A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

La Piel de Venus (Venus in Fur)

(Francia/ Polonia, 2013)

Dirección: Roman Polanski. Guión: Roman Polanski y David Ives. Elenco: Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner. Producción: Robert Benmussa y Alain Sarde. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 96 minutos.

El martillo y el yunque.

A contrapelo del gigantismo mainstream de nuestros días y de los tics de la comarca arty/ festivalera, el último opus de Roman Polanski reincide en el esquema de Un Dios Salvaje (Carnage, 2011), orientado a lo que podríamos denominar “teatro filmado”, y logra redondear otra experiencia maravillosa, en la que la frescura se funde con un minimalismo formal concienzudo. Definitivamente el octogenario ya no desea complicarse con exteriores y presupuestos abultados, amén de que cuenta con la sabiduría suficiente para percibir que para continuar con el análisis del cúmulo de estrategias detrás de la manipulación, sin duda su gran obsesión temática, sólo hace falta reproducir el eje principal de La Muerte y la Doncella (Death and the Maiden, 1994) y sus ironías en cuanto al desarrollo de personajes.

En otro de esos típicos duelos por el control, tanto de la dinámica física como del criterio de verdad, por un lado tenemos a Thomas Novacheck (Mathieu Amalric), un director y dramaturgo que en una sala parisina lleva adelante el casting para una adaptación de Venus in Furs, la famosa novela de Leopold von Sacher-Masoch, y en la esquina opuesta está Vanda Jourdain (Emmanuelle Seigner), una ignota actriz que se presenta para audicionar momentos antes de la partida del susodicho, luego de una jornada decepcionante. La energía e insistencia de la mujer lo hará posponer la vuelta al hogar y comenzar una lectura compartida del texto, así la sorpresa será grande cuando Thomas descubra que el talento de Vanda es equiparable a sus reparos para con el trasfondo ideológico de la obra en general.

Tomando como base esa suerte de retórica de colisión entre ambos, alrededor del desfasaje que plantea el relato que inspiró el término “masoquismo”, La Piel de Venus (Venus in Fur, 2013) va invirtiendo progresivamente el rol de amo y esclavo con vistas a desencajar los casilleros sociales preestablecidos y parodiar las interpretaciones fundamentalistas del arte vía la superposición de juicios sobre el mismo corpus: mientras que él idealiza la creación de Sacher-Masoch porque la considera canónica, ella le recuerda que los placeres del sometimiento ya no son tan literales y hasta acusa de “sexista” al trabajo, opinando que el balance del poder está volcado hacia el hombre. De a poco desaparecerá el límite entre el dúo y los personajes representados, quienes hacen de la humillación y el dolor sus fetiches.

Nuevamente el realizador se luce en la dirección de actores y en el manejo de la tensión narrativa, aquí firmando el guión junto a David Ives a partir de una puesta teatral de éste último. Si bien Amalric está perfecto como un pobre diablo ofuscado e inseguro, la que se roba el show es Seigner como una Afrodita enigmática, enrevesada y capaz de actos de justicia bastante peculiares que ponen en cuestión hasta qué punto es válida esta eterna lucha -a veces negociada, a veces delirante- por imponer la voluntad propia en la pareja, sintetizada en la película mediante la metáfora del martillo y el yunque. De hecho, el círculo vicioso del amor es uno de los núcleos centrales de la trama, la que a su vez parece homologarlo a una fascinación transitoria que responde a un automatismo social de cortejo.

Por supuesto que el juego metadiscursivo que propone el convite abarca asimismo los sinsabores del proceso creativo, enfatizando especialmente la pedantería de la fauna artística y lo tortuoso que puede llegar a convertirse el trabajo en conjunto, no sólo cuando no existe una pauta unificadora sino también en el caso de que las posiciones involucradas resulten francamente irreconciliables. Todo este mejunje psicológico a punto de estallar constituye la esencia de un opus elegante y muy gracioso que desde la autocrítica desdibuja el marco de la perversión para hacerlo dialogar con las transformaciones históricas y los caprichos/ las perspectivas de cada individuo. Entre la ignorancia y la vanagloria, hoy los arquetipos de la sumisión sexual desembocan en el terreno de la mitología y el grotesco…

calificacion_5

Por Emiliano Fernández

 

La lucha de los sexos.

El último film dirigido por Roman Polanski, La Piel de Venus (Venus in Fur, 2013), es la quinta transposición de la novela La Venus de las Pieles (1870) de Leopold von Sacher-Masoch (apellido del cual deriva el término masoquismo). Esta película está basada además en el texto dramático del coguionista David Ives, en el cual se expone una visión de la novela que la resignifica por completo. La narración se inicia con un plano general que nos sitúa en un teatro algo deteriorado, abriendo sus puertas como metáfora del telón teatral. Tal vez pase desapercibido que en dichas puertas hay afiches de una obra teatral anterior sobre cowboys. Dichos afiches cobrarán relevancia más adelante ya que éstos representan en el imaginario colectivo a la masculinidad, un aspecto vinculado al tema aquí esbozado: los roles que socialmente se supone corresponden al varón y a la mujer. En este teatro se encuentra el director Thomas, haciendo audiciones algo desganado por no poder hallar a la actriz adecuada para el personaje. Justo cuando estaba por desistir aparece Vanda, una mujer excéntrica y de apariencia grotesca dispuesta a todo.

