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CRÍTICAS - STREAMING

El invitado a la boda (The Wedding Guest)

En 25 años de carrera, el realizador británico Michael Winterbottom ha dirigido películas a cuatro manos, de los géneros más diversos: dramas de época, dramas políticos, dramas lésbicos, dramas románticos, dramas sexuales, film noirs, comedias, sátiras, policiales, films surrealistas, realistas, corales, de ciencia ficción… En (casi) todas ellas y con dos únicas excepciones (24 Hour Party People y A Cock and Bull Story) impuso la marca de un profesionalismo impersonal. The Wedding Guest es, en ese sentido, un Winterbottom auténtico. 

EL PROFESIONAL

Si algún estilo tuvo alguna vez Michael Winterbottom, éste consistió en la falta de estilo. Hablo no sólo de estilo visual sino de cierto modo de organizar la narración, algunos temas que reaparezcan de película en película, una manera de tratarlos. Hay cineastas que no tienen un estilo visual singular, pero sin embargo sus películas lo son, gracias a otros factores. Si a uno lo ponen frente a una comedia de Ernst Lubitsch, por ejemplo, difícilmente pueda diferenciarla, en términos visuales, de una de George Cukor, el Howard Hawks de La adorable revoltosa, Billy Wilder o el Frank Capra de Sucedió una noche. Sin embargo podrá advertir el llamado “toque Lubitsch”, algo casi tan indefinible como un mcguffin. Ese toque residiría en una elegante utilización de las elipsis narrativas, sumadas a una picardía intencionada y una velocidad tan propia del género como del estilo Lubitsch. Mientras que en Cukor la elegancia va a pasar más por una cierta delicadeza de la puesta en escena, un cierto “buen gusto” (quiera decir esto lo que quiera decir) y el rol preponderante de los personajes femeninos y actrices. En Hawks, por la voluntad femenina de pelearle al hombre el centro del ring y la tensión sexual entre machos y hembras. En el caso de Wilder, los diálogos epigramáticos, la insolencia, la corrosividad. ¿Y Frank Capra? No sé. No sé muy bien cuál es el estilo Capra. 

Winterbottom no tiene estilo. Ni visual, ni narrativo, ni de puesta, ni temático. El prolífico realizador británico (Blackburn, 1961) procede como si no existiera otra cosa que el grado cero de la escritura cinematográfica. El mismo estilo, ritmo, puesta de cámara y montaje para Jude (1996) o Bienvenido a Sarajevo (1997), para In This World (2002) o Código 46 (2003), para El camino a Guantánamo (2006) o A Mighty Heart (2007). Una de sus dos únicas películas distintas, valiosas, irresistibles incluso, es 24 Hour Party People (2002), donde parecería haberse inyectado una dosis triple de brit pop y haberse puesto a correr, con total despreocupación e irresponsabilidad, llevado de la mano en buena medida por Steve Coogan, en el pináculo de su muy inglés genio cómico. La otra es como su lado B, llevado a un siglo XVII absolutamente contemporáneo, otra vez a dúo con Coogan y consumando una de las raras adaptaciones literarias tan libres como el original que haya dado el cine: A Cock and Bull Story (2005), su imperdible rendición de Tristram Shandy, la pionera sátira de iniciación de Laurence Sterne.

Fueron dos raptos, dos zarpes, dos momentos de raro desmelenamiento para un realizador que parece tener el pelo siempre en su lugar. En un lugar neutro: ni muy largo ni calvo, ni desordenado ni peinado con gel, ni llovido ni mojado. Habla una lengua que es el equivalente visual, dramático y narrativo del español neutro. Un realizador anónimo y correcto, que aprobó todas las materias en la escuela de cine donde habrá estudiado. Uno que nunca te va a poner la cámara “mal” (habría que ver también si esto existe, o si es justamente cuestión de estilo), no va a irse por las ramas, no va a sorprender con ninguna disrupción. Un tipo al que se le entrega un guion sabiendo que (salvo en algunas catástrofes como Código 46) lo va a sacar adelante. Algo parecido a un Lewis Milestone, Anatole Litvak o Lloyd Bacon en tiempos de Hollywood: no les pidas que sean Hitchcock, ni siquiera Michael Curtiz. Winterbottom es la clase de realizador a cuyas películas nunca les vas a poner un 3 o un 4 (salvo el caso citado, que tal vez merezca un 1). Tampoco más que un 5 o un 6.

