NOUVELLE MAGVELL
Vamos a tener que seguir prestando atención a esta red o ensalada que Disney y Marvel están tejiendo y cocinando con sus películas y series. En realidad, es algo viejo: es lo mismo que Marvel hizo desde 1966 en adelante, eso de que todos sus personajes se interrelacionaran y que las fronteras entre los diferentes relatos se difuminara. Claro que no había tecnología que pudiera transformar aquello en cine o en televisión. Un poco lo que está sucediendo es eso: reeditar con la tecnología del siglo XXI y las capacidades de la banda ancha lo que antes se hacía con papel y tintas. Para más datos sobre el tópico, lean Supergods, de Grant Morrison y Súper Hollywood, de mi amigo Juanma Domínguez, que permiten entender lo que, creo, es un movimiento capital (lo que no implica directamente bueno, ni malo) del audiovisual contemporáneo.
Pero quedémonos con que, por razones varias, hoy todo es cine de superhéroes. Vean por ejemplo Cruella, que es una especie de Batman de lo fashion. Vean, por ejemplo, Frozen, donde la princesa mágica descubre que un gran poder implica una gran responsabilidad. Vean cómo en Rápidos y furiosos la armadura de Tony Stark muta en autos veloces. Todo va por ahí. Hay algo que dice muy bien Quintín en La vuelta al cine en 40 días respecto de Endgame: que antes en las películas de acción las secuencias de diálogo eran el “descanso” de las de acción (que eran las que contaban, en todo sentido) y hoy es al revés: hacen falta secuencias de acción para que pueda haber esas secuencias de diálogo, que son las que cuentan porque conservan y difunden ideas sobre lo humano. Y me cito: cuando se estrenó Capitán América y el Soldado de Invierno, film que es más que una remake de Tres días del Cóndor (no, nada gratuita la presencia de Robert Redford) dije que cada película nueva de superhéroes traducía a un universo muy conocido de personajes (y marcas, obviamente) los viejos géneros del cine. Agrego ahora: quizás es la única manera en que estas formas sobrevivan para un público que se convierte en superser cada vez que juega Fortnite o cualquier otro juego de acción on line en tiempo real.
Las series de Marvel-Disney extienden esa tendencia de un modo mucho, muchísimo más explícito al sistema de mayor penetración del audiovisual, las plataformas on demand. Cada una de las hasta ahora tres (dos terminadas, una en desarrollo de la que nos ocupamos acá) series tiene como modelo un tipo o un género televisivo o audiovisual. WandaVision es un juego con la sitcom que, al mismo tiempo, nos dice que la sitcom ya hizo todo lo que podía. No por nada es una obra (digámoslo: una película larga) sobre la pérdida, el paso del tiempo, la resignación y, al mismo tiempo, la rebeldía ante la resignación, el paso del tiempo y la pérdida. Falcon y el Soldado de Invierno es Arma mortal, y es James Bond, y es un thriller político, y es una declaración sobre el racismo (demasiado explícita) que hace algo notable -otra vez aclaremos: decir “notable” no implica un juicio de valor-: dice que todo el mundo, incluso los malos, tienen algo de razón. A mí me recuerda mucho a Starsky y Hutch, por ejemplo. Y a La familia Ingalls: setentismo televisivo 1.1.
Y ahora llega Loki. Lo más raro de Loki es ser un objeto raro. Un villano que viaja por el tiempo para deshacer aquello que, sin querer, hizo. Un tipo que demuestra que no puede consigo mismo, que le gana su propio temperamento, que es el autoboicot en estado puro. En cierto sentido, Loki no responde a la lógica de Marvel-Disney aunque su estilo visual recuerde explícitamente la década de los setenta. Es otra cosa. El primer episodio, que incluye una serie de explicaciones sobre cuestiones muy retorcidas, es efectivamente expositivo y muy “hablado”. Pero incluye una discusión sobre el libre albedrío que parece la de Trintignant y Francoise Fabian en Mi noche con Maud sobre el pecado (Maud sería Loki; Trintignand, Morbus M. Morbus, el detective burócrata que interpreta Owen Wilson). El universo del TVA (esa “policía del tiempo” bastante inspirada en La legión del tiempo de Poul Anderson) está trabajado igualito que el de Alphaville. Y la multiplicidad surreal (el dibujito animado cuya voz hace Tara Strong, especialista en estas lides por ser la Raven de esa maravilla cómica que es Teen Titans Go!) tiene mucho de experimento pop sesentista. No es posible encontrar un modelo sencillo para la serie (ni siquiera aquella tira de los 80 que duró poco, Viajeros, donde un agente temporal y un pibito recomponían la Historia; lo más parecido sería la tira animada de Jay Ward Peabody y Sherman) y lo más interesante es que todos los actores se la toman bien en serio, aunque no deja de ser una especie de humorada “desde afuera” del MCU.
Solo vi dos episodios (como ustedes, probablemente) y sería poco honesto establecer un juicio definitivo. Quizás todo se estandarice en los cuatro episodios que quedan y todo sea perseguir a un villano, alguna sorpresa que nos pone en vilo, final abierto y veremos qué pasa después. Pero al menos en estos dos, que incluyen una secuencia hablada en latín, discusiones casi surrealistas, a Wilson riéndose un poco de sí mismo y a Tom Hiddleston disfrutando de un personaje mucho mejor que su modelo de los cómics, hay como un gancho, un interés que nos permite pensar que el enorme telar de las fantasías todavía permite una puntada innovadora. Si Deadpool rompe la cuarta pared, Loki parece vivir en el deseo de dar vuelta las otras tres. Veremos dónde nos lleva, y si no permite a los superhéroes (al menos en la pantalla hogareña, donde la intimidad permite más audacia) tener una nueva ola.
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(Estados Unidos, 2021)
Creador: Michael Wardon. Elenco: Tom Hiddleston, Owen Wilson, Gugu Mbatha-Raw, Richard E. Grant. Producción: Tom Kauffman, Michael Wardon.
