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CRÍTICAS - CINE

Deadpool

(Estados Unidos/ Canadá, 2016)

Dirección: Tim Miller. Guión: Rhett Reese y Paul Wernick. Elenco: Ryan Reynolds, Gina Carano, Morena Baccarin, Ed Skrein, T.J. Miller, Stefan Kapicic, Brianna Hildebrand, Taylor Hickson, Jed Rees. Producción: Ryan Reynolds, Lauren Shuler Donner y Simon Kinberg. Distribuidora: Fox. Duración: 106 minutos.

En este apogeo de los superhéroes en el cine, surgieron personajes con más de “super” que de “héroes”. Individuos políticamente incorrectos, que de todas maneras -o por ese motivo- ganan amplia aceptación por parte de los fanáticos. Los torturados protagonistas de Watchmen, el torpe Kick-Ass y los astros de Guardianes de la Galaxia son los ejemplos más reconocidos. Pero ninguno llegó a los extremos de Deadpool, figura principal del comic Marveliano homónimo, y que también ahora se luce en su propia película.

Desde los títulos de créditos (donde, por ejemplo, dice que fue “Dirigida por un empleado con sueldo abultado”), se establece el tono de lo que veremos: un gigantesco chiste autoconsciente, de estupenda ejecución, aunque sin jamás renunciar a su condición original de relato de justiciero enmascarado. Wade Wilson (Ryan Reynolds), extrovertido ex militar devenido en algo así como soldado de fortuna urbano, es diagnostica con cáncer. Una enfermedad que, además de matarlo, lo alejará de Vanessa (Morena Baccarin), su gran amor y razón de vivir. La desesperación lo obliga a aceptar la extraña propuesta por parte de una organización secreta: someterse a un experimento que lo curará, además de proporcionarle otras habilidades especiales. Los métodos de la organización, con Francis (Ed Skrein) a la cabeza, resultan devastadores, y terminan dando por muerto a Wade. Pero la mutación da resultado y Wade, deformado, incapaz de volver con Vanessa, pero con su sentido del humor intacto, se calza un traje rojo, adopta el apodo imaginable y sale a darle una cucharada de su propia medicina (bah, unos cuantos disparos o ataques con katanas) a los que le hicieron pasar malos momentos.

Desde el primer momento, Ryan Reynolds es el foco de atención. Sus anteriores incursiones en adaptaciones comiqueras constituyen más bien un prontuario: Blade: Trínity, X-Men Orígenes: Wolverine (donde interpretó a Deadpool por primera vez, aunque de modo más pasteurizado) y, sobre todo, Linterna Verde. Pero por fin tuvo su revancha, bien lejos de cualquier atisbo de solemnidad, abrazando un desparpajo que el personaje ya traía de las viñetas. ¿En qué otra película de este estilo vimos al superhéroe siendo sodomizado por su pareja en una escena romántica? ¿O rompiendo la cuarta pared a cada rato, logrando que el espectador se convierta en socio de sus andanzas? El disfrute de Reynolds y la facilidad para reírse a carcajadas de sí mismo y de sus fallidos intentos como enmascarado, es el logro definitivo de la película. Una película de por sí entretenida, con saltos temporales y peleas en las que el director Tim Miller consigue un equilibrio entre la acción y el humor más desquiciado y escatológico.

Las cantidades industriales de guiños y homenajes forman parte de esta premisa de burlarse de todos y de todo, y no teme meterse con el mismísimo universo de los X-Men, ya sea dentro de la historia (incluso aparecen dos mutantes para darle una mano a Mr. Pool) o como si lo viera por fuera: cuando Coloso dice que lo llevará con el Profesor X, Wade responde: “¿Stewart o McAvoy?”.

¿Una de superhéroes en clave de comedia? ¿Una comedia con superhéroes? La cuestión es que Deadpool se ríe este subgénero, se ríe de Hollywood, se ríe de los convencionalismos (hasta de la propia historia de amor), siempre con la espectacularidad característica de estos tanques… y con escena postcrédito esperable de un experto en diversión como el Pozo de la Muerte.

calificacion_4

 

 

Por Matías Orta

[email protected]

 

Antihéroe, pero autoconsciente.

Inmersos profundamente en la fiebre superheróica de esta segunda década del nuevo milenio, la pantalla grande le abre camino a un joven personaje del mundo de lo cómics -en comparación con titanes como el murciélago de Ciudad Gótica o el hombre de acero de Metrópolis-, pero con un importante numero de fans detrás, en especial si uno suele concurrir a convenciones del género y demás exposiciones. El sujeto enmascarado de traje rojo y negro, con una pistola en cada mano, es de los preferidos en la extensa fauna de fanboys.

Bajo este contexto llega Deadpool (2016), debut cinematográfico oficial del antihéroe de la factoría Marvel. Sí, decimos debut “oficial” porque todos decidieron olvidar su falso arranque en X-Men Orígenes: Wolverine. El film narra la historia de Wade Wilson (Ryan Reynolds) un ex soldado del ejército de los Estados Unidos devenido en mercenario, quien al enterarse que padece un cáncer terminal se ofrece para un tratamiento experimental, el cual lo vuelve un ser invulnerable y con la capacidad de regenerar sus heridas, un par de escalones por debajo de la inmortalidad. El propio Deadpool se pondrá a la caza de la misma gente que le dió fortuitamente sus poderes, quienes lo desfiguraron horriblemente durante el proceso.

La estructura narrativa presenta el formato clásico de todas las historias de origenes del superhéroe promedio. Pero todo se ve alterado por esa fuerza centrífuga que es el personaje central, por su espíritu particular. Es así como la trama central se ve interrumpida constantemente por flashbacks, que componen elaboradas y largas escenas en pos de elaborar la historia de fondo del personaje. Todo esto con el acompañamiento de un Deadpool que rompe constantemente la cuarta pared, tiene características de ser omnisciente y moja constantemente la oreja de otros superhéroes favoritos, incluidos los de la propia casa Marvel.

Quien no comulgue demasiado con el estilo podrá sentir que las referencias constantes al mundo de los superhéroes, la industria del entretenimiento y la cultura pop de los últimos 30 años se tornan un poco agobiantes; pero por otro lado se trata también de una de las mayores fortalezas del film: su incansable ritmo e impetu. A una broma sobre Wolverine lo sigue una broma sobre el fallido Linterna Verde del mismo Reynolds, a una secuencia de tiros y persecusión le sigue una de igual vértigo, y así durante las casi dos horas de duración. No hay un momento aburrido.

Deadpool es tan fiel al material original como podríamos esperar, con mucha violencia, mucha sangre y tantas palabrotas como es cinematográficamente posible. El film del debutante Tim Miller se aleja de otros productos ATP sin sangre ni violencia extrema de Marvel como la saga de Los Vengadores (The Avengers, 2012) y se apoya en ese humor descontracturado ya presentado en Guardianes de la Galaxia (Guardians Of The Galaxy, 2014), pero con esa picantez característica del personaje principal y un nivel de autorreferencia posible gracias a todo el corpus de películas de superhéroes que han llegado a nosotros en los últimos años, sin ellas Deadpool jamás lograría ser una película tan filosa.

Un mix muy eficiente de acción, comedia, algo de romance y mucho humor políticamente incorrecto y anti-heroico que la convierte en una de las películas de justicieros enmascarados más disfrutable de los últimos tiempos.

calificacion_4

 

 

Por Alejandro Turdó

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