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FESTIVALES

6º Festival de Cine Nacional Leonardo Favio: Día 8

Viernes 25 de agosto.

El último día de programación fuerte del festival reservó algunos de los films más intensos de los últimos tiempos, además de una muy nutrida serie de cortos.

Centauro, de Nicolás Suárez (Cortometraje)

El codirector de Hijos Nuestros (2015) presenta un documental atípico. Podría clasificarse como un western criollo que mezcla la leyenda de una famosa criatura mítica con un personaje de carne y hueso: el hermano muerto del protagonista gaucho.

Así entre coplas, mates y guitarras la leyenda se hace real aquí en nuestras tierras. Mediante una matanza, se desata el drama con un final un tanto abrupto pero potente visualmente.

 

Trainspotter, de Ignacio Masllorens (Cortometraje)

Un bellísimo homenaje al compositor checo Antonín Dvořák y la leyenda de la composición de su pieza musical a lo largo de un viaje en tren desde Desdren, Alemania hasta Praga.

Un corto de estilo documental y musical que seguramente disfrutarán aquellos fánaticos de la música clásica. El relato se conforma de placas explicativas mechadas con imágenes de los paisajes  capturadas a través del cristal de la ventana del tren.

La sensación es relajante, como si el espectador estuviera abstraído con sus auriculares mirando hacia afuera en un viaje común, pero atrapante; y armándose una crónica del traspaso de una ciudad a otra.

 

El Costo Humano de los Agrotóxicos

Proyectado minutos antes del documental Semillas (2015), corto y largometraje fueron presentados por el Colectivo Tierra Viva y el equipo del Festival Internacional de Cine Ambiental que se realiza todos los años en Buenos Aires.

Este cortometraje de Pablo Piovano se nos presenta con potentes fotografías en blanco y negro de víctimas de las trágicas consecuencias del uso de los agrotóxicos, fundamentalmente en las provincias de Misiones, Entre Ríos y Chaco.

Con formato de video clip, con una abrumadora banda sonora compuesta por golpes de efecto de distintos instrumentos de percusión, la película estremece. Cada personaje retratado en la intimidad de su casa sirve de cachetada para que el espectador se movilice y no olvide jamás esos rostros.

 

Las Cinéphilas, de María Álvarez (2017 – Documental)

La directora María Álvarez brinda un cálido relato sobre la tercera edad con una sensibilidad, respeto y compromiso admirables. Con los diferentes testimonios de estas mujeres entrañables en las filas de los cines  pero también en la intimidad de sus hogares, es inevitable que el espectador cinéfilo se sienta identificado con este puñado de anécdotas deliciosas.

Abuelas de distintas edades que todas las semanas- sino todos días – se preparan para su mejor evento social: ir al cine con pasión, meterse en un mundo de ficción, algunas veces escapar de la realidad o simplemente soñar. Luego algunas se reúnen y debaten, otras recitan a la perfección los diálogos de las películas, y otras recuerdan a los galanes más famosos de la historia.

Las Cinéphilas (2017), como dice su directora, representa a una especie aparte de los demás seres humanos y ojalá que siempre tengan su sitio a donde ir. Ese cine que siempre las espera y que les abre una ventana de sensaciones y emociones que las impulsan a salir de sus casas. El cine como espacio, ellas como público. Con una estética técnica y sonora estándar, el documental no necesita más que ser captado, entendido como un relato acerca de un arte que puede salvar vidas.

calificacion_4

 

 

 

Semillas (2015 – Documental)

Las semillas son el alimento más preciado para los campesinos agricultores. El documental producido conjuntamente por ocho organizaciones de América Latina, hace visible su lucha de todos los días contra las ambiciones de las grandes corporaciones nacionales e internacionales por apropiarse de ese producto, privatizarlo y desterrarlo de sus orígenes.

Con testimonios de los protagonistas de esta situación, oriundos de Brasil, Ecuador y Argentina, entre otros; el documental registra un pedazo de historia: desde los pequeños productores, pasando por la problemática de la propiedad intelectual hasta la experimentación con las semillas en los laboratorios y los aviones que despiden sustancias tóxicas hacia los cultivos; las famosas fumigaciones.

