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[22] BAFICI | Qué será del verano

[22] BAFICI | Qué será del verano

Voy a mirar todo lo que pueda, pensé

… desde ese día vi las cosas como son**

Ya la pregunta en el título de Qué será del verano (2020) invita a plantearse cuestiones sobre la incertidumbre, el tiempo y al terminar de ver la obra, sobre la contemplación. Ignacio Ceroi narra circunstancias vividas o grabadas por otros. Casi la mitad del material no lo grabó el realizador, y lo que él mismo narra en off es lo que le contó Charles Louvet por correo. Retrocedamos un poco antes de seguir.

La casualidad inicial de esta película se centra en el hallazgo de cuatro horas de video dejado en una cámara que Ignacio le compró a Charles en 2019 cuando aquel visitaba a Mariana Martinelli, su novia, en Europa. Entonces se entabla un intercambio de correos entre comprador y vendedor para paulatinamente convertirse ambos en narradores y cómplices de un proyecto audiovisual. Este documental será desde ahí una creación colaborativa donde el otro siempre habla a través de una voz que no es la suya.

La manera como se transforma esa idea inicial lo hace meritorio porque en vez de sentirse una obra sin propósito, está enfocada en la búsqueda de un diálogo entre desconocidos donde el contexto sea revalorizado. Así Ignacio se apropia de las reflexiones de Charles en su obra. A mí me relaja no tener que pensar hacia dónde ir, le cuenta en uno de los correos a propósito de los paseos con sus perros. Y ese mismo divagar forma la narración. Sus múltiples anécdotas se diluyen en un dar vueltas por el mundo geográfico y existencial a pesar de tanto caos. Charles hasta trabaja en Camerún en medio de la guerra y en su estadía veraniega Nacho vive las manifestaciones de los chalecos amarillos.

La apropiación del otro en la vida íntima también se muestra con la carta de Margaux, la esposa de Charles, leída por Mariana ya avanzada la obra. Ocurre además con el hijo de Esther, una maestra que Charles conoce en Camerún. Él decide buscarlo junto con gente del mismo bando militar. Ellos le hablan del hijo a Charles y es Nacho quien nos narra en off lo que a aquel le contaron.

Tales niveles múltiples de otredad invitan a la contemplación en los momentos de silencio donde Ignacio hace que solo la imagen describa, como la sombra de Charles proyectada sobre el río. Este plano es una de tantas razones para confirmar la impresión de que nada de esto le pertenece a él, ni a Charles, ni a nosotros como espectadores. Lo que vemos y oímos aquí recuerda que toda narración fluye tomando prestadas palabras e imágenes ajenas. Así halla sentido. Y muchas imágenes y anécdotas dan la sensación de tránsito constante. Ya desde el inicio Ceroi narra su viaje de Buenos Aires a Francia para visitar a su novia mientras vemos cómo ¿él? llega a la terminal de autobuses. La primera persona está evidenciada oralmente pero si no fuera por dos o tres tomas breves, no tendríamos prueba durante la obra del rostro o cuerpo de Nacho ni de Charles. Vemos muchísimo más a Mariana, Margaux, Esther y hasta Jamón, Queso y Tití, las mascotas de Charles.

Así por momentos el premiado documental hace sentir que solo la contemplación ofrece un lugar en el mundo. Esto puede ser una reflexión filosófica pero técnicamente es cierta en los límites de este verano accidentado. Mariana, Ignacio y Charles, protagonistas de la obra, también son los camarógrafos y los dos primeros trabajaron en el guion.

Al final genera curiosidad cómo los otros le brindan tanto compromiso movedizo al proyecto gracias a lo aleatorio, constante y pequeño de las narraciones. Enumeremos solo algunas. Dos personas se reencuentran en otro país aunque una de ellas decidió “unilateralmente” irse a estudiar. Tres personas mantienen la ilusión de un proyecto por un material olvidado en una cámara de video. También son dos los que se separan temporalmente porque a uno de ellos se le agotan los ahorros y consigue trabajo en otro país. Y este conoce a una persona que cree en la contemplación de la naturaleza como manera de aprender el éxito. 

El realizador además logra cerrar cada historia. Incluso el cese de correos por parte de Charles al final de la obra lo compensa Mariana yendo a Montpellier, donde él vivía. Probablemente tanta búsqueda por el final perfecto juegue en contra de la apertura creativa de la obra.

Entonces si tomamos por cierta la influencia de Mariano Llinás en Ceroi mencionada por críticos como Lerer o Batlle, habría que precisarla lejos de lo inabarcable de La Flor (2018) y superficialmente más cerca de por ejemplo Balnearios (2002). La fascinación narrativa, “actoral” y del cine de género está al servicio de múltiples miradas y narraciones al borde de lo anónimo en el incierto verano de Ignacio. Esa pluralidad de voces y géneros es solo ficcional en la grandilocuente obra de Llinás estrenada en 2016. Además está afianzada con el renombre actoral de un elenco formado en teatro, cine y televisión. 

En contraste, Nacho cita más géneros íntimos y confía en la inocencia de sus destinatarios, similar a como su madre describe su ingenuidad en una carta que él lee en una escena de la obra. Así podemos decir que todo en Qué será del verano es verdad, citando a Llinás en su documental de 2002. Casi todo según los caminos adonde lleve la contemplación de cada espectador.

calificacion_4

© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2021 | @EElechiguerra
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

** Ambas reflexiones las hace Charles en su estadía en Camerún. La segunda se la dijo un joven recién entregado al islamismo luego de una transformadora meditación. Ambas las oímos en voz de Ignacio.

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