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CRÍTICAS

Yo amo a Shirley Valentine

Revolución con aroma a mar

Shirley es un ama de casa cualquiera, como podría ser alguna de nuestras madres o abuelas. Dedicada a la familia, preocupada por los quehaceres domésticos. La cumbre de su día se resume en tener la comida sobre la mesa a la hora en la que su hombre llega de trabajar. Como Vilma de Los Picapiedra, o como una precuela de Amas de casa desesperadas, Shirley vive encerrada en una pequeña burbuja doméstica que –como por arte de magia– se romperá de un día para el otro. Así, esta mujer amansada por el yugo de la rutina, pensará por primera vez “fuera de la caja” y comenzará una batalla interna para recuperar a la persona que fue alguna vez.

Esta es una comedia clásica que –a pesar de su origen inglés– pareciera estar hecha a medida para Betiana Blum. A lo largo de hora y media, la actriz despliega con oficio una multiplicidad de matices a través del relato, transportando con el peso de sus palabras a los escenarios de las remotas playas de Grecia, donde transcurre parte de la película protagonizada por Pauline Collins a fines de los 80.

La puesta retrata minuciosamente una cocina de clase media, con sus objetos de uso diario pero también con los cachivaches amados por su dueña. Las paredes se transforman astutamente en escenarios marítimos gracias a un buen uso del audiovisual ideado por Ahiu Porteau. Asimismo, el coqueto vestuario de Blum da cuenta de la preocupación por retratar las distintas vicisitudes por las que transita la protagonista, que va liberando de a poco su ser y reencontrándose a sí misma.

Shirley relata los cambios en esta revolución en su vida, osada para ella pero más que pequeña y naif a los ojos de espectadores menores de 40 años. Es que Yo amo a Shirley Valentine cuenta con un defecto que opaca un poco su pleno disfrute: las situaciones, los diálogos, las vivencias, son más apreciados sin duda por una generación mayor que por los más jóvenes. Este punto no baja su calidad, pero recorta ciertamente al tipo de espectador.

No obstante, Yo amo a Shirley Valentine es una muy buena propuesta, destinada a reencontrar en el teatro a madres e hijos. En esta oportunidad, Betiana Blum derrocha vitalidad y da sobradas pruebas de ser una buena contadora de historias, bajo la atenta supervisión de Valeria Ambrosio.

Teatro: Teatro La Comedia – Rodríguez Peña 1062

 Funciones: Sábados y domingos 20 hs

 Entrada: $400

calificacion_4

Por Pilar González | @MaPilarGonzalez

Autor: Willy Russell. Dirección: Valeria Ambrosio. Producción ejecutiva: Sebastián Bahamonde. Producción general: Nicolás Mastromarino y Gustavo Ferrari. Asistente de dirección: Leonardo Gaetani. Diseño de escenografía: Ana Repetto. Diseño Audiovisual: Ahiu Porteau. Diseño de Vestuario:Mercedes Colombo. Operador de sonido y proyecciones: Nicolás Parera. Asistente: Sabrina Cencic / Carolina Molini. Actúan: Betiana Blum. Prensa: Tiff.

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