A Sala Llena

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CRÍTICAS

Festival X FIBA : We woman

Dirección: Sol Picó. Dramaturgia: Roberto Fratini. Compañía: Sol Picó cía. de danza. Composición e interpretación coreográfica: Julie Dossavi, Minako Seki, Shantala Shivalingappa, Sol Picó. Composición e interpretación musical: Adele Madau, Lina León, Marta Robles. Asistencia de dirección: Verónica Cendoya . Escenografía: Joan Manrique .Iluminación: Sylvia Kuchinow . Diseño de sonido: Stéphane Carteaux . Vestuario: Sol Picó .Producción: Pia Mazuela y Núria Aguiló.

La energía viva, un mensaje enviado literalmente de cuerpo a cuerpo.

 Un grupo de mujeres de distintas etnias en el desierto. Cantan, bailan, festejan su femeneidad. Se preguntan sobre sí mismas y se interpelan, pero su plenitud de vida gana cualquier contienda. La obra trata sobre la mujer y su mundo. Plantea apenas la dificultad que impone la modernidad en la vida femenina (por ejemplo la necesidad de estar esbeltas y hermosas para el verano), porque a pesar de los enojos entre ellas o los recuerdos de un patriarcado que las dejaba de lado, el placer por la vida inunda sus sentidos, y los nuestros.

El inicio de la obra es indudablemente flojo. Los vestuarios, compuestos por conjuntos deportivos de tela de aviador en tonos casi flúor, impiden el trabajo de la teatralidad. Vemos bailarinas en el escenario sin fundirse con él, delante de una escenografía que al comienzo también nos parece poco agraciada y anárquica. Un fondo plástico como colgado de unas cuerdas, sostenidas en los laterales del teatro, que no se alcanza a visualizar qué es. También los movimientos iniciales se arrebatan orgullosos en un intento de vanguardia fallido. Por carecer de originalidad y propuesta.

Sin embargo, con el correr del tiempo, el diseño de coreografía y la interpretación del elenco van haciendo un trabajo fino que no para de ascender en intensidad. La pasión y el amor depositados en los movimientos y la capacidad de transmitir mediante un cuerpo, derrocha emociones que nos van ganando el terreno del raciocinio, para terminar bastante encantados, lo suficientemente descerebrados, relajados y con una gran sensación de placer físico.

Por su parte la escenografía se compone de una especie de seguidilla de tres carpas semitransparentes en lo que aparentaría ser una especie de campamento gitano en el desierto de algún lugar de España. La coloratura no es regular entre ellas y por momentos dan la impresión de ser algo bajas o torpes en su arquitectura escénica. Sin embargo hacia la mitad de la obra, cuando ya estamos más conquistados, nos parece casi acertada. Son las carpas de esas mujeres que se juntaron a pasar unos días en un campamento para festejar la vida y que armaron rápidamente. Son distintas porque cada una es dueña de la suya, porque la escenografía intenta un toque de naturalismo que no está mal. Por otro lado, en tanto dispositivo, permite recursos útiles como la transparencia y la separación de espacios. Así hay algunas imágenes destacables, aunque la más increíble es sin dudas la de la joven oriental colgada de sus propios cabellos, atados a una de las sogas que sostienen las carpas y se usan para colgar la ropa. Sus movimientos de robot manipulado gozan de una interesante espectacularidad.

Los vestuarios mejoran mucho en el segundo acto, con los vestidos blancos de diseños etéreos, que ya pasan a combinar más con la arena. Un recurso divertido hace su aparición en la caracterización del embarazo de varias de las mujeres: los globos que los formaban bajo sus ropajes son pinchados de golpe por ellas, para pasar al siguiente cuadro. Es un gran acierto la arena que cae del cielo por momentos y luego in creccendo. Y como las mujeres intentan poner un balde, frenar el desierto, o rendidas a la vida juegan con ella.

El texto carece de estructura y casi de contenidos, además de estar falto de organicidad en la interpretación. Pero la danza no suele indagar con mucha profundidad y destreza en esta área. En cambio, la expresión oral se lanza plena a través de las “cantaoras”, que se acompañan con guitarras. Es remarcable la música en escena ejecutada por tres bailarinas con tres tipos de cuerdas distintas. Un ritmo flamenco suavizado en su populismo por la juventud de quienes realizan sus sonidos, suena alegre. Sin embargo es una pena que no pudieran mantener la totalidad de la música en vivo, que se entremezcla con una grabación para sostener cualquier equivocación y sobretodo como apoyo al trabajo físico de las intérpretes. Y es que estas mujeres, bailan, se ejercitan, cantan y gritan (no lloran). Pero que el 100% de la música fuera en vivo, sin red contra el riesgo ante el hecho vivo, hubiera podido sostenerse a la perfección por este elenco. Dentro de la ejecución, la directora -en escena en todo momento- nos regala un solo magistral interpretado a puntas de zapatillas rojas de ballet, que empuja con el suficiente peso para lograr el ritmo de percusión del Flamenco, contra el suelo. Impecable.

La coreografía en sí misma no muestra elementos muy nuevos. Se trata de contemporáneo. Sin embargo el nivel de profesionalismo y formación que se trasluce en los movimientos, junto con una muy hermosa pasión de las bailarinas, logra conmover indefectiblemente hacia el final a toda la platea.

Una obra para reflexionar sobre la magia del hecho vivo que, con o sin historia narrada comprensible, con o sin escenografía y vestuarios talentosos, cuando realmente está vivo, llega en forma de energía pura al espectador, que recibe esa vida en el cuerpo.

Funciones: Viernes 18 a las 20:30h / Sábado 19 a las 20:30h / Domingo 20 a las 17hs.

Teatro: Teatro 25 de Mayo – Av Triunvirato 4444

calificacion_3

Por Natasha Ivannova

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