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CRÍTICAS - CINE

Regreso con Gloria (Trumbo)

(Estados Unidos, 2015)

Dirección: Jay Roach. Guión: John McNamara. Elenco: Bryan Cranston, Helen Mirren, Diane Lane, Elle Fanning, Michael Stuhlbarg, Louis C.K., John Goodman, James DuMont, David James Elliott, Dean O’Gorman. Producción: John McNamara, Kevin Kelly Brown, Monica Levinson, Michael London, Nimitt Mankad, Shivani Rawat y Janice Williams. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 124 minutos.

El lado oscuro de Hollywood

Un año después de la muerte de Dalton Trumbo en 1976, el periodista Bruce Alexander Cook publicó su biografía del gran guionista y escritor norteamericano. Esta historia es la que fue adaptada por John McNamara, un guionista de series televisivas, para que el director de comedias pasatistas Jay Roach (Meet the Fockers, 2004) se adentrada en el drama histórico de esta genial figura del arte y la política que combatió contra las listas negras de Hollywood impulsadas por la oprobiosa organización presidida por John Wayne, “The Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals”.

La importancia de la película reviste en la recuperación de la militancia comunista de Trumbo desde la década del treinta, la cual se radicalizó a principios de los años cuarenta. Tras el comienzo de la Guerra Fría y la persecución de artistas dirigida por algunos congresistas a través de la “House Un-American Activities Committee”, Trumbo termina en la cárcel junto a otras figuras de Hollywood. Al salir enfrenta como puede la lista negra que le impide firmar sus trabajos, ofreciendo sus guiones a amigos o a la productora King Brothers Productions hasta que logra que Otto Preminger y Kirk Douglas lo incluyan en los créditos de Éxodo (Exodus, 1960) y Espartaco (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick.

La película narra el disciplinamiento de los ideales sobre los artistas y la cruzada de John Wayne y de la actriz y columnista de chimentos Hedda Hopper, interpretada magistralmente por Helen Mirren, contra cualquier cosa que reflejara los valores del comunismo. Este proceso terrible dio vuelta la moneda del sueño americano por su contracara de pesadilla de miedo y desesperación, abierta por la lista negra de los primeros diez artistas silenciados por su militancia política.

Tanto McNamara como Roach retoman el documental de Peter Askin de 2007 y no temen incluso agregar personajes ficticios a la historia de un protagonista de trato difícil e ideales enérgicos. El relato va desde el establecimiento de una estrategia para combatir la percusión hasta la aceptación de la derrota y la recuperación tras la flexibilización de la censura haciendo hincapié en la relación del guionista con sus colegas y con su familia.

Con el boicot de los estudios a la cada vez más grande lista negra de actores, guionistas, directores, etc., las alianzas de Trumbo se van disolviendo. El personaje de Arlen Hird funciona como contrapeso del ego del protagonista y como un álter ego que expresa las dudas, los temores, el compromiso y las contradicciones del gran escritor norteamericano que solo dirigió una película, Johnny Got His Gun (1971), una obra basada en la novela homónima escrita por él mismo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Las excelentes actuaciones de todo el elenco, con un Bryan Cranston genial interpretando al ampuloso Trumbo y una Diane Lane de gran carisma, son parte de lo mejor de este rompecabezas que indaga en la paranoia que asoló a Estados Unidos durante las primeras décadas de la Guerra Fría.

Trumbo se erige así como una película insoslayable para entender la historia de Hollywood, el sustrato que subyace en sus películas, la idiosincrasia norteamericana y la lucha que se libró en torno a la cultura y particularmente el cine en la segunda mitad del siglo XX.

calificacion_5

Martín Chiavarino

 

El cine hecho metáfora

De un lado, tenemos a Dalton Trumbo, un guionista de Hollywood afiliado al Partido Comunista que, tras la Segunda Guerra Mundial, debe vérselas con una actualidad donde “comunista” es mala palabra. Pronto Trumbo recibirá un guión -el de Espartaco, no menos- para editar: contará así la historia de un simple hombre que luchó contra un imperio. Del otro lado, se yerguen orgullosos de su bandera y derrochando capitalismo las autoridades de un Estado al que ahora le toca decidir qué habitantes amenazan al país. Ellos no son tan sutiles como Trumbo y su guión: sus palabras exactas incluyen, para ilustrar solo con un ejemplo, que “los comunistas han intentado ahogarnos en un río rojo, pero éramos muy pesados para hundirnos”.

Así funcionan el arte y la política. El arte, disfrazado de la humildad de la ficción pero ejerciendo un poder muy real sobre la sociedad, apuesta a la metáfora. En algún sentido, todo arte exitoso juega a disfrazarse de algo para comunicar algo más, alguna otra cosa que, en general, lo excede. La política, por otro lado, es pura verbalización. Todo está dicho tan lisa y llanamente como es posible; después de todo, hay un ciudadano mirando la tele que necesita ser convencido de los ideales que un cierto grupo de hombres les imponen. En este caso, el gobierno de los Estados Unidos deberá explicarle a su pueblo que nada en este mundo es más asqueroso que un comunista, que ese término es sinónimo de traidor a la patria y que, a pesar de que ellos vean a la Unión Soviética muy lejos en el mapa, esta es una amenaza que está más cerca de casa de lo que parece, con espías comunistas infiltrados en casi todo ambiente de la vida pública; no es casualidad que en esta época se funde la “Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Norteamericanos”.

Es en este escenario en el que se despliega Trumbo. Como su nombre lo indica, narra la historia del guionista Dalton Trumbo, y de todos aquellos -llamados los Diez de Hollywood- que fueron obligados a testificar sobre sus actividades “antiamericanas”. La película recorre las muchas etapas de su vida como guionista en una época en la que su inclinación política atravesaba su carrera toda, incluso, de a momentos, paralizándola por completo, sin dejar afuera su universo familiar.

La narrativa se centra en torno a esta figura que es, cabe destacar, de lo más interesante. De más está decir que fue uno de los guionistas mejores pagos de Hollywood, con una casa frente al lago e ideales comunistas: una situación que no viene exenta de contradicciones. Y es que el Dalton Trumbo de John McNamara es un hombre convencido de sus ideales pero, sobre todo, convencido de su derecho a tenerlos. Es este el punto más importante de su lucha: la injusticia que representa el incluso tener que llevarla a cabo. Bryan Cranston se luce en un papel que no es demasiado desafiante, pero sí muy carismático y con el que es fácil empatizar, dado que no es el ególatra que uno esperaría de un guionista de su calibre.

El título de Trumbo, sin embargo, es una suerte de engaño. Lo más importante de la película no es su personaje sino más bien el retrato impecable que logra hacer de una época. En ese sentido, es una suerte de registro histórico muy destacable, donde se abre una ventana a la idiosincrasia estadounidense y a todas las vicisitudes de una época. Volviendo al concepto original, el arte opera a través de la metáfora y es así como Trumbo debe leerse, como sinónimo de resistencia y oposición ante la censura más que como la biografía de un hombre más.

calificacion_4

Verónica Stewart

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