieron en Los Goonies ó en Super 8 o en Stranger Things, dependiendo de su edad. Sin embargo, si algo caracteriza a esta época en la que vivimos es la comunicación sin pausa. Con o sin walkie talkies, eso podría suceder hoy en día. En una muy buena película de época (y de la época a la que refiere Summer of 84) el protagonista enamorado tenía que esperar hasta el día siguiente por una respuesta de su chica, tenía que ir a buscarla al trabajo, tenía que correr por ella. En Adventureland, Greg Mottola entendía que la tecnología (o la falta de ella) de una década podía influir directamente en las emociones y en la educación sentimental de los personajes, que los vínculos de entonces podían ser muy distintos de los que tenemos hoy o hace cien años atrás. Por supuesto que para lograr eso hay que indagar en la historia que se quiere contar, buscar en las particularidades de los personajes, crear un relato dispuesto a abrirse y a encontrarse con distintas lecturas. Summer of 84, por su parte, se encierra en su propio mundo de referencias, y -salvo por un giro de guion al final, en el que parece homenajear al slasher desde una mirada más entendida y perturbadora (la idea Carpenteriana del mal que siempre vuelve porque en realidad nunca se va)- se conforma con lucir bonita para su propia fiesta de disfraces.

François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, el trío que dirigió está película, entusiasmaba por Turbo Kid (2015). Si bien el universo de guiños de esta película no era menos onanista, el desborde, la gracia y la falta de límites lograban una frescura exagerada que valía por sí sola. Parecía que los chicos realmente se estaban divirtiendo. Es entendible, entonces, la nostalgia de Summer of 84 por viajar a un pasado que, en este caso, fue sin dudas mejor.

 

 

© Daniel Alaniz, 2018 | @avientapelucas

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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