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CRÍTICAS

Crítica: Hedda, por Flavio Hidalgo del Castillo

Un laberinto impuesto

Sin lugar a dudas Henrik Ibsen es uno de los apellidos inmortales del teatro, desde el siglo XIX. Desde ese tiempo cada vez que sus obras fueron revisadas, el papel femenino fue siempre considerado como “rebelde” para su época. Los modelos de mujeres que delineaba la pluma de Ibsen, fueron puestos en tela de juicio por no cumplir con supuestos mandatos, cruzaban límites que las dejaban fuera de juego y a su vez desenmascaraba una sociedad llena de hipocresía en esos tiempos.

Para la publicación de Hedda Gabler en 1891, Ibsen ya era un nombre vital para el teatro.  Pasaron más de 100 años, y ubicándonos aquí en el 2018; su obra y sus modelos femeninos siguen teniendo tanta actualidad, como fuerza, para imponerse a través de su jaula de cristal.

Esta adaptación que nace de las manos de Nayla Pose y Melina Petriella, lleva por nombre tan solo Hedda, en esas cinco letras se encierra una mujer prisionera en sus días de casada, por la cual ve pasar su vida como algo monótono. A través de un sinfín de tejidos de araña que ella misma crea y manipula.

En su frustración nace su miedo y su odio. ¿Es quizás Hedda solo víctima de las costumbres y los mandatos asfixiantes de su época? ¿Es libre de culpa si acaso su cadena imaginaria no sería tal o es su naturaleza destructiva hacia todo lo que la rodea, su reflejo más fiel?

Los días de Hedda Gabler pasan como cuchillos para su espíritu. Con una posición económica muy cómoda, una casa y Berta, una sirvienta cómplice que apaña sus actos insensatos.

Thea es su amiga de las épocas de estudiante y parte de su ámbito. En esta relación se ve una chispa de incomodidad, a la par de cierto deseo adormecido por lo prohibido.

Es con la llegada de  Lovborg, escritor amigo de su marido y antiguo amante de la misma Hedda, que se rebela un triángulo de relaciones entre estos tres personajes, por cuanto un manuscrito de una obra literaria inédita será la llama que determine el destino de los mismos.

Cate Blanchett, Ingrid Bergman, Isabelle Huppert (todos nombres reconocidos de la  gran pantalla), han sido portadoras de la máscara de Hedda Gabler, que en este caso lleva la piel de Melina Petriella, quien es una gran portadora de ese fuego interior que vive en su personaje. Ella deja expuesta, con su trabajo actoral,  a su Hedda en un sinfín de miedos y envidias, vicios marcados y donde uno lograr sentir empatía por una mujer, que por momentos, no siente piedad.

María Abadi (Thea), Pablo Chao (Lovborg), Nayla Pose (Berta), son parte de un bloque sólido, donde el cuerpo de sus personajes reposa en su incuestionable calidad actoral. No hay Hedda posible sin estos tres seres encarnados sin fisuras y con grandes lucimientos.

Por su parte la escenografía posee aciertos especiales. Otros aciertos los encontramos en el vestuario de Rodrigo Gonzalez Carrillo y Belén Parra respectivamente. Dan con un clima de encierro y a la vez señorial en cuanto a la puesta, donde el vestuario marca el punto de elegancia y sofisticación adecuado.

La dirección de Nayla Pose toca  las teclas necesarias debido a  que la obra de Ibsen goza de una actualidad por momentos inquietante. Esta adaptación es un reflejo perpetuo de los fantasmas de una época que no se fue. En las garras de un patriarcado asfixiante se define cada acción, donde los cuerpos que pueblan la escena son títeres de un destino al cual no es posible escapar.

Teatro: El Brío – Álvarez Thomas 1582

Funciónes: Viernes 21hs

Entradas: $ 200,00 / $ 180,00

© Flavio Hidalgo del Castillo, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Adaptación: Melina Petriella, Nayla Pose. Dirección: Nayla Pose. Elenco: María Abadi, Pablo Chao, Melina Petriella, Nayla Pose. Diseño de vestuario: Belén Parra. Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo. Realización de escenografía: Gustavo Disarro. Diseño gráfico: Lucia Szlak. Asistente de producción: Nahuel Saa, Ailin Ponce Campos. Asistencia de dirección: Jennifer Permuy. Prensa: Nahuel Saa

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