A Sala Llena

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CRÍTICAS

Si querés que me muera regalame flores de plástico

LA FAMILIA ES UNA TRAMPA INEVITABLE

Hay que saber usar los colores. Se entiende malamente que, por ejemplo, estallar la pantalla, o el escenario, con colores variados y deslumbrantes, hace a un diseño de escenografía o a una dirección de arte algo magistral, o personal, o como símbolo de un universo particular. Nada más lejos. El uso de los colores, desde la pintura y desde el teatro en su origen clásico, tienen un sentido narrativo que le debe a la diégesis, a los personajes y su recorrido, y al conflicto, el sentido último que guarda el color.

Los colores en sí mismos traen un sentido simbólico, pero si no se los utiliza operativamente en la puesta en escena, el símbolo muere en el camino.

Diego Avalos lo sabe. Lo sabe y lo entiende a tal punto que el despliegue de colores, desde el rojo furioso que casi ataca al espectador en la primera escena de “Si querés que me muera regalame flores de plástico”, es perfecto. El rojo furioso que habita el escenario, tanto en el piso como en cada uno de los objetos que los personajes utilizan, guarda el secreto más profundo de la trama. Ese fuera de campo que se construye a lo largo y a lo ancho de la obra, en cada una de las escenas y en cada línea de diálogo, estalla al final –como corresponde en la tragedia–, para darle sentido a ese color que es pregunta desde el primer instante.

Ese rojo atrae, además, al azul agua, al gris, al negro, al blanco y al dorado. Sobre todo, al dorado. La obra entera es una invitación al espectador a recorrer, durante el relato, el color del vestuario de cada uno de los personajes. Invitación que sucede gracias a la trama que se desenvuelve al principio a cuenta gotas, para que el espectador vaya, poco a poco, completando los hechos pasados que acechan a los personajes durante ese presente que es la obra. Pero que vaya de a poco, no quiere decir ni lento ni vacío. Muy por el contrario, la tragedia se construye gracias a esos espacios silenciosos que van quedando. “Si querés que me muera regalame flores de plástico” deja que el espectador transite imaginando, suponiendo, intuyendo eso que ya ocurrió, pero que inevitablemente va a volver a suceder. Porque, como dice el maestro Faretta, el melodrama siempre es sobre el pasado, sobre algo que ya ocurrió y que se hace presente una vez más, porque los personajes no pueden escapar, aunque quieran.

Todo esto, sumado a las muy buenas actuaciones del elenco que dan vida a esos personajes locos, apasionados, regalando además momentos de comedia –que desde luego tiende a negra– para que el espectador respire de tanto en tanto; hacen que la obra actualice necesariamente una forma de relato que cada vez está más ausente entre los directores y narradores contemporáneos. Mientras que estamos sobre expuestos a tramas gritonas, que bajan línea políticamente correcta y a la orden de los temas del día, a relatos obvios que no dejan posibilidad de acción al espectador, la obra de Avalos incomoda. Deja puertas abiertas, porque cuando hay tragedia, cuando hay límite, cuando hay conflicto, la lectura no es directa. Y entonces los sentidos se multiplican. El problema de la figura del padre, la gran madre que todo lo controla, los hijos, la adultez, la locura, el sexo, la autonomía. Todo eso se pone en juego, proponiendo siempre una doble posibilidad. Así el gusto de (Edu) Ardo por el arroz con leche y de Gime por regalárselo; o las flores como símbolo de amor, pero también de muerte. Así los nombres de Franca y Gime, y de Ardo y Jeremías. Cada nombre trae consigo un sentido extra y doble al personaje y su función en la trama. 

Y, como siempre, el símbolo es abierto. Porque si queremos lo interpretamos y accedemos a ese otro lado que tiene el relato. Es a través del símbolo que podemos entender al mundo de manera verdaderamente crítica. Pero no estamos obligados. Y entonces la obra nos cuenta, siempre primero, una historia: la tragedia familiar de Franca, esa madre desbordada y controladora, y sus dos hijos Gime y Jeremías, que se desata cuando Ardo llega a sus vidas. La pasión, la locura, los celos, el amor y también la piedad aparecen para que el espectador se pregunte una y otra vez. Y salga de la sala con su alma llena de rojo. De ese rojo trágico que marca el destino familiar, y el del mundo todo.  

Teatro: El extranjero (Valentín Gómez 3378 – Capital Federal – Buenos Aires – Argentina)
Entrada: $400, 350, 300, 250,00.

Día y horario: Sábado – 22:45 hs – Hasta el 21/09/2019

Reservas: www.elextranjeroteatro.com

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Dramaturgia: Diego Ezequiel Avalos. Elenco: Juan Carlos Lo Sasso, Lili Popovich, Rodrigo Raffetto, Lala Rossi. Escenografía: Diego Ezequiel Avalos. Asistencia de dirección: Inti Zuñiga. Vestuario: María Rosa López. Iluminación: Luciana Suppi. Música: Mariana Aulicino. Dirección: Diego Ezequiel Avalos.

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