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DOSSIER

Ed Wood: El alter ego maldito de Burton

El estreno de Sombras Tenebrosas me recordó una de mis películas preferidas de Tim Burton: Ed Wood, un film con alto contenido vampírico. Por un lado, cuenta con la presencia de Martin Landau en el rol de Bela Lugosi -el vampiro del cine por excelencia- y, por otro, es una película que habla del sistema de producción hollywoodense, un sistema “vampírico”, chupasangre, que, como Bela le dice a Eddie luego de conocerlo, “te chupan y luego te tiran”. La película muestra el sistema de producción de estudios como la Universal, donde Lugosi cuenta que se filmaban 2 o 3 escenas por día; en contraposición, estaba el de Screen Classics, con Georgie Weiss a la cabeza, un tipo que aclara los tantos de entrada: “Me habrás confundido con Selznick, acá hacemos mierda no superproducciones”. Este tipo de producción, fuera de los estudios, es el del cine de exploitation, clase B o directamente clase Z, donde el guión se escribía en 3 días y se rodaba en una semana con casting desconocido. Éste es el mundo al que pertenece Ed Wood, un outsider.

Ed Wood es una película que reflexiona sobre el lenguaje del cine: sobre los rodajes, las desventuras de un director para conseguir financiación, sobre el fracaso, el abandono, la búsqueda de la identidad y la autodestrucción. Es una película que habla de la supervivencia a un sistema. Lugosi no logra sobrevivir al cambio del mudo al sonoro, mientras que su “rival” Boris Karloff, sí, y con una larga carrera. Burton lo remarca en dos escenas: la primera, en la que un miembro de la crew del rodaje de Glen or Glenda le dice que le encantó su papel como segundo de Karloff en El rayo invisible, a lo que Lugosi responde: “Cualquiera puede hacer Frankenstein, es puro maquillaje y gruñidos”. Esto habla de la transformación que hubo en esa época: la actuación ligada a lo teatral –la de Lugosi- dejó de interesar cuando el cine se despegó del teatro y empezó a buscar su propia esencia en las actuaciones más realistas y minimalistas de Karloff. Lugosi no se adaptó al cambio; por lo tanto, quedó afuera del sistema. La segunda escena ocurre en el rodaje nocturno –con el famoso pulpo inanimado- de La novia del monstruo, cuando Bela dice que le ofrecieron el papel de Frankenstein y lo rechazó. También es interesante cómo aparece el tema de la estrella “acabada” a través del personaje de Bela Lugosi, un ser patético, arruinado, autodestructivo pero, a la vez, muy tierno, que representa a una especie de Norma Desmund en Sunset Boulevard. Todos creen que Bela ya estaba muerto hace rato: Dolores -la novia de Eddie- cuando él le cuenta que lo conoció; el productor de Screen Classics, entre otros.

