A Sala Llena

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CRÍTICAS

Las horas fuera de los márgenes

Dramaturgia: Javier Margulis, sobre textos de Bruno Schultz. Traducción: Agnieszka Komoch. Dirección: Javier Margulis. Asistencia de dirección: Pablo García Tuma. Coordinación de producción: Rosalía Celentano. Escenografía: Javier Margulis, Oscar Trussi. Realización escenográfica: Duilio Della Pittima. Iluminación: Marco Pastorino. Asistencia en iluminación: Matías Luciano Tinganelli. Operación de luces: Julieta Carrillo. Vestuario: Liliana Piekar. Realización de vestuario: Stella De Giorgio. Asistencia de vestuario: Julieta Heiderscheid. Música original: Javier Margulis. Actúan: Fidel Cuello Vitale. Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate.

 

La elección de la sala nunca fue tan oportuna. En la esquina de Lerma y Acevedo -a escasos veinte metros de la puerta del Patio de Actores- una casa de servicios funerarios mantiene, un sábado a la noche, sus luces encendidas. Si se camina otros cien metros en dirección a avenida Córdoba, lo que brilla son los ojos entre grises y azules de un bebé que sonríe en la marquesina publicitaria de una marca de indumentaria para niños. Como la cercanía entre ambos comercios, Las horas fuera de los márgenes refleja la corta distancia que puede existir entre la niñez y la vejez, dos etapas de la vida que la fragilidad del cuerpo humano se empeña en alejar.

El personaje de la obra escrita y dirigida por Javier Margulis sobre textos del escritor polaco Bruno Schulz es un típico anciano. Lo dicen sus canas, sus piernas flacas, su panza descuidada, sus tiradores, sus medias, el retrato de algún pariente suyo en blanco y negro y su cocina con olor a sopa. Sin embargo, el jubilado no quiere ser viejo. O por lo menos, no quiere ser tratado como tal; con el trato protocolar que para algunas personas merecen quienes transitan las últimas décadas de su existencia.

Gracias a un grupo de niños ruidosos que cruza el parque, y también por la necesidad imperiosa de rodearse por personas que lo traten como a un coetáneo más, el anciano volverá a la escuela primaria para establecer relaciones y experimentar sensaciones que las normas sociales que rigen lo relativo a su edad no le permite. Desde recibir burlas ajenas hasta tener actos de inmadura rebeldía con cómplices de menor talla.

Mitad casa antigua y mitad caja de títeres, el espacio en el que se desenvuelve el viejo, encarnado por Fidel Cuello Vitale, se convierte en parte de él y logra protagonizar por momentos la escena. La utilería, desordenada y ordenada por el personaje principal durante toda la función, se convierte así en un juego que se complementa con la necesidad del anciano de liberarse de su condición.

Durante el espectáculo, el monólogo de Cuello Vitale atraviesa momentos de luces y sombras, tanto desde su elaboración como desde su interpretación. La complejidad sintáctica de algunas líneas hace que la relación entre la obra y el texto en prosa en la que fue inspirada salte a la luz de manera casi obvia. Y aunque los fragmentos de tinte más coloquial no escasean, cierta monotonía en el tono del protagonista de la obra no los hace destacar.

Sin embargo, el trabajo de Margulis y la conversión de Cuello Vitale en ese viejo no tan viejo logran despertar en el espectador una mirada distinta hacia la ancianidad; una que permite discernir que detrás del deseo de superar otoños y calambres con mayor facilidad, los viejos, como el resto de los mortales, tienen otros anhelos.

 

Teatro: Patio de Actores – Lerma 568

Funciones: Sábado – 21:30 hs

Entradas: $ 200,00 / $ 100,00

calificacion_3

 

Por Carolina Potocar

 

 

 

 

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