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CRÍTICAS - CINE

Kékszakállú

(Argentina, 2016)

Guión y dirección: Gastón Solnicki. Elenco: Laila Maltz, Katia Szechtman, Lara Tarlowski, Natali Maltz, Maria Soldi, Pedro Trocca, Denise Groesman. Producción: Iván Eibuszyc, Gastón Solnicki. Distribuidora: Independiente. Duración: 72 minutos.

El vacío intrascendente

El nuevo opus de Gastón Solnicki se llama Kékszakállú (2016) y es un film basado libremente en la ópera El Castillo de Barbazul, obra de principios del siglo XX del compositor húngaro Béla Bartók. Tan libremente como es humanamente posible.

Sin un argumento fuertemente construído, los 72 minutos de duración del film exponen en forma desarticulada las vivencias de un diverso grupo de jovencitas de clase media-alta que experimentan –entre otras cuestiones- su ingreso en la adultez, la dinámica dentro del grupo familiar, las relaciones de pareja y otras cuestiones que se perciben definitorias en una edad tan especial.

Cuando hacemos hincapié en la falta de cuerpo del argumento, lo hacemos considerando que no hay ningún conflicto marcado u objetivo tras el cual puodría estar alguno de los personajes. Las acciones -por llamarlas de algún modo- transcurren en Buenos Aires y Punta del este sin ninguna progresión aparente, con personajes cuya produndidad no es explorada ni explotada, salvo por algún que otro díalogo o situación que ayuda a darles un poco de forma.

La cotidianeidad superflua e intrascendente llevada a la pantalla nos expone a momentos banales, los cuales exigen que interpretemos la obra de una forma completamente diferente a como nos pararíamos frente a una narración clásica o una producción de género.

Con una estética y una impronta narrativa que por momentos remiten a los primeros largometrajes de Lucrecia Martel, llenos de silencios, con secuencias sumamente estáticas que transmiten un clima antes que una historia, Kékszakállú se presenta como una búsqueda antes que una obra concreta, con todas las consecuencias que esto puede traer poniéndose en el lugar del espectador. El viaje se impone por sobre el destino dentro de un relato bucólico y con mucho tinte “festivalero”.

Solnicki repite ese espíritu del devenir familiar, como lo hiciese anteriormente con la cuasi-autobiográfica Papirosen (2011), pero en esta ocasión con menos efectividad.

calificacion_2

 

 

Alejandro Turdó | @AleTurdo

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