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Cosas que prometí no decir | Sobrenatural. Fantástico. Católico: Segunda reflexión sobre True Detective

Cosas que prometí no decir | Sobrenatural. Fantástico. Católico: Segunda reflexión sobre True Detective

Hemos ensayado en diferentes lugares sobre el eje de construcción de todo relato y epos fantástico. El alter mundus, el otro mundo, la alteridad geográfica, el allende. “Lo otro” es también en una teología política el enemigo necesario; el que nos elige la historia y no nosotros.

Ahora bien, cuando esto se relaciona con el fantástico católico se crea un pliegue imaginario muy a tener en cuenta por sus particularidades.

Apuntaba Diego Ávalos que Nic Pizzolatto, el guionista de True Detective, señalaba que en su trama no aparecía ningún elemento “sobrenatural”. Esto sumado a lo anterior nos lleva a ensayar lo que sigue.

Primero es posible que “sobrenatural” no sea para un angloparlante -aunque descendiente de italianos-, lo mismo que para un hablante de lenguas neolatinas. Caso ejemplar y ya canónico es la zarandeada traducción del término alemán “umheimlich” que se vierte por lo general como “lo siniestro”, que no está mal, pero no es exactamente lo mucho que comprime ese término en sí; como todos los de esa lengua que se envanece precisamente de su imprecisión y luego la llama filosofía, y hasta convence al hablante de lenguas neolatinas.

Pero es rigurosamente cierto que lo fantástico, en sentido estricto, nace dentro del idioma e imaginación alemanas con Hoffmann y algunos antecedentes oblicuos del movimiento “Tempestad y asalto”.

Como bien apunta entre otros, Remo Ceserani, “unheimlich” es también “estar fuera de lo propio” –“sacado”- “fuera de del hogar” y del “oikos nomos”, de la administración de lo propio que es también el hogar. Es “estar en el afuera”, “a la intemperie”, incluso “desarraigado” o “inquieto”. Aunque su significado originario -según el diccionario de Grimm- es tanto “lugar libre de fantasmas”, como “escondido”, “impenetrable” “imposible de conocer”. Algo muy similar a lo que sucede con el castellano “huésped” y con el italiano “ospite”, que puede ser tanto el que recibe en un lugar como el que es recibido allí. Que a su vez deriva del latín “hostis” que puede ser lo hostil por desconocido. Imposible extenderme más aquí sobre este punto…

Luego debe tenerse presente que la estética alemana, surgida poco antes del fantástico, emplea “fantasía” e “imaginación” de modo muy diferente al que lo entiende su no muy fiel transmisor al inglés, Coleridge, así como en los idiomas neolatinos –sobre todo italiano y castellano, siempre más cercanos a las raíces latinas y griegas.

Así en Schegel et al., “Phantasie” es considerado el modo más alto y creador, mientras que “imaginación”, que vuelcan como “Einbildungskraft”, es una entidad menor y casi meramente combinatoria.

Por fortuna S. T. Coleridge -uno de los padres del fantástico- en sus notas estético-filosóficas emplea fantasía (“fancy”) e imaginación (“imagination”) en modo tal que cualquier hablante neolatino, tanto intuitivamente como de manera operativa, comprende y pone en acción. Tal vez inspirado por el botellón de láudano, Coleridge sitúa a la imaginación en primacía de la fantasía. Toma a la imaginación como aquella facultad que ordena, edita, y gobierna a la fantasía que es una imaginación sin control y desbocada. Como escribimos en otro lugar, la imaginación es la que edita las imágenes que le provee la fantasía (que incluye los sueños, claro está, y preferencialmente)

En ese entonces dijimos es la “moviola”; pero hoy esto resulta “vintage”.

“Sobrenatural” sería entonces para el inglés usual algo que está fuera de la realidad terrena. Algo alieno, ajeno, extraterritorial. Así como de sus propias leyes terrenas (v. g. la ley de gravedad). Algo fuera de la vida terrena y de sus formas de manifestación. El tema es que también “vida” es solamente la forma de existencia biológica conocida en la tierra. Pero “vida” y “existencia” no son sinónimas. De allí que muchos se plantean erróneamente de si hay o no vida después de ésta, o si es posible la vida en otros planetas. Cuando debe tenerse presente que la vida (terrena) es una de las tantas y posibles manifestaciones de los “estados múltiples del ser”. Que el ser, la existencia por sí, llamada “aseidad”, solo la posee el creador, Dios, y que la vida es la forma, el disegno de la existencia en este mundo terreno. Pero no la única existencia, solo una de sus formas posibles.

El católico entonces, no concibe determinados fenómenos -milagros, posesiones, apariciones- como cosas sobrenaturales. Si no ultra naturales. Pero si lo pensamos en un marco latino también son (ultra=sobre) naturales. Dante las llamó “trasumanare” (Par. I, 70) Sobrepasar lo humano. Claro que ya en un estado paradisíaco y que no necesariamente es ultra mundano. Esto puede deberse a la imaginación poética y al modo tropológico de ver y de poetizar el mundo. Esto es seguir una serie de tropoi, que son figuras, movimientos, tropismos -como se traduce- de cosas anteriores.

