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¿Qué puede verse en Qubit? | Imamura

¿Qué puede verse en Qubit? | Imamura

IMAMURA

En 1999, indiscutiblemente el siglo pasado, hubo en la Sala Lugones un ciclo muy exitoso —y lujoso, casi todo en excelentes copias en fílmico— dedicado a un director japonés que había ganado en 1997 —por segunda vez— la Palma de Oro en Cannes. El director llevaba por nombre Shôhei Imamura y la película era Dr. Akagi, o Unagi, o La anguila. Esa Palma de Oro la había compartido con El sabor de la cereza de Abbas Kiarostami. En 1998 se había estrenado El sabor de la cereza en los cines argentinos con enorme éxito, tan enorme que el rendimiento por copia de la película fue incluso superior al de cada copia de Titanic de James Cameron. Imamura había ganado otra Palma de Oro en Cannes en la década de los ochenta, con La balada de Narayama en 1983. La balada de Narayama era una película sobre la muerte, o sobre las costumbres alrededor de la muerte, o sobre una despedida y un viaje. La muerte también estaba presente en otra de las grandes películas de Imamura, Lluvia negra (no confundir con la de Ridley Scott con Michael Douglas), una de las mejores películas —o sencillamente la mejor— sobre el bombardeo atómico de Hiroshima y sus consecuencias. Pero por más muerte y tragedias que haya en las películas de Imamura —filmó desde fines de los cincuenta del siglo XX hasta principios del XXI— su cine es de una energía vital arrolladora. Sus personajes, les pase lo que les pase —y les pasa mucho y muchas veces del orden de lo extraordinario o incluso del disparate— siempre están a la altura —o a la bajeza— del mundo, del país, de la región, de la ciudad, del pueblo o de la aldea en cuestión, y en la época que sea (porque Imamura podía viajar a otros siglos y hasta meter un musical deslumbrante surgido de diversos caos). Resignación, abulia, depresión, quietismo no son las claves del cine de este señor de películas volcánicas, en las que la violencia es frecuente, en la que las pulsiones suelen ser incontenibles, en las que la vitalidad y/o el humor y/o lo imprevisible y/o lo sorprendente suelen ser así como el combustible de sus películas, cargadas de energía, animales diversos y personajes en movimiento, en ocasiones frenético. Unas películas nada leves, nada lavadas, nada blandas, películas de Oriente que ganaban premios en Occidente sin necesidad de ser meros tratados sociológicos torpes y tratados con diluyente, como es el caso de algunos films recientemente multipremiados.

En QubitTV pueden ver las películas mencionadas de Imamura y algunas otras más. No se las pierdan, que el cine japonés es mucho más que Rashomon y Los siete samuráis de Kurosawa.

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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