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Semana del Festival de Cannes 2015: Love

Semana del Festival de Cannes 2015: Love

Luego de dos intentos fallidos para ver el último y esperadísimo opus de Gaspar Noé (el señor aquí mueve multitudes y juega de local, a lo que debemos sumar ese típico “sálvese quien pueda” de Cannes en materia de entradas/ invitaciones), la tercera fue la vencida y ahora podemos confirmar lo que intuíamos desde hace tiempo en lo que respecta al trasfondo del proyecto en su conjunto: con Love el realizador pasa de ser un provocador profesional a un simple chanta simpático, una transformación identitaria que debemos celebrar porque por un lado constituye una bienvenida novedad, y por el otro nos acerca a un arte más vital y cargado de una curiosidad cinematográfica que muchos de sus colegas deberían envidiar. A través de una andanada de flashbacks/ flashforwards, algo de texto sobreimpreso y una constante manipulación de la imagen, todos elementos formales que ya son marca registrada de la casa, hoy tenemos la historia del amor -fogoso y medio ridículo- entre Murphy (Karl Glusman) y Electra (Aomi Muyock), una relación que no le teme a la experimentación con la palabrería existencial, los narcóticos, los diversos géneros sexuales y otras cosillas.

Como ya se ha repetido hasta el hartazgo, la película incluye una tanda importante de secuencias de “sexo no simulado” (eufemismo por porno hardcore), aunque lejos se ubica de la estupidez de por ejemplo El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013), en donde no había mayor diferencia entre las escenas sexuales y el resto del andamiaje del film: aquí el gustito por el semen y los fluidos vaginales sí aportan un contraste que enriquece al relato porque -efectivamente- esos instantes son los únicos momentos de paz para los protagonistas, ya que por fuera de la cama todo se siente un tanto vacío e inconducente, amén de los frecuentes conflictos verbales. De hecho, llama la atención viniendo de Noé la ausencia casi total de planos detalle, en lo que podemos leer como una madurez del director orientada a privilegiar las tomas abiertas del coito (proponiendo una lectura más completa del acto sexual) por sobre los planos anatómicos del porno tradicional (en Love se deja de lado el naturalismo y la obsesión genital, verdaderos clásicos de la industria norteamericana).

En esta oportunidad el preciosismo erótico de Noé se muestra muy lúdico y autorreferencial, con muchas citas a su vida personal y una hilarante autoparodia a lo largo de la trama, lo que desemboca en buenas actuaciones por parte del elenco y una algarabía humanista como no se había visto en su carrera hasta la fecha. Si bien llegando al desenlace el film se siente un poco redundante y en general el argentino continúa con esos latiguillos medio bobalicones que pretenden despejar cualquier duda en lo referente a las moralejas del convite, es innegable que por fin ha quebrado el patrón conceptual altivo de su trilogía original, compuesta por Solo contra Todos (Seul contre tous, 1998), Irreversible (2002) y Enter the Void (2009): aquí la fellatio o la eyaculación son sinónimo de una especie de anarquía placentera que destraba esa rigidez discursiva de antaño que se mordía la cola, contradicciones mediante. En suma, estamos ante un artista que -con sus pros y sus contras- supo reinventarse a pura sensatez, logrando nuevamente patear el tablero en el contexto de una oferta cinematográfica cada vez más polvorienta y conservadora.

calificacion_3

 

 

Emiliano Fernández

(Crítica publicada originalmente en nuestra cobertura del 68º Festival de Cannes)

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