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Mex Faliero: Batman & Robin

Mex Faliero: Batman & Robin

Un muñeco de goma deforme

Cuando en 1989 Tim Burton estrenó Batman, fue una verdadera sorpresa descubrir que el personaje era algo más complejo y oscuro que aquella recreación televisiva interpretada por Adam West en los 60. Uno, que no era lector de cómic, esperaba un poco de “Bati-Twist”, golpes como onomatopeyas estallando en la pantalla y un colorido pop y kitsch graficando el absurdo. Obvio, uno -apenas un niño por entonces- desconocía en verdad qué cosas eran el pop, el kitsch y la psicodelia. Incluso desconocía qué cosa era Tim Burton (Batman fue la primera película suya que vi). Pero más allá de todo, Batman era otra cosa, una comedia de aventuras con gente disfrazada, y no ese tipo torturado que salía por las noches a vengar la muerte de sus padres. De todos modos fue una verdadera experiencia y nos dejó una base sólida para disfrutar muchísimo más con Batman vuelve, la mejor película de Burton a la fecha y seguramente una de las mejores adaptaciones del mundo de los superhéroes. Con apenas dos films, el director construyó un universo estético que sirvió de referencia y además permitió vislumbrar que el universo del cómic era una fuente donde la industria del cine podía abrevar. Claro, en el medio se dio el episodio Joel Schumacher y los hombres en calzas de DC y Marvel tuvieron que esperar un tiempito para volver a tener protagonismo.

Al momento de correr a Burton de la dirección, Warner lo acusó de exagerar con la oscuridad, algo realmente curioso: si las películas de Batman habían sobresalido y se distinguieron fue precisamente por ese toque gótico y barroco desde el diseño de arte y la construcción de personajes. El paso siguiente, entonces, era hacer las cosas un poco más divertidas: la contratación del poco confiable Joel Schumacher para hacerse cargo de la dirección aseguraba algo menos personal, pero con mucho más cotillón. Y Batman eternamente fue un desastre absoluto, básicamente por un problema a la hora de encontrar su tono: más allá de dos villanos imposibles (Jim Carrey y Tommy Lee Jones están realmente muy mal), el inconveniente mayor de la película es que se notaba en Schumacher la intención de hacer algo más cercano al espíritu de la serie de los 60 pero sin dejar de lado la estética burtoniana. Lo que queda es un pastiche al que sin embargo le fue muy bien en taquilla, motivo por el cual la franquicia siguió viva y Schumacher tendría una nueva oportunidad: la desbocada -y querible- Batman & Robin.

Hay que reconocer que algo de justicia existe en torno al castigo sobre aquella película, porque si bien hay elecciones deliberadas por parte del director, resulta absolutamente fallida. Sin embargo lo que me gusta defenderle es su honestidad y su desfachatez absoluta, y el hecho de que, ahora sí, Schumacher haya hecho la película que finalmente quería hacer. Ya no hay devaneos burtonianos; lo kitsch, lo pop, el colorinche, el humor autoconsciente, conviven con una trama imposible y con una psicología de personajes absolutamente lineal (ver nomás a un Bane más estúpido aún que el Bane de Nolan, de ser eso posible). Las cosas son explícitas desde el primer minuto: Batman y Robin salen a combatir el crimen y el cambio de vestuario incluye zooms sobre el culo de ambos personajes enfundándose en sus trajes de goma, sin mencionar las ya míticas tetillas; Batman asegura que nunca sale de casa sin su “Bat credit card”; los secuaces del Capitán Frío roban un diamante jugando al hockey sobre hielo; el propio Schwarzenegger (uno de los peores villanos que recuerde) hace un festival del juego de palabras tonto poniéndole “freeze” a todo lo que se le cruza, sin olvidar a Batichica diciéndole a Hiedra Venenosa que iba a hacer compost con ella; ya que estamos, lo de Hiedra Venenosa es una versión falopa de la Selina Kyle de Batman vuelve. Batman & Robin estalla ante nuestros ojos como una piñata repleta de boludeces, pero boludeces muy queribles. Es el muñeco de goma que salió mal y en la fábrica lo desechan por deforme.

En definitiva, lo que terminó demostrando Batman & Robin es que la industria de Hollywood -ese Satán- siempre tiene razón. El público de los cómics había crecido y ya no aceptaba películas de superhéroes ridículas; inconscientemente se fundaba en ese fracaso todo un movimiento que tardaría unos años hasta convertirse en el mayor sostén del cine mainstream norteamericano; ese que llega hasta nuestros días. Si las películas de superhéroes en la actualidad aceptan la comedia (de hecho las mejores son las que apuntan en esa dirección, aunque obviamente no sean las más exitosas), también es cierto que lo hacen sin dejar de lado cierta solemnidad y rigor. Aquella película de Schumacher a punto estuvo de quebrar la franquicia y destruyó algunas carreras (O’Donnell, Silverstone). Tanto es así, que aún hoy el director pide disculpas públicas por lo que hizo. Una verdadera pena, porque dejando de lado los prejuicios se trata de una película realmente divertida y lúdica, imposible en muchos aspectos pero absolutamente noble. Tal vez a partir de los 90 el espíritu de aquella serie televisiva solo puede ser asimilado por medio del consumo irónico, que es a todas luces el verdadero Thanos del mundo del consumo audiovisual actual.

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