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DOSSIER

Testamento | Sobre “La Mula” de Clint Eastwood

Amigo piedra, necesito que me ayudes con mi auto otra vez para viajar a ese lugar nuevo.

“Amigo piedra” – El mató a un policía motorizado

Earl Stone es un viejo horticultor. Tanto su pasión por las plantas (sembrarlas, clavarlas a la tierra y cuidarlas) como su nombre definen su pragmática naturaleza: Stone (piedra) es símbolo de su carácter duro, testarudo, cuyos ideales firmes persisten con el paso del tiempo y se aferran a cada arruga que de su rostro asoma. Stone es también Kowalski (Gran Torino), William Will Munny (Los imperdonables), Robert Kincaid (Los puentes de Madison), Harry Callahan (Dirty Harry), Blondie (El bueno, el malo y el feo) y un largo etcétera. Stone es también el viejo Eastwood. Stone/Eastwood dejándo(nos) un testamento eterno, sobre una vida curtida por cicatrices de western y lágrimas contenidas bajo el polvo de largos caminos. Stone es su (anti) héroe más crepuscular, acentuado por su postura encorvada, su piel baqueteada y su andar lento y cuidado. El tiempo acecha a Earl a cada paso, y es en esa construcción fisiológica (la del actor afrontando el paso del tiempo junto a sus personajes) que La mula deja una marca imborrable. Cada plano es una exploración que mapea su deteriorado cuerpo para melancolía y negación del espectador: el pathos expresado al paroxismo.

Earl jamás pudo hacer honor a su nombre en cuestiones familiares. Fue un mal esposo y peor padre aún. Su ausencia generó un furioso alejamiento por parte de sus seres queridos. Su vida era el laburo, un espacio tan sagrado y estimulante como la dedicación que Eastwood le da a cada una de sus criaturas. Es un romántico solitario, un octogenario simpático y encantador, de risa socarrona y una elocuencia casi criminal que decide en el ocaso de su existencia reivindicarse con los suyos porque para eso existen los relatos clásicos: para formar al hombre. El film es entonces la historia de cómo un viejo se convierte de la noche a la mañana en la mula que le da título a la obra y forma un vínculo con el cartel para el que trabaja, mientras intenta acercarse a su familia y evitar caer en las manos de la DEA. ¡Qué maravilloso mundo que plantea Clint, qué feliz puede ser un relato con el tono adecuado aun cuando la muerte y otros oscuros peligros acechan cada fotograma y expulsan cualquier atisbo de solemnidad!

 

El mundo es un vampiro, enviado para desangrarte.

Destructores secretos, te mantienen sujeto a las llamas.

¿Y qué recibo yo, por mi dolor?

Deseos traicionados, y un pedazo del juego.

Incluso aunque lo sé, supongo que mostraré toda mi templanza y calma, como el viejo Job.

 

“Bullet with Butterfly Wings” – The Smashing Pumpkins

 

Nadie que viva en este mundo puede escapar a la idea de hablar sobre él, por lo que La mula expresa bajo clásicas operaciones formales todo tipo de discurso sin apelar a la intertextualidad (Eastwood deja en claro y sin pelos en la lengua que La mula es la yuxtaposición de la ética, la moral en las costumbres generacionales). Su Earl es, habitualmente, un hombre políticamente incorrecto marcando a fuego y con furia una significación sobre la sensiblería a la que se expone la gente hoy en día en oposición a los rudos personajes que compuso Eastwood a lo largo de su filmografía. Él puede llamar negroes (una forma despectiva de referirse a la gente de color) a una familia afroamericana que necesita su ayuda en una carretera, pero jamás abandona su sentido de camaradería y humanismo. Puede enfiestarse con dos jóvenes veinteañeras en una escena que claramente busca el choque por la inevitable comparación de los cuerpos o pasar la noche con prostitutas pero jamás abrazar la irresponsabilidad en su día a día.

Cada secuencia parece salpicada de una sutil autoconciencia con respecto a su cine y las formas que adoptó con el trascurso de los años (el tiempo parece ser una obsesión desde los días de Million Dollar Baby), barajada por líneas de diálogo sumamente inteligentes e ideas claras que nos recuerdan que el cine es también una forma de hacer política pero sin dejar de lado jamás su extraordinario talento para contar historias. La mula dice mucho con poco y jamás se olvida de que es cine. Por el contrario, el viejo Clint siempre tiene en claro que narrar con firmeza y vocación de artesano es intrínseco a sus intereses. Jamás se ve derrotado por su discurso aunque este es parte medular de su construcción cinematográfica.

Esas cuestiones crean su avatar (Eastwood, cada vez que vuelve, lo hace reencarnando, resucitando en un cuerpo cinematográfico que se torna divino para su posteridad) más comprometido con el espectador: por primera vez ejerce su trabajo con ráfagas de encantadora irresponsabilidad (ahora sí) sin jamás abandonar su ritual manera de hacer cine o hablar de los conflictos en el mundo. Sabe que el tiempo apremia así que tira la casa por la ventana de una vez por todas. Como escupe Billy Corgan en la canción de más arriba, solo queda la templanza y calma, y si se puede en el medio un poco de sana (o no tan sana) diversión.

 

¿Alguna vez has pensado que tu alma puede ser salvada?

O quizás piensas que cuando estás muerto, simplemente te quedas en tu tumba.

“After Forever” – Black Sabbath

 

Eastwood le pone el cuerpo, que es un templo y todo lo que tiene, al espíritu de Stone; eso forma una asociación biológicamente inquebrantable: sus películas con él actuando son un registro sacro, un réquiem en movimiento que deja ver la humanidad desnuda de un hombre demasiado viejo que paradójicamente jamás morirá y que se convertirá en pura leyenda a fuerza de cinemática en eterno celuloide. Porque el tiempo puede matarnos a nosotros, seres humanos, pero jamás al cine.

 

© Daniel Nuñez, 2019 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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