Es muy interesante la forma en la que Burton presenta al personaje de Lugosi: en un ataúd, lo que nos da la impresión de que está muerto. Esto se repite varias veces. La primera, cuando conoce a Eddie en la funeraria mientras prueba un ataúd; luego, en el programa de televisión al que va como invitado; por último, cuando muere y lo están velando, con capa y todo, vestido como Drácula. Lugosi, por contrato, no podía aparecer públicamente si no estaba vestido como Drácula, e incluso dormía en ataúdes, lo que termina impidiéndole diferenciar su personaje –la ficción- de la realidad. Es increíble cómo Burton plasma la delgada línea que separa la ficción de la realidad, y la actuación del detrás de escena. Cuando Eddie está mirando Drácula en la casa de Lugosi, el vampiro comenta que va a tomar “su medicina” y se va detrás de unas cortinas. Burton decide dejar el momento de la adicción fuera de campo -como también en la maravillosa escena del auto, en la que se ve cómo se inyecta a través del vidrio- pero lo vemos en su sombra que se refleja en las cortinas, como si ese espacio fuese el detrás de bambalinas, y el del living donde lo espera Eddie mirando Drácula, el de ficción. Burton también muestra la mirada naif e idealizadora de Ed Wood hacia su ídolo. En esa escena, además, aparece la presencia de la televisión, como símbolo del fin de una época: el período del cine clásico y la aparición de la ciencia ficción. Burton reflexiona sobre ese tema, poniendo en boca del vampiro húngaro su propia opinión. Bela dice que es un ex – monstruo, que el cine clásico era más poético, y que las mujeres prefieren a los monstruos clásicos, porque hay algo en la sangre ligado al momento del parto (y a los colmillos, lo fálico), y lo sexual está implícito. Cuando Bela va al programa de televisión en vivo y arruina su sketch, uno de los productores dice al pasar: “Deberíamos haber llamado a Karloff”, remarcando la posición de Lugosi como un outsider, totalmente fuera del sistema, olvidado. El momento culmine en ese sentido es el del monólogo que Eddie le prepara, y al que Lugosi responde: “No me constará trabajo memorizar estas palabras”. Es un diálogo clase Z, pero dice cosas verdaderas, tiene emotividad y mucha realidad. Comienza diciendo que hace 20 años fue exiliado de su país (él se fue de Hungría por problemas políticos y, luego, estuvo “exiliado” del mundo cinematográfico; hacía 4 años que no trabajaba hasta que Eddie lo contrató), que no tiene hogar, está abandonado y vive como un animal. Es un momento muy íntimo y verdadero que habla del exilio simbólico de la estrella. La ternura y la relación padre e hijo entre Lugosi y Wood es central en la película y funciona como paralelismo de la relación entre Burton y su ídolo Vincent Price. quien también marcó una época como exponente del cine de terror, muy ligado a las películas que hizo bajo la dirección de Roger Corman, un cine clave para entender al de Burton. Vincent Price actuó para Burton en El joven manos de tijera, en el final de su carrera -al igual que Lugosi lo hizo con Eddie-, en el papel del Creador, el “padre” de Edward, y falleció poco tiempo antes de que comenzara el rodaje de Ed Wood.

En Ed Wood, Burton reflexiona sobre cómo se hace cine, sobre las cosas que hacían los directores para poder terminar una película y, ligado a la figura del director, el ídolo, aparece la figura de Welles como “mentor” de Eddie, y su consejo es lo que impulsa a este outsider a terminar Plan 9 from outer space. Eddie hace referencia a Ciudadano Kane todo el tiempo, y no es casual que la película de Burton comience con un plano aéreo que recuerda al del comienzo de Kane: una cámara aérea se inmiscuye dentro de una casona expresionista, a través de una ventana muy parecida a la de Kane. También están presentes las angulaciones de cámara muy a lo Welles: la cámara baja y muy contrapicada.

Ed Wood es un personaje que respira cine, y esa es su razón de ser. Para él, el cine es una vocación, por eso no tiene nada que aprender y su falta de talento no tiene importancia. Filmar es su destino y lo va a concretar aunque eso implique sacar dinero de donde sea, ya sea buscando financiación de la Iglesia evangélica o de un carnicero. No le interesa repetir tomas, ni siquiera cuando uno de los personajes –el luchador Tor Johnson- se choca con el decorado. Para él no es necesario porque le da realismo a la película; según él, en la vida cotidiana ese personaje viviría chocándose con las puertas. Eso demuestra la ineptitud de Eddie a la hora de filmar y, sobre todo, su afición por filmar cine de ciencia ficción, cuando para ese género el presupuesto es fundamental, ya que está ligado a la tecnología del momento. Era un inepto hasta para dirigir actores: les daba las mismas indicaciones a Bela que al boxeador y, cuando Dolores le pregunta por la motivación de su personaje, él le responde que no tiene ninguna, porque es la archivista. Eddie cree en el cine por sí mismo. Hay algo muy honesto en lo que muestra: no le importa si los decorados son pésimos, si existen fallas técnicas o si se ven los cables de los platos voladores. Su fascinación por el cine tiene su origen en los pósters que tiene en su casa, en su mirada de éxtasis mientras filma las escenas de sus películas, siguiendo con los labios los diálogos de los actores, con los ojos bien abiertos y siempre sonriendo. Eddie es un optimista; al término de cada plano, aunque haya salido pésimo, su respuesta es: “¡Está perfecto!”.