Para sorpresa de Thomas, Vanda -quien al quitarse el tapado descubre un vestuario de cuero asociable al sadomasoquismo- conoce a la perfección sus líneas, comenzando un ensayo que sin dudas será un viaje de ida para él. El momento en que ella empieza a interpretar al personaje es resaltado formalmente por Polanski con un encuadre que la enaltece como a las divas del Hollywood del período clásico. A medida que ambos encarnan los roles, éstos se van intercambiando hasta finalmente cambiar por completo. No sólo el aspecto jerárquico de director y actriz, sino también los de dominio entre hombre y mujer. Mediante dicho cambio la tensión sexual irá in crescendo al igual que la inquietud del espectador, por lo tanto, la tensión narrativa coincide con la sexual. Asimismo, la estructura del film posee tres niveles de significación que conectan las relaciones intertextuales y los diferentes lenguajes: la novela, el teatro y el cine. Al igual que su escenografía, la cual despliega también tres planos: la del teatro como universo diegético, el decorado que quedó de la obra anterior, y la utilería de la futura obra a representar, generando así una yuxtaposición de significantes muy interesante. Aquella relación de dominación y masoquismo entre los caracteres expone una lucha entre sexos en la cual la relación ama-esclavo evidencia el disfrute y la “perversión” sobre ese tipo de vínculo que sale de las normas. Esta alternancia de roles es similar a la del texto dramático de Strindberg La Señorita Julia, cercana en su año de producción a la novela.

Vanda, quien encarna metafóricamente a Venus con la sensualidad del vestuario, su belleza y su crueldad, ejercerá tal dominio que incluso logrará travestir a Thomas, quien hallará un placer fetichista al usar sus zapatos. Por ende, los límites entre personaje y “persona” se funden hasta desvanecerse por completo. La película expone varias interpretaciones posibles acerca de la novela, evidenciando que las miradas sobre una misma obra de arte son infinitas. Pero en el film la tesis social de Vanda está tan cargada de feminismo que dominará a Thomas. Las relaciones intertextuales continúan, ya que la pintura que inspiró la novela y que aquí también es citada, La Venus del Espejo de Tiziano, representa esa mirada machista que Vanda repudia: la construcción de la mujer como un ser vanidoso que se admira frente a sí misma. Con ese rechazo ella pronunciará -encarnando a la diosa mitológica- “la piel me ha hecho lo que soy”. Un aspecto del film que sin dudas es para cuestionar, es el porqué él para terminar de ser completamente subsumido debe verse como mujer. Es pertinente preguntarse si esto refuerza o revierte todo el argumento del film. Bajo la voz de sus personajes, Polanski libra al espectador otra reflexión: ¿debe o no una obra de arte poseer una tesis social y política?

calificacion_4

Por Denise Pieniazek

 

Juegos de seducción y masoquismo.

Sólo dos personajes en escena, la tensión sexual les sale por los poros en un proceso que primero se representa a través del disgusto para luego -ni lerdo ni perezoso- dar lugar a la más pura energía erótica que termina por derivar en sadomasoquismo. Dicho esto, que es muy poco para describir esta película, vemos la marca distintiva de Roman Polanski, el mítico realizador polaco que basa su cinta en la obra homónima del dramaturgo David Ives, un éxito de la temporada 2010 en Nueva York.

Luego de una cansadora jornada de audiciones en búsqueda de una actriz para protagonizar su adaptación de la novela La Venus de las Pieles de Leopold von Sacher-Masoch, el director teatral Thomas Novacheck (como siempre sobresaliente Mathieu Amalric, haga lo que haga), se topa con Vanda (Emmanuelle Seigner, esposa de Polanski). Esta mujer, grotesca pero exuberante, es todo lo contrario al perfil refinado que Novacheck busca en una actriz. Pero Vanda despliega toda su feminidad y termina sorprendiendo al artista.

Tan sólo una locación es suficiente para desarrollar esta historia de 96 minutos. El mérito de Polanski es que nunca aburre, ni siquiera con diálogos tan extensos y sin cambio de entorno. Porque la atmósfera propia es todo y la performance de Seigner deja atónito a cualquiera. El juego de seducción, el engaño, las miradas y la poca ropa. El espectador se convierte en el personaje masculino en cuestión, rodeándolo una hermosa intelectualidad. Inquietante, atractiva por demás, jugada, osada, erótica. Grandes condimentos para el cine en una sola película sin recurrir al sexo explícito. Claramente una historia dentro de otra y la perfecta y obsesiva dualidad: dos adaptaciones (una en la realidad y otra en la ficción), dos personajes (el masculino muy parecido a Polanski), la figura de una mujer en la realidad y su metamorfosis para la ficción. Como dice su nombre, aquí todo es una cuestión de piel.

¿Forma parte La Piel de Venus de aquella serie de películas clásicas del director basadas en gran medida en la claustrofobia? ¿Se cumple el canon cultural que manejamos desde antaño, basado en el precepto de que el hombre domina la relación amorosa? ¿Es ésta la mejor adaptación al cine de Polanski? Algunas preguntas al salir de la sala pero varias certezas también: ésta es la quinta adaptación de la novela de Sacher-Masoch, Seigner y Amalric estupendos luego de ser pareja ficticia en la entrañable La Escafandra y la Mariposa (Julian Schnabel, 2007), y podemos seguir.

Estamos ante un Polanski en estado puro, y aun más exacerbado, que toma la figura del “macho” y lo destroza en mil pedazos, tal como se lo escuchó decir alguna vez. El ganador del Oscar como Mejor Director por El Pianista vuelve a la carga con una cinta meticulosa y sofisticada con buenas dosis de humor. ¿Qué más se le puede pedir a este realizador que, al fin y al cabo, termina por identificarse con las fantasías ocultas de muchos?

calificacion_4

Por Ximena Brennan

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