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[22] BAFICI | Fabián canta

[22] BAFICI | Fabián canta

Para mí la imitación es fría y la interpretación es cálida*

Ya desde las mínimas elisiones del montaje al inicio de Fabián canta (2020) se intuye una crueldad que irá en aumento. La obra de Diego Crespo omite o posterga detalles cada vez más importantes y no será hasta el final que se haga palpable la consecuencia de omisiones latentes también en los diálogos.

Mientras se desarrolla la trama, nos enteramos de que Fabián (Germán Bermúdez) es quien ofrece el salón de fiestas. Incluso prevé el uso del AC para invierno. También brinda shows con bailarinas o zombies. Y finalmente él le cuenta a Eugenia (Ana Katz), interesada en alquilar el local para el  septuagenario cumpleaños de su padre, sobre su talento como intérprete “mas no imitador” de la discografía de Joan Manuel Serrat. 

Fabián genera tal impresión de improvisador que cuesta confiar en lo profesional de sus servicios. Durante largo rato el título de la película parece aludir a cómo Fabián ha logrado hacerse un negocio con su discurso oportunista a pesar de las adversidades y no gracias a su talento como cantante. Paulatinamente y entre insistencias poco éticas, él convence a Eugenia de alquilar todo lo que le ofrece para el cumpleaños. O casi todo. Algunas de las primeras tomas nos hacen sospechar de si estos servicios que le propone los ofrece sobre la marcha mientras utiliza su celular o según lo que vio en Facebook durante las noches previas. No se muestra lo que él hace en su teléfono en contraste con Eugenia que sí aclara y se disculpa por sus interrupciones para consultar la planificación de la fiesta con su hermano, y para avisarle a su hija que tardará en llegar.

Tienta analizar toda la situación fuera del contexto inmediato por el gusto tan exótico de los organizadores del cumpleaños planificado durante varios meses. Sin embargo, la obra se mantiene firme en los límites de su microcosmos sugiriendo más que mostrando. Incluso el negocio de Fabián, Babalú eventos, no encubre lo risible con su nombre caricaturesco, la fachada simple y blanca donde los pocos adornos son sillas de plástico y bombas inflables.

Ahora, la mayor prueba de preservar el microcosmos narrativo a lo mínimo es la elipsis de esta primera visita de Eugenia al local, a la fiesta meses después. Cuando la cámara muestra la celebración no incluye al homenajeado, solo vemos los diversos shows y el desaire final de Fabián. Más es lo que queda fuera de campo en esta escena como en toda la obra. Por ello es fácil desestimarla como simple si se deja pasar por alto la química de ambos actores, el humor frente a lo patético y la sutil pero palpable ironía de lo que significa cantar hoy en día. A fin de cuentas, apenas oímos una desesperada muestra del talento de Fabián cuando busca a Eugenia a su auto estacionado en la calle.

En particular la vitalidad en el semblante de Katz hace de su personaje una presencia cálida en contraste con el Fabián de Bermúdez que si bien no es frío, sus claras intenciones por captar clientela despiertan inquietudes ante lo tanto que calla. Es incluso significativo que Ana haya sido premiada en el apartado actoral del BAFICI cuando un premio ex-aequo hubiera reconocido la gracia en el juego actoral de ambos y habría hecho justicia al menos poética al patetismo final del protagonista, relegado a un tras bastidores donde su mirada gacha nos sugiere varias posibilidades que no podemos confirmar. Si Fabián pudo cantar, no sabremos si fue con las letras de Maluma o Shakira como Eugenia le pidió, o las canciones de Serrat.

calificacion_4

© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2021 | @EElechiguerra
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

* Palabras de Fabián cuando Eugenia le pregunta si es un imitador de Serrat.

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