El film de Burton está repleto de ironías sobre la continuidad, parodiando al cine de Ed Wood. La continuidad aparece exagerada, por ejemplo, en la escena en que Dolores le pega un sartenazo a Eddie y, en el plano siguiente, él se encuentra en el set –tan precario que tiene colchones como aislantes- con hielo en la cabeza, como si el golpe lo hubiera recibido segundos antes. También en la escena de la fiesta de fin de rodaje de La novia del átomo, en la cual Dolores tiene el pelo con un determinado peinado, y cuando Ed la persigue fuera de la fiesta, lo tiene más corto y peinado de otra manera. Otra: en la escena nocturna del pulpo, Eddie tiene una camisa negra y un chaleco de manga larga. A la mañana siguiente, luego de haber filmado toda la noche, cuando están guardando el pulpo en su lugar, tiene una camisa blanca, una corbata, y el chaleco es de manga corta.

La puesta en escena, la elección del blanco y negro y la música nos transmiten un estado de ánimo: una mezcla de melancolía y ternura. También alude al cine de ciencia ficción de los ’50 y al de terror de los años ’30. La  presentación inicial de créditos hace referencia al comienzo de Plan 9, de Wood. Burton abre la percepción a lo molesto, a lo incómodo; la película tiene toda una atmósfera de incomodidad, una idea del mal gusto. Retrata lo camp, lo que sale de la norma, pero con un valor discursivo en sí mismo, el travestismo. En cuanto Eddie asume lo que necesita para funcionar en sociedad –ser aceptado tal cual es-, porque él tampoco entra en el sistema, empieza a funcionar. Utiliza sus proyectores como forma para expresar su identidad, como en Glen or Glenda. Burton lo retrata con mucho respeto: no lo muestra como un inútil sino como un artista que cree ciegamente en lo que hace, y eso nos llega hasta conmovernos. Ed Wood es un paria de Hollywood, un anti héroe, es decir, el héroe burtoniano por excelencia. Burton se anima a filmar el fracaso y, en este caso, Ed Wood funciona como un alter ego maldito del mismo director, que ha tenido que enfrentar el fracaso en varias ocasiones: con Batman o El joven manos de tijera, películas que se convirtieron en éxitos con el paso del tiempo. Y con esta misma película, que resultó un fracaso comercial.

Que Ed Wood crea tanto en lo que hace y en su poder para sacar adelante sus proyectos tiene que ver con la “familia” que él mismo elige porque, como sucede a menudo en el cine de Burton, Ed Wood también es un relato familiar. Eddie elige un padre –Bela Lugosi- y elige a sus hermanos y hermanas: la crew de “weirdos” que lo acompaña, esos freaks que incluyen un luchador,  Vampira, un mago y el travesti interpretado por Bill Murray. Después de todo, Eddie es un huérfano que espera ser adoptado, al igual que Eduardo, el joven manos de tijera, e incluso el Pingüino de Batman Vuelve. Por eso, los momentos más íntimos de la película son los momentos familiares, casi rituales: cuando Eddie aprende los movimientos de Lugosi, llora con él, lo filma, e incluso la escena en la que todos los miembros de la crew se bautizan. La ceremonia empieza con un plano general de la Iglesia y sigue con distintos planos que forman una unidad narrativa. La elección de la familia tiene que ver con el amor al cine, con la elección de ver una película y querer formar parte de ese mundo. Es ahí cuando el cine se convierte en un espacio de fraternidad, ofreciéndonos un refugio y la posibilidad de soñar.

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