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CRÍTICAS - CINE

La Gran Muralla, según Martín Chiavarino

La Montaña mágica

El realizador chino Yimou Zang –La Casa de las Dagas Voladoras (House of Flying Daggers, 2004)- vuelve a lucirse con su especialidad: la construcción de una historia heroica en la China imperial. En esta oportunidad, la historia transcurre alrededor de dos mercenarios europeos que atraviesan Europa para llegar a China desde Mongolia en la búsqueda de pólvora para venderla a los ejércitos feudales europeos sumidos en interminables guerras religiosas y territoriales.

Un par de mercenarios que huyen de la persecución de los aguerridos jinetes mongoles se encuentran ante una guerra entre mundos cuando unas bestias verdes parecidas a lagartos prehistóricos atacan un sector de la fortificación medieval china conocida como La Gran Muralla, que divide las ciudades del Imperio Chino de los territorios mongoles. Mientras que William (Matt Damon) es seducido por la belleza de la comandante Lin Mae (Tian Jin) y la unidad del ejército de la Orden Sin Nombre que protege la Muralla, su compañero Tovar (Pedro Pascal) mantiene las esperanzas de escapar con un cargamento de pólvora gracias a la ayuda de Ballard (Williem Dafoe), otro mercenario, que espera desde hace veinticinco años la oportunidad de escapar de la Muralla con sus secretos.

Aunque sin descuidar la historia y las actuaciones, el film se centra más en la escenografía y el arte de la recreación de la era dorada de una china imperial gloriosa, en la que el honor y la pertenencia eran los estandartes, que en los aspectos argumentales y la coherencia dramática, que recaen absolutamente en la diestra dirección de Zang, que busca crear una sensación de orden en el caótico y ambicioso guión de Max Brooks, Edward Zwick y Marshall Herskovitz basado en la historia de Carlo Bernard, Doug Miro y Tony Gilroy.

La fotografía a cargo de Xiaoding Zhao (Curse of the Golden Flow, 2006) y Stuart Dryburgh (Blackhat, 2015) contrasta por primeros planos de los protagonistas con coreografías marciales recargadas de colores estridentes y yermos paisajes de gran profundidad y belleza, aportando junto al equipo de arte la esencia estética tan grandilocuente como abigarrada a la producción.

La Gran Muralla (The Great Wall, 2016) crea así una historia de acción en la China medieval mezclando el relato de caballería, la transformación del antihéroe en héroe con la romántica camaradería militar construida por la literatura del Medioevo, pero enfrentando en esta oportunidad a una manada de voraces monstruos caídos del cielo con soldados chinos y mercenarios europeos en lugar de ejércitos, en una rutina que se repite cada sesenta años.

La película ofrece, de esta manera, todo el bagaje de efectos de acción y bailes acrobáticos en medio de luchas encarnizadas que caracterizan al cine espectacular de Yimou Zang. A pesar de no ser uno de sus grandes films, como Héroe (Hero, 2002), la última producción del realizador chino combina exitosamente los elementos de la cultura occidental que propone con el virtuoso exotismo oriental para ofrecer una gran historia sobre la posibilidad de olvidar el pasado y construir un nuevo futuro a partir de la confianza, la camaradería y el amor.

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Martín Chiavarino

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