Frente a la urgencia de crear y sancionar una ley nacional de regulación, la película se presenta como necesaria para entender un poco más el mundo agrícola, los distintos modos de producción (los fallidos y los correctos) y los pormenores de la lucha diaria de estos pequeños productores para evitar ser avasallados y aplanados.

calificacion_3

 

 

© Ximena Brennan, 2017 | [email protected] | @AnXieBre

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

 

Fin de Semana, de Moroco Colman (2016 – Largometraje), por Matías Orta

Desde hace años que una nueva generación de cineastas de la provincia de Córdoba llegan con sus creaciones no sólo a Buenos Aires sino al mundo. Proveniente de la arquitectura y de la música (fue un reputado DJ durante los ’90), Moroco Colman es uno de los representantes más recientes, y también uno de los más atrevidos. Al menos, así lo demuestra en Fin de Semana (2016)

Debido a lo que parece haber sido una pérdida humana, Carla (María Ucedo) viaja a Villa Carlos Paz, Córdoba, para reencontrarse con Martina (Sofía Lanaro). Este vínculo, nunca especificado, entre las dos mujeres de diferentes edades (Carla, ya madura, y Martina, de veintipico) es tenso al principio, pero de a poco irán recuperando algo que alguna vez fue, ¿o acaso fortaleciendo un lazo que nunca se había dado? Por lo pronto, ambas viven con una angustia que las lleva a canalizar sus penas en determinados excesos.

La ópera prima de Colman -que, según el director, no tiene mucha más relación con el cortometraje homónimo de su propia autoría que estrenó en 2009- es un drama intenso, cargado de misterio, donde es el espectador quien debe unir los puntos para completar el todo. El nivel de honestidad del realizador a la hora de plasmar la intimidad de los personajes lo lleva a mostrar situaciones sexuales de fuerte impacto. La de Martina con su “amigo” (Lisandro Rodríguez) es de carácter masoquista, con un nivel de crudeza destinado a incomodar.

Otro de los puntos fuertes reside en la estética, y para eso Colman recurrió a tres directores de fotografía: Gustavo Biazzi, Fernando Lockett y Pablo González Galetto. Lejos de responder a un capricho, cada uno se desempeña en diferentes secuencias, a fin de transmitir mediante la luz y el encuadre el estado de ánimo de los personajes.

Y hablando de personajes, María Ucedo y Sofía Lanaro llevan adelante la película, en actuaciones de gran exigencia física y mental. Ambas cargan con una sensualidad lejos de toda convención, pero con un encanto que las hace únicas. Completan el elenco, en intervenciones breves pero puntuales, Eva Bianco y Jean Pierre Noher.

En su ahora faceta como cineasta, Moroco Colman se diferencia de las propuestas de sus coterráneos y demuestra que tiene las condiciones para ser un autor a seguir.

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Corralón, de Eduardo Pinto (2017 – Largometraje), por M.O.

El lado oscuro de la condición humana es un terreno tan prohibido como fascinante. ¿Cómo no pensar que cada uno de nosotros está a pocos milímetros de perder la cabeza y cometer una atrocidad? ¿Es cuestión de tiempo para que la bestia interna se manifieste? Desde ya, un material precioso para el arte, como el cine. Argentina viene de dar ejemplos más que interesantes, empezando por Relatos Salvajes (2014), El Eslabón Podrido (2016) y El Otro Hermano(2017). Corralón (2017) bucea en las mismas aguas pantanosas.

Juan (Luciano Cáceres) e Ismael (Pablo Pinto) son dos empleados de un corralón del conurbano bonaerense. Siguiendo las directivas de su jefe (Carlos Portaluppi), trasladan material por la zona y también en diferentes ciudades. La relación con sus clientes suele ser amigable. Las cosas cambian cuando les toca tratar con un empresario elegante y adinerado (Joaquín Berthold); tanto él como su bella esposa (Brenda Gandini) no hacen más que manifestar desprecio. No dispuesto a dejarse amilanar, Juan decide mantenerlos cautivos, pero no para pedir un jugoso dinero por el rescate sino con un fin mucho más siniestro.

Como en las películas que dirigió anteriormente, Palermo Hollywood (2014) y Caño Dorado (2011), Eduardo Pinto vuelve a presentar personajes que sucumben a una vida criminal, con las terribles consecuencias que eso implica. Aquí comienza como un retrato costumbrista de la vida en unos trabajadores en apariencia comunes, y de a poco se va sumergiendo en un pantano de locura y perturbación, donde cada uno irá perdiendo lo poco que le queda de humanidad.

La fotografía en blanco y negro (también cargo del director) y la música de Axel Krygier son cruciales para construir un ambiente pesado, que funciona tanto para un registro de carácter realista (predominan las calles de tierra, las casas humildes) y potencia los aspectos más oscuros de la trama.

Luciano Cáceres se roba sus escenas como Juan, un devoto de los perros que cree estar haciendo lo que cree correcto cuando en realidad no hace más que abrir las puertas del infierno. La química entre él y Pablo Pinto (quien aporta algo de humor y conciencia al dúo) es el punto fuerte del film. No menos destacados son las participaciones de Berthold, Gandini y Nai Awada en el rol de una muchacha que tampoco es todo lo que aparenta.

Corralón habla de tensión social, habla de intolerancia, pero sobre todo, invita a confrontar con el animal que llevamos en nuestro interior. Un animal imposible de domesticar.

calificacion_4

 

 

Nuestra cobertura del festival.

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