La mejor película de la Competencia Internacional resultó Embers, y aquí está nuestra crítica.
Embers, de Claire Carré (Estados Unidos / Polonia, 2015 – Competencia Internacional)
Un virus que deja a las personas con amnesia anterógrada -el tipo de amnesia que sufría el protagonista de Memento (2000), de Christopher Nolan- es tanto la excusa narrativa como el corazón de la propuesta postapocalíptica de la directora-productora-editora Claire Carré. ¿Qué somos si no recordamos quiénes somos? ¿Seguimos existiendo sin memoria? Embers dispara preguntas sin explicitarlas utilizando al género como envase para canalizar las preocupaciones metafísicas (aunque también fisiológicas) de la realizadora. La realidad de la película se divide en dos mundos: por un lado el externo, el destrozado, el amnésico (filmado en geniales locaciones reales de Estados Unidos y Polonia); por otro, el interno, el protegido, el que todavía está a salvo del virus (un búnker en el que conviven padre e hija). Esta dualidad física tiene su correlación estética; las historias del mundo externo están representadas con planos subjetivos, desprolijos y dinámicos, mientras que al búnker lo visualizamos estático, aburrido, impoluto, a través de planos fijos y simétricos. Con un tono intimista, a veces monocorde, y sin los sobresaltos cliché de los futuros distópicos, Carré nos ofrece su visión tan romántica y prolija como desgarradora y sucia.
Ernesto Gerez
