A Sala Llena

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Orgullosa de mi cine

Orgullosa de mi cine

Con respecto de lo que ha sucedido con el INCAA en las últimas semanas, me gustaría que reflexionáramos juntos. 

La comunidad audiovisual Argentina se ha unido con una transversalidad pocas veces vista. Los laburantes del cine, entre los que me gusta contarme, salimos a resistir. Una serie de medidas embebidas en el elixir estridente de la denuncia se yerguen sobre nosotros amenazantes. Y un manto de sospechas espantosas nos cubrió ominosamente. Nos volvimos a la vez sospechosos y sospechadores. Estamos todos sospechados de algo y sospechamos algo de todos.

Algunas notas y afirmaciones de los últimos días parecen querer disuadirnos de los fantasmas: no hay intervención, el fondo de fomento no será tocado, la producción crecerá, habrá más transparencia, el canon permanecerá intacto. Entonces de alguna manera parecemos todos locos resistiendo algo que está en nuestra mente. Y todas las voces que se alzaron para defender, para proteger, para prevenir, para apoyar parecen ahora fuera de contexto, exageradas, pelotudas.

¿Es así?

Acaso sobre reaccionamos al hecho de que se quisiera instalar desde los medios la mentira flagrante de que el cine argentino es financiado con dinero que pertenece a los jubilados, a los médicos, a los científicos, a los investigadores. Acaso sobre reaccionamos a que renunciaron dos tipos a los que la industria y el alumnado defendieron con uñas y dientes alabando sus gestiones y sus vidas. Acaso sobre reaccionamos a tener que escuchar atrocidades tales como “hasta cuándo vamos a financiar películas que no ve nadie”. No lo sé… es cierto que todo lo que tememos aún no está sucediendo. Solo se cargaron al presidente del INCAA y al rector del ENERC. Yo no los conozco, qué sé yo si son honestos, si son transversales, si son laburantes, si han hecho cosas buenas por el cine. Lo único que yo sé con honestidad es todo lo que la gente que respeto dice de ellos. Gente valiosa, trabajadora, creativa, buena gente. Pero, con una mano en el corazón, ¿a quién le importa un rábano lo que piense Puenzo, Campanella, Luzzani? No le importa a nadie, no hay objetividad, no hay ciencia cierta. ¿A quién le importa lo que yo piense?

A quién le importa el cine más que a nosotros, esta caterva de snobs choripaneros, intelectualoides, imbéciles sectarios que somos siempre los mismos. Que hacemos que amigos de talentosos panelistas se tengan que ir del país a hacer películas porque acá no se les dio cabida y Mascherano ya no está para la selección. ¿A quién le importa si tenemos o no razón, si somos paranoicos o bobalicones?

No sé a quién le importa, yo no sé nada.

Solo sé que en los últimos días sentí miedo. Miedo de que mi peliculita, una peliculita pequeña, independiente, que yo misma financié con mi propio dinero y que se pudo estrenar gracias a un premio del INCAA al que accedí por concurso, se convirtiera en la vergüenza de mi gente. En la ignominia de mi padre, en la desgracia de mi esposo, de mi hermana, de mi madre. Que se me dijera que estoy sucia porque se estrenó en solo dos salas de la capital, que mi nombre apareciera en uno de esos tantos expedientes que tienen periodistas en sendas mesas. Sentí miedo. ¿Y si soy una ladrona y no lo sé? ¿Y si el premio que me otorgó el concurso es un derecho vanidoso que jamás merecí? ¿Y si mejor me callo, y si no escribo, y si no digo, y si no pienso, y si no creo así mi nombre no se mancha, así vuelo bajo el radar, así me siento segura, así no golpean a mi puerta?

Y si solo me acuesto en la noche a dormir mis sueños para que jamás sucedan…

No lo sé… solo quiero ser optimista y creer que todo estará bien, qué hay buenas intenciones y que todo mejorará. Pero yo soy solo una tilinga del cine.

La realidad es que los que saben opinan que para que las cosas estén bien hay que hacer que estén bien. Y a veces cuidar, monitorear, movilizar, protestar, alertar, vigilar decir “acá estamos y estamos atentos” es la forma de proteger, de perdurar. A veces se zapatea preventivamente.

Yo quiero seguir viendo cine argentino. Al que ven un millón de espectadores y al que ven quinientos. Porque no siempre la excelencia es pop. Y porque a los tesoros hay, muchas veces, que desenterrarlos.

Solo voy a decir que soy argentina y estoy orgullosa de mi cine.

Laura Dariomerlo | @lauradariomerlo

Todas las columnas de Laura.

Foto: Full Buenos Aires

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