A Sala Llena

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FESTIVALES

5º Festival de Cine Nacional Leonardo Favio: Día 6

Jueves 18 de agosto.

Estamos en los últimos días del festival. Sin embargo, el cine y las ganas de disfrutarlo en pantalla grande no hacen más que aumentar.

El documental Monumento, de Fernando Díaz, inaugura la jornada, que continuó con Sagrado Crecimiento, de Marie Monique Robin, perteneciente a Pantalla FINCA.

Por la noche, los largometrajes precedidos por corto. A Pastel de Cerezas, de Jessica Praznik, le siguió Hijos Nuestros, de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez. Por su parte, ERROR 404, de Mariana Wainstein, fue proyectado antes de El Arrullo de la Araña, lo nuevo de José Celestino Campusano.

 

Durazno, de Francisco Ríos Flores (Competencia Cortometrajes), por Ximena Brennan

La fruta prohibida

En sus escasos minutos, Durazno de Francisco Ríos Flores, envuelve al espectador en una atmósfera de peligro y misterio constante. Su hubiera sido un largometraje, se hubiera convertido en un gran thriller pueblerino, donde Amelia y Antonio esperan su primer hijo.

Por su parte, la comadre Mercedes observa a la pareja desde las sombras, enferma de celos. Mientras tanto un durazno fuera de estación crece en el fondo de la casa. Amelia parecería tener un sexto sentido y percibe en él una fuerza maldita, pero su esposo desestima sus advertencias y se desencadena una serie de hechos desafortunados.

Plagado de sonidos, paisajes que se vuelven tétricos, lunas llenas y música de tambores, Durazno nos sumerge en el cuento de la bisabuela del director, según relata él mismo a modo de preámbulo.

El cortometraje no puede tener mejor final (claro que aquí no vamos a spoilerarlo), un desenlace abierto quizá a una muy merecida segunda parte, la cual –se pudo notar en la sala- el espectador seguramente desee ver en un futuro cercano.

¿Una leyenda?, ¿un cuento?, ¿un relato personal?. No lo sabemos. Lo que sí es seguro es que Francisco Ríos Flores sabe cómo contárnoslo con actuaciones acordes hasta en las facciones del rostro y con un trabajo minucioso con la incertidumbre.

calificacion_3

 

 

 

Hijos Nuestros, de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez (Competencia Largometrajes), por Carlos Federico Rey

Lo que no fue

La tristeza se revela inmediatamente en Hijos Nuestros ante ese primer plano, compuesto como doble encuadre delimitado por el parabrisas del auto, donde vemos a Hugo (gran tarea de Carlos Portaluppi), un taxista con rostro cansino, vencido y derrotado, en el devenir de su tarea monotemática y a repetición, construida con ágiles elipsis por los realizadores Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez. Un mundo gélido y vacío, solo parcialmente ocupado por una pasión desbordada por San Lorenzo de Almagro, eje central del corazón del protagonista del film.

Como en toda película que entienda el clasicismo, los personajes cambian, se modifican. Hugo comienza a cambiar cuando conoce a una madre con su hijo, interpretados por Ana Katz y Valentín Greco. El acercamiento se produce más por el interés de ver al chico jugando al fútbol de manera amateur que por una posibilidad sexual con la madre (de hecho, una escena de Hugo -fetichismo sexual incluido- con una prostituta nos deja claro eso) y nos va revelando partes del pasado del taxista, ex jugador profesional de San Lorenzo caído en desgracia por una lesión y sumergido en la frustración de lo que pudo ser pero no fue.

La película trabaja sobre la imposibilidad, sobre ese futuro evaporado de Hugo, y Gebauer y Suárez lo muestran desde la fisicidad del personaje, un hombre excedido de peso y sedentario en detrimento del atleta de alto rendimiento que podría haber sido. Hay una idea sobre la suerte y las arbitrariedades de la vida: un golpe de infortunio puede generar un cambio drástico en la personalidad y en la manera de mirar el mundo de una persona que se rinde ante la caída en desgracia.

