A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

La peli de mi novio…

La peli de mi novio…

¿Cómo les va, mis pequeños chichipíos carcomidos por los gérmenes patógenos de la ignorancia? A mí esta semanita me tuvo medio a los ponchazos. Estuve un tanto de capa caída. Volqué catanga, como quien dice, y hasta tuve que desembarcar en la guardia.

 La cuestión es que el viernes pasado me descompuse y me deshidraté, por lo que llegué a la clínica haciendo un verdadero espectáculo. Como me gusta ser el centro de atención, hasta que no me sentaron en una silla de ruedas y me semiinternaron, no estuve tranquila. Entré haciendo espaviento, hablando pavadas por la fiebre, llorando, pidiendo ayuda y retorciéndome como una estrella de Hollywood. Tal es así que, en un momento uno de los enfermeros (Sergio, un divino) me tuvo que remover las gafas oscuras de la cara que yo, como la diva que soy, no me había quitado ni para que me acostaran en la camilla. Qué puedo decir, yo soy una celebridad aunque el mundo todavía no se haya enterado, y tengo la responsabilidad de comportarme según lo establece el “Protocolo Mirtha Legrand y el subtratado Susana Giménez”, que se firmó en el ‘45, no sin derramamiento de vísceras.

 En fin, pasado el mal trago del todo, me mandaron a mi casa después de unas cuantas horas y tuve que reposar sábado y domingo. Entonces decidí encarar Narcos, de Netflix, y me eché al coleto los diez capítulos. De hecho, pensaba hablarles solo de eso en esta entrega de la columna, pero después cambié de opinión porque, como todos ustedes saben, mi novio estrenó una película y se recontra va a chivar si no hablo aquí de ella.

 Ahora bien, de Narcos sí voy a decirles que es muy sexy. Se le ven algunos hilos, algunas desprolijidades prolijas, el homenaje a Scorsese es permanente y asumido por José Padilha (Tropa de Elite), quien dirige el primer episodio y lo confiesa abiertamente, pero la cosa funciona bien y se siente aceitadita. La estética y la narrativa van de la influencia documental, a las películas narcos de fines de los setenta y principios de los ochenta, sin escalas y bien articuladamente.

 El protagonista americano Boyd Holbrook no es demasiado carismático, pero sí lo suficientemente gringo y eso le alcanza y le sobra para representar dignamente a su Steve Murphy, que pasa por una especie de transición entre que llega a Colombia como un “justiciero” hasta que termina transformado en un sacadito violento all the way, mientras narra todo el asunto en off. Pedro Pascal, en el rol del agente de la DEA Javier Peña, está tan maravilloso como estuvo con su Oberyn Martell de GoT. Luce al máximo su talento y su cuerpo, y le saca provecho a su condición de “latino converso”, poniéndole piel a un machito cogedor con corazón de oro, vigilante hasta las últimas consecuencias. Pero, como era de prever, los laureles se los lleva Wagner Moura como Pablo Escobar. Soberbio en su papel, y con una apuesta física muy fuerte, el tipo te hiela la sangre, cuando no te calienta la chichi. Habla español fluido, peculiar, con un acento extraño, es cierto, pero con una cadencia maravillosa y un color de voz verdaderamente virtuoso. Los que dicen que no le entienden, invierten demasiada mala leche en resentirse o, simplemente, el tapón de cera les tapó la mollera, empujado por el semen que les llegó al cogote. Moura habla dulcemente, con una tonada que despliega a partes iguales azúcar, picardía, amorosidad y, cuando toca el timbre: maldad aterradora. Por supuesto, se roba el show, pero eso no es ninguna novedad. Es un actor ENORME de talento profundo. ¡Quién pudiera laburar con él! No todos los días se ve a un tipo que lleva el oficio a calidad de arte. Y menos ahora, que está lleno de francellas haciendo las veces de decorado.

 Y eso es todo lo que diré de Narcos. Sugerencia: Véanla. Es, más que nada, latina y nuestra y, por alguna razón, eso conmueve en un buen lugar.

 Ahora sí, vamos a hablar de la peli de mi novio, el bombón de azúcar, tipito de goma, genitales destellantes, hombre de acero Henry Cavill que, de la mano de Guy Ritchie, estrenó El Agente de C.I.P.O.L y que, para jorobar el fin de semana con unos cuantos pochoclos disponibles, sale como piña.

 Debo decir que, mal que me pese, los laureles de carisma y acting se reparten entre Armie Hammer con su Illya Kuryakin (sí, lleva n) con una mirada que va desde la violencia hasta la dulzura, el desamparo y enamoramiento total en un abrir y cerrar de ojos, y Hugh Grant, que hace lo que mejor sabe: robarse las líneas más jugosas. Cavill, por su parte, compone un más que digno Napoleón Solo, elegante, sardónico y brutal a dosis justas. Alicia Vikander, muy hermosa, aporta la femineidad y fragilidad que se requiere en este tipo de despliegues, con una porción extra de dulzura, que funciona al dedillo.

 A simple vista, a mí la cinta me pareció “rescatada en montaje”. Funciona, sí -casi perfectamente, de hecho-, pero uno no puede más que pensar que hay un laburo de montaje extra, que subsanó carencias de rodaje. Muchos clips musicales, muchos gags con fuerte refuerzo sonoro, algunas escenas a las que, da la sensación, le faltan un par de planos. Vaya a saber… Por ahí estoy proyectando. Nunca se sabe… De todas maneras, el viejo Guy produce algo bien de su estilo y sale airoso del reto de llevar a la pantalla grande, aggiornando dignamente, una serie icónica como esta.

 Por estos días parece que, en general, en el hemisferio occidental, estamos enfermos de una especie de nostalgia de los sesenta y setenta. El glamour y el desenfreno de la época, sumado a su fuerte condición de trendy, parece llamar una y otra vez a los realizadores a abrevar en el período. No puedo dejar de preguntarme por qué. ¿Acaso extrañamos el sexo? ¿Extrañamos aquel código directo de depredación sexual de los varones y la levedad de la liberación reciente de las mujeres, post píldora anticonceptiva? ¿Estamos aburridos acaso de la fenomenal corrección política que ataca al lenguaje y a la narrativa por estos días? ¿Perseguimos esa especie de fauvismo que reinaba por aquellos años? ¡La respuesta la tiene Magoya! La ropa era espectacular…

 La banda sonora se lleva un capítulo aparte. Se dan todos los gustos: Nina Simone, Peppino Gagliardi, Roberta Flack, Solomon Burke… Una panzada maravillosa de intérpretes que le imprime un sello de calidad y de nostalgia a un film que, de otra manera, sólo llegaría a categoría “producto” redonda y asquerosamente y que, ahora, se deja disfrutar con tintes voluptuosos y, en todas las manaras, pop.

 La nota de color tal vez más llamativa, sea acaso el cameo de un casi irreconocible David Beckham como proyectorista de negativo de una de las organizaciones. Con grandes anteojos y una calva incipiente, el tipo aparece en una breve escena y despunta el vicio en la peli de su amigo. Linda plantita, linda.

 Gran vestuario, buena foto y un desbocado diseño de producción, enmarcan ajustadamente todo el asunto y el humor, a la orden de cada escena, la vuelve una buena opción para ir a reírse un rato y pasarla bomba este fin de semana que se viene.

 Por supuesto, mi novio se luce… es un cucurucho. Pero eso ya es harina de otro costal.

 Ahora, a comer arrocito y a seguir de pachanga que siempre es bueno mover las pompis. ¡Abrazo zoquetes del mundo, traten de que no se les suelten los patines!

Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

Also you can read...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter