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#CANNES71 | Entrevista a Agustín Toscano, director de El motoarrebatador

#CANNES71 | Entrevista a Agustín Toscano, director de El motoarrebatador

La película El motoarrebatador forma parte de la Quincena de Realizadores del 71º Festival de Cannes, y pudimos hablar con su director: Agustín Toscano.

Luego de “Los dueños”, tu ópera prima que también pasó y fue galardonada en Cannes (Semana de la Crítica), pasás a dirigir en solitario. ¿Cómo viviste esta transición?

Fue muy natural empezar a dirigir solo, como me sería natural dirigir de nuevo con Ezequiel Radusky o con otro director. Tengo un proyecto de codirigir una película con el gran montajista salteño Martín Mainoli y otra a dúo con Radusky. Cuando hacíamos teatro primero dirigí solo y Ezequiel actuaba, después él me dirigió a mí, después yo de nuevo a él, después dirigimos juntos por primera vez y después los dos codirigimos con Daniel Elías (actor de Los dueños y de El motoarrebatador). Cinco obras de teatro antes de pasar a la primera película. La última tenía en el elenco a los dos protagonistas de estas películas, Sergio Prina y Liliana Juárez. Nuestro colectivo se llama Gente No Convencida, y tiene la gracia de ser muy impredecible. A nadie extrañó que yo tenga un proyecto que debía llevarlo a cabo de un modo personal. Uno puede tener un proyecto cuya voz es más plural, más discutido todo, y otro proyecto que es más subjetivo, como este. El resultado del primero suele ser más efectivo pero menos arriesgado. Las dos me gustan. Entendiendo que todo proceso cinematográfico y teatral es en si un acto colectivo y asumiendo que lo que más disfruto es poner a todo el equipo a discutir las ideas, pienso que todos son coautores de la obra y que el lugar del director es el de tomar la última decisión y que, si hay errores, que caigan sobre su nombre.

¿Existe una razón particular por la que el film se titula “El motoarrebatador” y no “El motochorro”?

La película surgió con el título. Pasa así a veces. Muchos piensan que el otro es más comercial. No me importa mucho. A mí no me gusta la palabra chorro. Por una diferencia de cómo suena la “rr” en Buenos Aires y como suena en Tucumán, donde de hecho la palabra que usamos es choro, para ladrón, con una sola r. Ese mínimo disonante para mí lo cambia todo. Yo creo que a Motoarrebatador lo inventó la prensa tucumana. Pero no lo sé a ciencia cierta, de ahí lo tomé yo. Me gusta como suena. En un momento quise ponerle con tres eres, “rrr”, así suena más tucumano aún. Así lo dirían Miguel y Elena.

El film gira alrededor de Miguel, el motoarrebatador que hace honor al título del film. Tiene una fuerte presencia paternal y una ausencia maternal total, ¿asociás esto a la relación que entabla con la víctima del arrebato?

Sí, para mí es así. Siempre usamos entre nosotros la frase “podría ser su madre”. Como referencia o como disparador siempre nos sirvió O sea Elena de Miguel. O sea la víctima del arrebatador. La perspectiva del personaje Miguel es esa. Se está preguntando por su forma de ser padre. No tiene buen vínculo con su padre. Y su mamá está ausente. No se explica nada en la trama, pero el rol omitido se llena con la presencia de Elena. Se complementan como madre e hijo. Ella también se vuelve abuela del niño hijo de él. Me encanta esa ambigüedad que tiene todo ese lío. Me alegra que lo menciones.

¿Cuál fue tu impulso para filmar la historia principal en un contexto de desorden social, específicamente sobre las fuerzas policíacas?

Mi amigo Amadeo Gandolfo es un historiador y escritor muy atento. Leyó una de las primeras versiones de guión, cuando este contexto no estaba. Le pedimos un breve texto para mandar junto al guión a las primeras presentaciones que hicimos. Las diez que ni nos dieron pelota. En el texto Amadeo reflexionaba sobre el quiebre social de aquel 2013, cuando la policía entro en paro, y veía toda la historia de Miguel como parte de ese nuevo periodo. Post saqueos. Yo lo pensé mucho y un buen día me animé a meterlo en una escena de la película. Después lo metí en toda la película, como una capa más, la capa Gandolfo digamos. Los días sin ley. No me dijo que lo use, pero me dejó una idea picando. Yo de lo agradezco con el corazón. Desde ahí llegó todo el tercer acto de la historia, llego el humo que llena muchos planos, apareció la angustia que generan las cámaras de seguridad. Toda la película subió de tono. Se abrió una puerta enorme como de supermercado.

¿Qué repercusión esperas tanto en Cannes como en el cercano estreno comercial en Argentina?

Quiero que haya polémica. Me gustaría que cada dos personas que la vean haya una diferencia de opiniones y un debate. Me gustaría almorzar con Mirtha Legrand, pero sí acepta antes verla y dar su opinión al aire. Quisiera una remake dirigida por Scorsese o Sean Baker. Pero lo que más quiero es que me permitan hacer la continuación (provisoriamente titulada Licencias poéticas), donde retomaré los personajes de Miguel, Elena y el hijo de él, León, pero unos años después y siguiendo el punto de vista de un personaje nuevo. Y también quisiera que me sea más fácil dirigir las otras películas que tengo escritas. Entre adaptaciones de novelas y guiones originales que fueron gestándose en estos últimos años, son cinco o seis proyectos que deseo filmar.

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