JOHN PERETZ

Escrita y dirigida por él, The Wedding Guest superpone el film noir con la película de caminos y el drama romántico, traspolados a la India y Pakistán. Como en el primero de esos géneros, el héroe es un profesional duro y solitario, que cumple con su tarea sin creer demasiado en ella. Lo contrata un tipo con plata para que encuentre y traiga de vuelta a su ex pareja y socia en el delito, una chica con la que alguna vez planeó robar unas joyas familiares, venderlas y darse la gran vida. Por supuesto, ni el tipo que lo contrata ni la chica son muy confiables. Jay (Dev Patel, que más que duro parece enfurruñado) hace el viaje de ida de India a Pakistán, solo, en varias escalas, en medios de transporte variados (avión, tren y sobre todo autos alquilados, que suman como media docena) y con pasaportes falsos, para despistar. Vuelve con la chica, Samira (nacida por aquellos lares, Radhika Apte no será rubia, como solían serlo las de las novelas y films hard boiled, pero sí muy sexy, como corresponde), acompañado, en varias escalas, en medios de transporte variados y con pasaportes falsos. Entre una cosa y otra hay un par de muertos involuntarios que a nadie le importan demasiado y, faltaba más, Jay y Samira empiezan llevándose como perro y gato y terminan enamorándose. Al menos él, que como todo private eye tiene muy dentro de sí a un romántico fácil de quebrar. ¿Y ella, se enamora también? No está claro, aunque la película no es tan misógina como solían serlo aquellas pesadillas masculinas llamadas film noirs.

Como era de esperar, Winterbottom -que previamente se había hecho cargo de una versión de El asesino dentro de mí, la podridísima novela de Jim Thompson- pone su profesionalismo al servicio de una película que por la falta de implicación del director parecería de encargo. Sin embargo la escribió él. Lo cual supondría una forma de implicarse. Pero no: el realizador se comporta siempre como arma de alquiler, poniendo su savoir faire al servicio de la materialización de la historia. “Hacerse cargo”, “profesionalismo”, savoir faire, “materialización”: no hay forma de hablar del oficio de Winterbottom (“oficio”, otra palabra que viene a cuento) que no suponga cumplimiento del deber. Ésa es la diferencia con los profesionales hollywoodenses: aquéllos trabajaban como empleados de los estudios, servían con oficio los guiones que le asignaban sin salirse del presupuesto y tenían a cargo elencos elegidos casi siempre por sus jefes. Pero, ¿por qué se comporta Winterbottom como ellos, si es él quien decide qué historias filmar, lo hace la mayoría de las veces para productoras “independientes” (tan “independientes” como él), en ocasiones, como acá, escribe sus propios guiones y escoge los actores que se le cantan? 

The Wedding Guest la podrían haber dirigido tanto Juan Pérez como John Peretz o Jean Peres. Es por eso que Winterbottom filma sin parar: porque puede filmar cualquier cosa, que le da lo mismo. La pregunta es más amplia: ¿para qué hacen cine los directores como Winterbottom? Con el trabajo que da hacer una película… Para hacer plata no es, si ése fuera el motivo trabajaría en Hollywood, donde te pagan varias veces más que en Europa. Para hacerse famoso tampoco, de ser así armaría algún escándalo, no sería tan discreto como es. ¿Para experimentar con los géneros más diversos? Para eso debería experimentar, y si algo no hace Winterbottom es eso. ¿Porque le gusta trabajar? Teniendo en cuenta que a veces despacha hasta dos al año, y en 25 años de carrera cinematográfica lleva realizadas 23 películas de ficción, sin contar telefilms, series, documentales y películas de viajes (es por lejos, junto a Woody Allen y Clint Eastwood, el realizador occidental más prolífico del cine contemporáneo), si algo está claro es que es un tipo sumamente trabajador.

¿O será que filma para levantarse minas, confirmando la teoría de Dolina de que todo artista es artista para eso, motivo argüido por Leonardo Favio para filmar supuestamente las películas más geniales jamás realizadas por un cineasta argentino? Veamos. Kate Winslet, Rachel Weisz, Molly Parker, Angelina Jolie, Catherine Keener, Kate Hudson, Jessica Alba, Freida Pinto (que no Fidel Pintos), Imogen Potts, Kate Beckinsale, Isla Fisher… Ríndete, Michael, te tenemos rodeado.

Finalmente podría hacerse la pregunta simétrica a la anterior: ¿por qué vemos las películas de Michael Winterbottom? Yo, por laburo; ustedes, no sé.

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Gran Bretaña, 2019)

Guion, dirección: Michael Winterbottom.  Elenco: Dev Patel, Radhika Apte, Jim Sarbh. Duración: 96 minutos.

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