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CRÍTICAS - SERIES

Casi feliz

WHITE NEUROTICS COMEDIANS PROBLEMS

Casi feliz es otra comedia de duración corta que pretende vincular al protagonista de ficción con el personaje de la vida real, aquí es Sebastián Wainraich haciendo de Sebastián (al menos en los primeros episodios no se le conoce un apellido). Es conductor de radio, standupero, hincha de Atlanta y otras cosas pero más que nada es el estereotipo del neurótico que siempre soñó interpretar, ese que perfila Woody Allen en un sentido más clásico y Larry David en uno más moderno. La particularidad es que el Wainraich guionista (escribió todos los episodios) busca inocularle a este formato prefabricado de comedia estilo egotrip su mirada sobre diferentes tópicos, casi todos relacionados de alguna manera con su propia vida. En el primer episodio (Permiso de viaje) se presenta la obsesión del tipo maduro y separado (acá divorciado) que tiene fantasías con su ex mujer pero que al mismo tiempo no pierde chances de sentir lo que puede ser conocer a alguien nuevo, ocasional, y hasta también imaginar situaciones posibles de soltero reciente. En ambas direcciones radica una manía que proviene del cine argentino: hacer creer que el protagonista maduro tiene una edad similar a la de su contrafigura femenina. El problema es el verosímil, no la diferencia de edad. 

La serie no halla su lugar, quiere hacer reír con las situaciones de un hombre maduro pero también necesita hacer mella en tópicos como la muerte y el bullying (que aparecen en los capítulos dos y tres, respectivamente). En esa mezcla se disipan las risas y la poca profundidad de los temas considerados más serios. El vaivén entre comedia y drama le sienta muy cómodo al Wainraich standupero pero no a su Sebastián, que evidencia falta de composición porque solo parece pasar letra con sus compañeros de escena. El desequilibrio actoral es terriblemente notorio en ciertos pasajes, en especial las escenas que comparte con Julieta Díaz o los pocos minutos con Gustavo Garzón; incluso el propio Adrián Suar (con un par de escenas en el episodio dos) parece Steve Martin al lado del protagonista. Es cierto, Jerry Seinfeld tampoco sabía actuar pero compensaba esa flaqueza con sus tonos y, principalmente, con la autoconciencia de esa limitación. El concepto de “llevemos todo lo que charlamos en Metro y Medio (el programa de Wainraich) a una serie” no es suficiente; hay mayor exigencia en un cualquier formato de ficción más allá de las autoreferencias y licencias dramáticas sobre situaciones verídicas. Tomemos el siguiente ejemplo: el chiste de “se murió mi psicólogo”, que necesita el refuerzo de un flashback, ¿cuántas veces lo vimos en un comedia corta o en una sitcom? ¿Por qué una serie de menos de treinta minutos debería recordarle al que la está viendo una situación que sucedió diez minutos atrás? No importa que la cabeza del protagonista juegue con sentimientos encontrados (su miedo a la muerte, el humor negro), a pesar de que la frase en cuestión haya sido dicha en un programa en vivo y todos creyeran que se trataba de un chiste. El flashback en este tipo de productos casi siempre tiene una función paródica que puede ser citar, ironizar o revertir una situación similar conocida, al menos por una parte del público.

La dirección de la serie, en manos de Hernán Guerschuny, también se debate en un péndulo, esta vez entre el producto televisivo y la comedia cinematográfica. En el primer casillero está el exceso de musicalización de las escenas que exacerba el drama o busca apuntalar la comedia, dependiendo el caso. La fotografía y la composición de cuadro también se ven desarticuladas; los momentos de interior y de estudio que tiene una comedia televisiva no encajan cuando algunas escenas de exterior exhiben el tratamiento de una película, por ejemplo, la búsqueda de un contraluz perfecto para el plano en el restaurant del primer capítulo. La asociación Guerschuny – Wainraich tiene un antecedente y es Una noche de amor (2016), que se focalizaba en el universo del hombre maduro confundido sentimentalmente. Allí existía al menos eso, una mirada hacia un tema y con un espesor narrativo algo más desarrollado aunque con muchos de los problemas aducidos aquí.

Que el ritmo de la radio, con los temas que gustan y obsesionan a su conductor, funcione diariamente no significa que su transposición vaya a tener una eficacia siquiera similar. Tampoco que la inmediatez del stand up habilite copiar y pegar los diálogos en un guión. Casi feliz es un esfuerzo nuevo de la comedia argentina por adoptar el ritmo, la frescura y la precisión quirúrgica de diálogos y situaciones. Es muy difícil que todo esto se cumpla si una sola persona se encarga de casi todo, y más en una serie en la que el ego no se esconde ni por un segundo.

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Argentina, 2020)

Guion: Sebastián Wainraich, Alejandro De Grazia, Hernán Guerschuny. Elenco: Sebastián Wainraich, Natalie Pérez, Santiago Korovsky, Hugo Arana, Adriana Aizemberg, Peto Menahem.

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