Los directores acompañan a Hugo cámara al hombro, desde atrás, como los hermanos Dardenne en El Hijo: ante cada momento de la revolución interna que vive, insiste que el chico mejore futbolísticamente dándole consejos, hasta lo lleva a probar a San Lorenzo. Julián es la válvula de escape para concretar lo que él no pudo ser y su deseo que el joven materialice su chance es ferviente. Su pasión por los partidos de San Lorenzo y por consolidar al chico como jugador imposibilitan cualquier acercamiento a la madre que lo termina rechazando, aunque ante el fracaso y el golpe (literal) vemos que la revolución personal está hecha. Este divertido personaje que pudo convertir un bodrio de iglesia en una genial canción de cancha se modificó, se movilizó. Ese plano final con él trotando cuesta arriba, ya sin la cara triste del primer plano, hizo valer el viaje y puso nuevamente a funcionar la maquinaria de sueños de la vida.

calificacion_4

 

 

 

ERROR 404, de Mariana Wainstein (Competencia Cortometrajes), por X.B.

Una buena tesis sobre los tiempos que corren. La moda de la tecnología que nos invade cada día más y nos hace prisioneros de nuestros nuevos hábitos.

Los empleados de una empresa sufren el corte de la red de internet por un buen rato. Sin posibilidades de seguir con lo que estaban haciendo, los invade la impaciencia y el aburrimiento, casi la desesperación.

Error 404, de Mariana Wainstein,  nos sumerge en nuestra propia vida, en la que no podemos estar un minuto sin conectarnos a algún aparato, y lo que hace que claramente perdamos de vista otras cosas. Lo que menos le faltaba a esa oficina es internet.

Con un elenco enorme (Mario Alarcón, Julieta Zylberberg, Iair Said, María Fernanda Callejón, entre otros) esta mini comedia sin dudas es para quedarse pensando.

calificacion_3

 

 

 

El Arrullo de la Araña, de José Celestino Campusano (Competencia Largometrajes), por X.B.

La araña que se queda en el camino

Para los que conocemos el cine de José Celestino Campusano, no nos hacen ruido varias cuestiones referidas a su forma de contar historias. Éstas mayormente tienen que ver con una denuncia social muy marcada, por lo menos hasta Placer y Martirio (2015), que consistía en un relato ficcional sobre una mujer oprimida por su pareja.

Con El Arrullo de la Araña, Campusano vuelve a sus orígenes. Si bien conserva un método que viene implementando desde la antes mencionada Placer y Martirio (trabajar con actores), aquí realiza nuevamente una mirada crítica: las nefastas y violentas condiciones en las que están trabajando tres empleados de una ferretería, machacados psicológicamente por su jefe y dueño del negocio.

Lo que más nos identifica con esta película es justamente esto, el lugar elegido es una ferretería que nos lleva a la claustrofobia, pero la problemática se podría trasladar en la realidad a cualquier ámbito laboral. Ésta es otra de las peculiaridades del cine de Campusano: el sabor amargo con el que nos deja.

Recurriendo a diálogos interesantes por momentos, aunque forzados y a veces inverosímiles, Campusano además peca  de animarse a jugar con otros planos y movimientos de cámara que no había utilizado antes y que no tienen razón de ser en el relato. Es como si se los hubiera elegido por una cuestión caprichosa más que para ilustrar la historia en sí.

El Arrullo de la Araña de esta manera se pierde lastimosamente dentro de la filmografía de un cineasta que supo cosechar reconocimiento por su estilo y mensaje. En esta oportunidad, pese a contar con una intención genuina, palpable claramente en todas sus películas, no logra que la historia rinda como tal. La araña se queda en el camino…

calificacion_2

 

 

Ximena Brennan

[email protected] | @AnXieBre

Cobertura completa del festival.

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