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CRÍTICAS - CINE

Kong: La Isla Calavera, según Alejandro Turdó

Apocalipsis Kong

En 1933 dos señores llamados Merian Cooper y Ernest Shoedsack sorprendieron a los espectadores del naciente cine de entretenimiento con King Kong (1933), la fantástica aventura de un simio gigante sustraído de su habitat natural y llevado a Nueva York, donde por supuesto desataría todo el caos imaginable para terminar subido al Empire State, con una damicela en apuros literalmente en la palma de su mano, y peleando contra unas avionetas, en una secuencia llena de amor por esa ténica mágica y maravillosa mejor conocida como stop-motion.

El cine, a través de los años, nos regaló variadas re-interpretaciones del gorila gigante. La más reciente, de Peter Jackson (King Kong, 2005) adaptando fielmente el material original y de forma bastante aburrida durante interminables 187 minutos. Siendo contemporáneos de una industria que vive de las remakes, precuelas, secuelas y demás continuaciones de historias previamente exitosas, nos llega Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island, 2017), obra de un cuasi debutante Jordan Vogt-Roberts.

En esta ocasión todo transcurre en 1973, plena post-guerra de Vietnam. Un científico del gobierno estadounidense bastante peculiar (John Goodman) logra conformar un equipo de investigación para aventurarse en la Isla Calavera, un lugar perdido en el globo terráqueo, con el cual está misteriosamente obsesionado. Grande es la sorpresa al arrivar y darse cuenta que un gorila gigante es el rey de la isla, y aún más sorprendente será descubrir que no es el único monstruo del que preocuparse durante la travesía.

El elenco variopinto está compuesto por el Teniente Packard (Samuel L. Jackson), un militar que aún no termina de digerir la derrota en Vietnam; James Conrad (Tom Hiddleston), el guía aventurero encargado de la expedición; Mason Weaver (Brie Larson), la fotógrafa aspirante al Pullitzer encargada de retratar la misión, y el comic relief, Hank Marlow (John C. Reilly), náufrago sobreviviente de la isla. Por supuesto los acompañan un grupo de solados y científicos poco distinguibles, cuya única función sera ir pereciendo conforme avanza la trama…

A diferencia de previas adaptaciones, Kong: La Isla Calavera no desperdicia un segundo en meternos en clima ni ocultarnos al monstruo titular. Un film de aventuras de la A a la Z, con la impronta de Indiana Jones y ese aire a compañía militar en clave Alien: El Regreso (Aliens, 1986) y Depredador (Predator, 1987), combinado con la bio-fantasía de Jurassic Park (1993). Por encima de estas referencias inmediatas que construyen el universo ficcional, hay también múltiples guiños a Apocalypse Now (1979) en lo referente a encarar una misión en un dominio desconocido, con amenazas tanto externas como internas que desafían la cordura y la resilencia de los involucrados. La banda sonora que ataca con feracidad -especialmente durante la primera mitad del film- no hace más que remarcar el espíritu bélico setentoso, haciendo sonar glorias de la era del vinilo como Creedence, Black Sabbath y The Stoogies, entre otros.

Hay un equilibro muy logrado entre escenografia natural -gran parte del film fue rodado en Hawaii- y efectos computarizados más algo de pantalla verde. La gente de Industrial Light and Magic (ILM) estuvo detrás del diseño de Kong, que en esta ocasión se alejan del animalismo del gorila de Peter Jackson y se acerca a la versión de 1933, con una composición más antropomorfa y fantasiosa, y la fuerza, astucia y agilidad características de los kaiju orientales.

En concordancia con el Monsterverse iniciado por la Godzilla de Gareth Edwards en 2014, Kong: La Isla Calavera incorpora también una sublectura pro-ambientalista, en la cual Kong es visto como un protector de la naturaleza antes que un monstruo devastador. Un giro más cercano a nuestros tiempos.

Algunos podrán criticar el desarrollo casi nulo de los personajes, unidimensionales más allá de sus rasgos característicos y prácticamente sin un arco elaborado a través del relato. Falencia que no es crítica en un film cuyo objetivo primordial es claro: entretenernos durante 118 minutos con un gorila gigante y un grupo de aventureros. Al pan, pan, y al gorila, gorila.

Definitivamente no será una película que rompa el paradigma del séptimo arte, pero Kong: La Isla Calavera sabe a lo que juega, convirtiéndose en un interesante exponente del cine contemporáneo de aventuras… ah, y quédense porque hay escena post-créditos.

calificacion_4

 

 

Alejandro Turdó | @AleTurdo

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