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CRÍTICAS - CINE

El Otro Hermano, según Martín Chiavarino

Argentina profunda

En su nuevo film, El Otro Hermano (2017), el realizador uruguayo y exponente del cine social, Israel Adrián Caetano (Un Oso Rojo, 2002) recoge algunas de las problemáticas más crudas de la Argentina, analizando con una mirada aguda y rigurosa la pobreza endémica del nordeste, los secuestros, la apatía social, la herencia de la última dictadura cívico militar y la estafa como parte de una cultura de la supervivencia en una tierra baldía arrasada por el neoliberalismo y el neopopulismo. La película se basa en la novela de Carlos Busqued, Bajo un Sol Tremendo (2008), editado por Anagrama, que mezcla, al igual que el film, un tono existencialista con el nihilismo negativo de nuestra época.

La trama sigue el derrotero de una tragedia ocurrida en Lapachito, una localidad de Chaco signada por las promesas incumplidas, las obras abandonadas y la pobreza. Tras el asesinato de su madre y su hermano a manos de la pareja de la madre, el hijo que vivía alejado de su familia en Buenos Aires viaja a Chaco para reconocer a sus parientes y realizar los trámites de defunción. Este, Cetarti (Daniel Hendler), es un apático desocupado, ex empleado público sin tareas despedido por no presentarse a trabajar, que se ve envuelto en un contubernio macabro de secuestros extorsivos por parte de Duarte (Leonardo Sbaraglia), el albacea del asesino de su familia y su otro hijo, Danielito, el hermanastro del protagonista.

Duarte y el asesino (que se suicida tras cometer el aberrante crimen sin sentido), ambos militares retirados y ex represores durante el Proceso de Reorganización Nacional asignados en Tucumán, representan a una clase social en los márgenes de la ley para la que el crimen es una forma de vida y sustento. Cetarti, en cambio, no tiene ningún prospecto y absolutamente a la deriva a instancias de Duarte, se muda a la caótica casa de su hermano, una morada precaria repleta de porquerías acumuladas bajo el síndrome de Diógenes, mientras comienza a planificar un viaje a Brasil tras leer sobre sus bondades en una revista turística, a la espera de un seguro de vida gestionado por el ex militar.

El Otro Hermano oscila entre el drama social, el thriller y el terror constantemente con un posicionamiento de cámara lacónico y severo, creando un clima aplastante bajo el sol chaqueño que sofoca a los personajes, llevándolos hacía una indolencia oscura sobre la vida. Julián Apezteguia (Crónica de una Fuga, 2006) coloca la cámara donde golpea al espectador, en la llaga que representa las heridas abiertas de nuestra sociedad, simbolizando de esta manera las apropiaciones populares de la manipulación y la desidia ante un lugar en el que el tiempo parece detenido.

El compositor Iván Wyszogrod (Gatica, el Mono. 1993) vuelve a colaborar con Caetano para crear una banda sonora tan desoladora como atemorizante, aportando un contraste entre una imagen seca y un sonido estridente, que van dejando un rastro narrativo en el que la historia actual choca con la herencia aplastante de un pasado liberal que representa el fracaso de las políticas públicas y el federalismo.

Caetano regresa con un opus arrollador en el que los protagonistas son víctimas y victimarios de sí mismos, de sus decisiones y de unas políticas que los condenan a la miseria. Todo el elenco se luce interpretando a unos personajes tan sombríos como impasibles. El Otro Hermano desnuda así las contradicciones argentinas sin necesidad de un discurso explicito, narrando una historia sencilla pero perturbadora en la que no hay verdad, no hay pasado ni memoria, tan solo el resultado de una dialéctica que todo lo quema bajo un sol tremendo.

calificacion_4

 

 

Martín Chiavarino

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