Jueves 12 de noviembre.
La terrible lluvia castiga a la urbe porteña, como un nuevo diluvio universal amenazando con llevarse a un gran número de pecadores. Pero en un rincón específico, otro fluido -intenso, consistente, implacable, compinche de los pecadores-, comenzó a manar con fuerza, empapando las pantallas del Complejo Monumental Lavalle. La 16ª edición del festival Buenos Aires Rojo Sangre (BARS) está entre nosotros.
Hasta el domingo 22, los espectadores más valientes podrán disfrutar de criaturas voraces, fantasmas, psicópatas, extraterrestres y demencias varias, como parte de una programación que incluye cortos, mediometrajes y largos, de Argentina y de diversos puntos del globo.
Como corresponde, la primera jornada del festival arrancó de manera demoledora, con varias de las gemas imperdibles.
Why Horror?, de Nicolas Kleiman y Rob Lindsay (Canadá, 2015 – Documentales), por Matías Orta
La devoción del actor y periodista Tal Zimerman por el cine de terror es tan extrema, que durante años se dedicó a coleccionar todo lo relacionado con el género. Pero sus inquietudes con respecto a estas cuestiones son más profundas: ¿Por qué el horror? ¿Qué provoca que algo repelente también produzca atracción en los espectadores? ¿Amamos ser aterrados? ¿Sentir temor es imprescindible para la condición humana?
Los directores Nicolas Kleiman y Rob Lindsay se dedican a seguir la ardua investigación de Zimerman, que comienza en su núcleo familiar -allí conoceremos cómo nació su amor por los sustos y la sangre- y se extiende a países como Estados Unidos, Inglaterra y México.
Un enorme y ambicioso estudio antropológico, que incluye testimonios de leyendas vivientes del cine de miedo (como John Carpenter y George A. Romero), figuras más recientes (Eli Roth, por ejemplo), nombre de otras latitudes (Álex de la iglesia, Takashi Shimizu y Alexandre Aja, entre otros), además de filósofos, académicos y más especialistas.
Why Horror? parte de una muy buena pregunta, el punto de partida ideal para adentrarnos en la fascinación que produce el terror, en la pantalla y en todas las manifestaciones artísticas de todo el mundo.
El Sistema Gorevisión, de Valentín Javier Diment (Argentina 2015 – Competencia Iberoamericana), por Ernesto Gerez
Las chotas de plástico como marca de autor, la amistad como Nafta Súper de Kryptonita, y el amor por el cine clase Z como piedra angular. Filmar lo que pinta, porque la primera idea muchas veces es la mejor, y la cofradía Gorevisión lo sabe. El exploitation del exploitation, violaciones, sangre fucsia, tetas y outfit sadomaso son algunas de las características de los productos de Magariños y sus secuaces. “Si hacés una sola película mala sos un idiota, si hacés dos sos un tarado, pero si hacés diecisiete sos un autor” comenta el alma mater del proyecto ultragore nac & pop, y la sala estalla. Pero no todo es búsqueda de risas en este documental de Diment, hay también un acercamiento a las personas, a las vidas de los Gorevisión. Y claro que este costado de aproximación ¿realista? corta con la algarabía de un inicio arrollador, pero nos permite conocer el lado b de estos antihéroes, tipos con los cojones suficientes y con la voluntad para hacer lo que se les canta y cómo se les antoja. 84 minutos de la historia de la productora más punk del país, su ligadura con el submundo rocker, y bocha de anécdotas que despliegan en pantalla una genuinidad poco común en un ambiente que cuida muy bien sus dientes.
