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CRÍTICAS - SERIES

Normal People

FILMAR EL DESEO

Una de las grandes y felices sorpresas de esta ochentena ha sido el hallazgo de Normal People.

La serie -producida por la BBC y la plataforma estadounidense Hulu- consta de doce capítulos de menos de media hora y está basada en la novela homónima de la irlandesa Sally Rooney, quien irrumpió como suceso literario en el 2017 con su libro “Conversaciones entre amigos. Rooney escribió la serie junto con Alice Birch y también es productora asociada. Los seis primeros capítulos fueron dirigidos por Lenny Abrahamson, coterráneo de Rooney y director de La habitación, mientras que los últimos seis corrieron por cuenta de Hettie MacDonald, realizadora de la miniserie Howards End.

Este equipo sólido, experimentado y brillante nos ofrece una obra de arte que reverbera en el espectador bastante tiempo después de terminar de verla.

No es fácil poner en palabras estas sensaciones porque si de algo trata Normal People es de cómo es difícil expresar sentimientos intimos profundos, dar a conocerlos, entregarlos a otro.

La pareja protagonica, Marianne y Connell (los adorables Daisy Edgar-Jones y Paul Mescal), son la gente normal del título que vive una historia de amor fuera de lo común. O quizás lo diferente de esta historia, que apela a la esencia del romanticismo, es que las dificultades que atraviesa ese amor no son introducidas por personajes o eventos secundarios. No hay, como en las telenovelas o en los clásicos de la literatura romántica, malvados dispuestos a todo para separarlos, terceros en discordia que se tiran por las escaleras o inventan embarazos que separan a los protagonistas. Marianne y Connell son sus propios salvadores y verdugos al mismo tiempo. Esas almas que se descubren y no pueden vivir una sin la otra también son las que los hacen separarse a fuerza de malas decisiones, equívocos y palabras no dichas.

Normal People retrata, de una manera única, la fuerza del primer amor, el descubrimiento del sexo en el último año de la secundaria y el deseo voraz que solo se experimenta y se vive de una manera particular en la primera juventud. Despojada de la narración clásica, a fuerza de elipsis, la serie nos lleva de las narices y solo deseamos que los protagonistas estén juntos más allá de sus diferencias de clase y entornos sociales.

Describir el argumento de la serie es quitarle en parte su originalidad. Hay sucesos, hay retratos de la personalidad de los personajes, hay una madre sensata y cariñosa y otra distante y déspota. Hay relaciones con otros que inciden en la trama, pero al final todo se resume en los ojos anhelantes de Marianne y Connell, en sus cuerpos deseantes y sus mentes torturadas que no pueden expresarse como realmente quisieran.

Desde el día en que Marianne se atreve a decirle a un Connell ruborizado que le “gusta”, en el sentido profundo del término, sus destinos estarán unidos para siempre.

Son los pequeños detalles los que subrayan ese amor joven que comienza en el secundario y sigue a lo largo de los años universitarios. El sexo en camas de una plaza, en dormitorios universitarios, apoyados sobre la pileta de la cocina. Esa voracidad que asoma en la juventud y que queda sellada a fuego. Todos tenemos una persona que nos marcó, que nos hizo conocer otros mundos, por la que hemos sentido que la Tierra se rompía a su paso. Puede ser un amor correspondido o no. La potencia de la juventud, en los años en los que uno puede ser adulto sin el peso real de esa palabra, está desarrollada con maestría. Todo nos puede volver a pasar, pero nunca va a tener la intensidad de esos años.

En la imposibilidad de la concreción del amor más allá del deseo aparece Jane Austen con una fuerza inusitada. No importa que Normal People transcurra en la actualidad. Las diferencias de clase, los estereotipos, las limitaciones según el género, la crueldad del entorno y lo no dicho son universales y atraviesan todas las épocas. En una suerte de Orgullo y prejuicio moderna, Marianne y Connell son el uno para el otro, pero no logran estar juntos porque no pueden decir lo correcto en el momento justo. Seguramente ser diferentes en un pueblito minúsculo de una Irlanda conservadora y ultracatólica no sea un contexto que los ayude.

Al mismo tiempo, la modernidad de Normal People evoca la obra de una joven directora francesa como Mia Hansen-Løve, especialmente por sus películas Un amor de juventud Maya, en su manejo de las elipsis y la manera de filmar el deseo. Ese deseo por el otro manifestado en la mirada, esa sensación de que cuando aparece la persona el mundo de alrededor, se desdibuja y el corazón se acelera traspasa la pantalla por las actuaciones magistrales de la pareja protagónica. También lo hace la puesta en escena perfecta y sutil, especialmente en los primeros seis capítulos, en donde la cámara se centra en los cuerpos y las miradas en espacios cerrados, jugando con la distancia y el acercamiento que sienten los personajes.

Igualmente es la tensión romántica lo que conmueve. Cuando no están juntos, Marianne y Connell se siguen amando, ya sea como mejores amigos, como ex novios o a la distancia. Hay algo de ese sufrimiento de querer y no poder que a veces es más fuerte y placentero que la concreción del amor.

No hay giros de guión convencional que expliquen por qué Marianne y Connell no pueden vivir su amor en plenitud, por qué eligen separarse cuando pueden estar juntos. Sin embargo, al margen del deseo de los espectadores amantes de los finales felices, el amor está ahí: intacto. Como Scarlett O’Hara y Rhett Butler, Marianne Sheridan y Connell Waldron siempre tendrán un mañana.

 

 

@ Mariela Sexer, 2020 | @marielasexer

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Irlanda, 2020)

Dirección: Lenny Abrahamson, Hettie Macdonald. Guion: Alice Birch, Mark O’Rowe, Sally Rooney. Elenco: Daisy Edgar-Jones, Paul Mescal, Desmond Eastwood, Aislin McGuckin.

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