Una vez más: no se puede escribir sobre –por ejemplo- una casa peligrosa, en ruinas, amenazante, sin pasar de Usher a Bates; claro que no para repetirlo pasivamente sino autoconcientemente.

Otra cosa a tener en cuenta. Lo que hoy llamamos “fantástico” es una creación surgida en los países protestantes o separados de Roma, escritos y pensados (diseñados) en idioma alemán y en inglés. Fue creado por nostálgicos del catolicismo como E. T. A. Hoffmann, o cripto católicos como Edgar Poe o Bram Stoker. Tuvo luego, y sobre todo Inglaterra, su pliegue anticatólico –H. G. Wells, Olaf Stapledon-, y su reacción anti-anticatólica, el grupo formado por J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis y Charles Williams.

En la sección del fantástico porteño argentino –la única del mundo iberoamericano-, se dio en apretada síntesis algo en parte similar, aunque con un punto de partida opuesto. Nacimiento positivista, Holmberg, Wilde. Reacciones con algo de catolicismo o de misticismo (Quiroga, Lugones); reconversión agnóstica Borges, Bioy, Cortázar. Reacción católica, Castellani, Marechal. Luego viene mi propia obra de narrativa fantástica; claro que aquí solo puedo dejarlo apuntado.

Estos vaivenes hicieron que el epos fantástico católico llevado al cine tuviera que reajustar toda esa compleja oscilación imaginaria que para un Poe -por ejemplo- contaba con la ventaja de la “novedad”, y sobre todo del efecto terror y suspenso; el “to thrill” –estremecer- que le sirvieron doblemente para sus fines. Así como a Stoker, al Henry James fantástico y al Wilde de El retrato de Dorian Grey.

Pero el calibrar o extender este diseño fantástico al concepto de cine, trajo aparejada una serie nueva de problemas. La imagen, el mostrar, y diseñar en forma de mímesis fotográfica esa alteridad del alter mundus.

De Jacques Tourneur a Alfred Hitchcock se buscaron y lograron las mejores estrategias de diseño del caso. Luego, el punto clave metamórfico fue la autoconciencia y como su manifestación epónima el film El exorcista, de William Friedkin.

Fijémonos un poco, allí no hay nada “sobrenatural” en el sentido en que -creo- lo emplea Nic Pizzolatto, sino “paranatural”. Así como la cura milagrosa no modifica las leyes biológicas sino que las devuelve a su estado de funcionamiento natural, las aberraciones padecidas por la niña poseída son precisamente eso, formas extremas de lo morboso. Desde luego que esta extensión morbosa ha variado desde la que padece Irena en Cat People y -a fortiori- que en el film de William Friedkin la causa es directamente demoníaca.

¿Es el demonio sobrenatural? Veo que llega ahora la pregunta casi en tiro libre directo. Antes que nada, es “sobre habitual”, si pensamos en su manifestación vicaria, conocida como posesión. Luego y sin extremar en demasía lo que otros tantos considerarían pesimismo, y por cómo marcha el mundo, podría argüirse que el demonio se ha vuelto más que habitual, cotidiano, diario, full time.

Pero en cuanto lo que se considera el representante del mal -el demonio- no es sobrenatural en la medida en que se lo entiende como la corrupción de algo creado, y según creo que el “ángel caído” es todavía hoy la mejor metáfora e imago para representarlo y entenderlo. Si esta caída –como en Dante- se representó fuera de lo terreno -aunque aquí se trataba de esferas superpuestas como una cebolla-, o fuera de la atmósfera terrena, no necesariamente quiere decir que ello refiera a lo sobrenatural. Porque todo lo creado por Dios es parte de lo natural. Luego hicieron su camino. Así al decir de Teilhard de Chardin: “Dios no hizo las cosas, sino que mandó a las cosas hacerse”

Siendo esto así, aunque con los puentes sobre aguas turbulentas de la división babélica, las palabras de Nic Pizzolatto sobre que en su “True Detective” no hay ningún elemento sobrenatural, podrían ser perfectamente entendibles. Si bien una segunda parte de la serial hará –espero- más asentados estos y otros contenidos, es dable decir que tanto las visiones padecidas por Rust como la propia existencia del villano como su identidad -¿pero cómo hablar de identidad aquí?-, es el tema básico a determinar; puesto que toda posesión no es sobrenatural sino infranatural o, más bien, se trataría de una desnaturalización de la vida.

Y aquí la imaginación fantástica católica alcanzaría su meta definitiva que es también y de consuno la convergencia de toda la parábola recorrida desde los relatos de Hoffmann. Es decir: su polémica radical con respecto a la transformación y reducción de los conceptos de mal y de pecado en crimen y locura.

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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