Este maldito/bendito año humano ha resultado una sucesión de calamidades y vicisitudes cual tren sombrío, pero el arte, una vez más, ha venido a sanar y salvar nuestras vidas y no es tanto un lugar común decirlo (lo es) como una obligación superviviente reconocerlo (lo será, supongamos), por lo menos para no volvernos rematadamente chiflados de ciclotimia ni ser vampirizados
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