A Sala Llena

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¿Qué hay de malo en ser una chica?

¿Qué hay de malo en ser una chica?

Después del primer episodio, que es una verdadera proeza noir, Jessica Jones se va realmente a los caños. Todo lo que promete en el piloto, su atmósfera oscura, su apareamiento con la novela detectivesca, su sensualidad subyacente, su abierta y demacrada sexualidad, su exaltación del trauma, todo ese jugo, se convierte en cenizas. En absurdas, tediosas, machistas y estereotipadas cenizas.

 Qué puedo decirles… algunos pensaban que iba a ser el show a vencer, después de haber visto la temporada completa creo que es, básicamente, el show a olvidar.

 Reconozco que al principio me había verdaderamente entusiasmado. Yo disfruté muchísimo Daredevill y creo que es una de las series del año. Es por eso que me parecía que Jesica prometía, y mucho. Pero, como decía mi vieja profesora de danzas que odiaba que hiciera cualquier otra cosa: El que mucho abarca, poco aprieta”. Y, tal vez, el afán crossover que motiva a la gente de Marvel y Netflix por estos días los haya llevado a una especie de “repetición plantilla” de espacios, pulsos y personajes, que hace que la nueva serie se vea desprovista de contenido y pifie por completo el drive.

 Conforme van sucediéndose los capítulos, los personajes periféricos cambian mil y una veces de carácter, toman un millón y medio de decisiones absurdas, aparecen, desaparecen, hacen una culada de llamadas telefónicas inverosímiles y se desgañitan en vano, tratando de rellenar los agujeros de guión de una trama de idas y vueltas completamente forzada y, por momentos, tediosa. Reacciones traídas de los pelos, descubrimientos ingenuotes, rehabilitaciones que conllevan minutos, personajes mal estructurados (salvo dos o tres), desorden narrativo y las peores escenas de sexo jamás filmadas, conforman un cóctel con una verdadera pulsión suicida y no de las buenas.

 La desenvoltura de la narrativa parece más bien adolescente, rebuscada, oscura en el mal sentido e indecisa a niveles realmente llamativos.

 Y para un show que la va de mujeres, la heroína es verdaderamente insoportable en su despliegue de clisés de mina dura, traumada y con ínfulas de anacoreta. Nadie le cree nada ni por un solo momento. Ni su voluntad solitaria, ni su sex appeal, ni su absolutamente impostado y casi paródico alcoholismo. Hay momentos en que te dan ganas de dibujarle una vagina, a ver si de verdad le crece un cerebro. Porque parece que esta mina, bajo los pantalones, es igual a Ken el muñeco anatómicamente incorrecto, novio de la Barbie. Me dio vergüenza ajena verla cogerse al tremendo espécimen masculino que encarna Mike Colter (Luke Cage, Power Man), montada encima de él, sacudiendo su pelvis infantilmente y frenéticamente. Posando como un varón. Daba pena. Replicaba una escena de sexo escrita por el adolescente virgen promedio. Bang, bang, bang, bang… Y con el corpiño puesto. ¡Cerrame la siete y mandale un lemoncello de cortesía!

 La serie, que se pretende empoderadora y feminocéntrica, construye su relato en torno a una heroína cuyos poderes la aproximan más y más a un varón, alejándola casi por completo del universo femenino, su imaginería, sus bases y sus fundaciones. Y no estoy hablando solo del ornamento, de la armadura femenina; estoy hablando de las venas, del núcleo de lo que significa ser una mujer. Los poderes de Jesica Jones, su herramienta de defensa y ataque dentro de la diégesis del relato, son intrínsecamente masculinos. Y todas las estrategias que despliega contra el villano Kilgrave (Purple Man, un deleznable criminal sexual, psicópata asesino dominador de mentes) también son de base y motorización fálica. Claro que la serie no tiene esa intención, es una intención que se cuela en la narrativa de manera inconsciente, y merced a años y años de subversión de los valores femeninos, propulsados por la mirada de los hombres.

 Así, Jessica Jones se convierte no en una mujer verdaderamente poderosa, si no en una mujer con poderes. Y una mujer con poderes no es lo mismo que una mujer poderosa. El estereotipo al que suscribe esta morocha tomboy, no perturba, ni interpela, ni amenaza verdaderamente la tranquilidad sexual del varón. Porque a la larga, siempre se prefiera ver a una mujer masculinizada para subyugar al hombre, que siendo totalmente mujer para hacerlo. Tal vez sea justo decir, que en la escena en la que todo se resuelve (no quiero spoilear de qué manera) la guionista (Melissa Rosemberg) se reivindica un poco en este sentido… Pero no alcanza.

 Aun así, la trama básica -es decir, la historia motora- tiene cierto gancho y hace que llegues hasta el final sin volarte las fosas nasales. Sí interesa ver resueltos algunos misterios y sí da algo de alegría un cross over sorpresa en los capítulos finales. Pero hasta ahí nomasito y sin ningún brillo particular.

 No puedo evitar preguntarme el porqué de esta producción. Es decir, cuál es el motivo detrás de hacer, después del gran producto que es Daredevill, inmediatamente esto. No dejo de pensar que no hacía falta, pero esa no es razón suficiente. Creo que me da pena que se haya desperdiciado una oportunidad tan grande.

 La mayor parte de la crítica no coincide conmigo. Pero, si tenemos en cuenta que es la misma crítica que no cachó un fulbo con True Detective 2 (una obra maestra), me quedo tranquila.

 Me gustan las mujeres fuertes, que vuelan, que pegan piñas, que levantan autos por sobre sus cabezas. Las amo. Pero me gusta cuando son mujeres, cuando abrazan esa condición.

 El universo DC sacó en este año la ya baqueteada Supergirl. En uno de los primero episodios, Calista Flockhart defiende el nombre que ella misma le puso a la kriptoniana y dice: “¿Qué hay de malo en ser una chica? Yo estoy aquí, en este imperio de las comunicaciones y soy su cabeza, soy poderosa y soy una chica”. Esa misma pregunta me hago.

 Supergirl viene de mal en peor en términos de audiencia y calidad de producto, pero ESA COSA, ESA CUESTIÓN, la encara mil veces mejor que esta cruza parda que es Jessica Jones. Una tipa que no querés de enemiga, por supuesto, pero que mucho menos querés de amiga.

 Como siempre les digo, juzguen por su cuenta y después me cuentan. (Me salió un verso, sin esfuerzo).

Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

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