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CRÍTICAS

X FITAZ: Obras de Argentina, Paraguay y Bolivia

Crónicas teatrales desde la altura

La Paz puede tener días y días de lluvia sin tregua pero el Festival Internacional de Teatro, no se toma ninguna. A pesar del agua rodando por las calles que bajan, como en pequeñas cataratas de la ladera de una montaña citadina, que es de lo que literalmente se trata, compañías, prensa internacional y público del FITAZ estuvo presente bajo paraguas de mil colores para hacerle frente a cualquier mal tiempo. Desde siempre estas tierras, a pesar de tantos abusos, siguieron firmes con su identidad durante 500 años en un espacio realmente adverso. Las compañías extranjeras sufren mucho la altura a la hora de tener que desplegar las destrezas actorales. Un enorme tubo de oxígeno se encuentra tras bambalinas del Teatro Municipal con el objeto de dar un respiro a los actores antes de salir a escena, pero su efecto es corto. Cada uno de los elencos que llegó hasta el Festival Internacional de La Paz pone de su parte esa fuerza latina, que así se trate de Francia, se adquiere por estos lares: aunque es universal en la capacidad de decir presente ante la adversidad, en cualquier artista del mundo.

Argentina no podía faltar en ningún evento teatral del mundo sudamericano. Y su obra Vidalita para una sombra, con dirección de María Palacios, realmente intentó estar. Sin embargo, extrañamente, brilló por su ausencia. El espíritu argentino, tan fuerte, alegre, claro y expresivo, se extrañó notablemente en esta historia del grupo cordobés El banquete escénico. La obra es un homenaje a Pablo del Cerro, seudónimo que usaba ‘’Nenette’’, la pianista francesa que compuso cientos de piezas musicales que acompañaron los versos de su marido, Atahualpa Yupanqui. El Alazán; la Zambita Tucumana y Chacarera de las piedras, así como tantas otras de las piezas más bellas del folklore argentino, fueron compuestas por ella, escondida siempre tras el nombre de un hombre. Una gran historia para contar, que al igual que su personaje, se mantuvo oculta; que las actrices Eva Blanco y Alejandra Garabano, supieron ver pero no mostrar. Acaso el texto no estuviera nada mal; ni la puesta en escena, que aunque algo tradicional, acompañaba el aura que poseen las historias un poco avejentadas, de gente que ya no está. Pero todas las historias y todas las personas que suben a escena deben estar vivas. Acaso lo que le faltó a la obra argentina fuera nada menos que el brillo actoral. Ese que es exactamente el que caracteriza nuestra identidad. Nadie a quien se le preguntara había comprendido la historia, de un par de sombras, que pisaron el escenario de La Paz hablando un poco de francés. Acaso le podamos echar la culpa de las actuaciones a la altura. O acaso una vez, en un Festival Internacional de teatro Argentina dejó la altura en casa.

Pero como Argentina no sabe quedarse en casa cuando hay Festivales de teatro la hermandad paraguaya trajo un poco su espíritu a La Paz, con la obra Final del Juicio, de Tito Cossa. Un genial texto que pone en escena la situación hipotética de un juicio final a un buen hombre que vivió su vida de forma normal. Una puesta en escena realista que hace aún más hilarante al texto, gran acierto de la dirección de Pablo Ardissone, con algunos perfumes de la contemporaneidad paraguaya, por entre el mobiliario y el acento de Jorge Ramos y Augusto Toranzos. La obra pone de manifiesto la hipocresía que enmarca a la sociedad que de alguna manera aún sigue los diez mandamientos y toma en cuenta los pecados capitales. En un juzgado al que llaman a comparecer a ‘’Jalil’’, su abogado lo prepara para el juicio explicándole qué es lo que quedará bien que diga, ya que por ejemplo, no haber cometido nunca adulterio, no sería creíble. Pero entre las carcajadas que saca el texto y las muy buenas actuaciones de su elenco, se nota que la verdad sobre nosotros mismos no nos hace tanta gracia.

Bolivia sigue arremetiendo con su fuerza de local. En este caso con la reposición de ¿Te duele?, también por el Teatro de Los Andes. Con Lucas Achirico Espinoza y Danuta Zarzyka como actriz invitada, y dirección de Cesar Brie. Una obra de género sobre la violencia hacia las mujeres. Como siempre, el grupo mostró un fantástico despliegue artístico. El espacio escénico estuvo conformado por un gran ring y en cada punta, los integrantes de un matrimonio se ponían los guantes para pelear, y se los sacaban cuando tocaba la campana interna de que ya no se podía más, en los sucesos típicos de la convivencia que corroen al amor. Las frases típicas de los hombres golpeadores y las palabras típicas de las mujeres que perdonan una y otra vez, conformaron buena parte de la dramaturgia. La obra fue estrenada hace diez años, lo que explicaría un poco los lugares comunes en el texto. La violencia de género nunca será un tema viejo mientras en Latinoamérica sigan matando mujeres cada 30 horas, pero quizá deban actualizarse los modos. El arte de la dramaturgia reside precisamente en eso. A diferencia de Mar en Te duele hay una estructura dramática sólida. Y como de costumbre, estuvieron dando cátedra las imágenes tremendamente poéticas, profundamente teatrales, visuales y potentes, que caracteriza a la Compañía Teatro de los Andes.

Bolivia termina de levantar un alto vuelo con Momo, de la compañía estable de radioteatro en vivo, Octáfono. Multipremiada y reconocida tanto localmente como en el extranjero por su maravillosa forma de contar historias. El elenco está conformado por: María Teresa Dalpero; Luis Bredow; Patricia García; Sachiko Sakuma; Bernado Rosado; Mauricio Toledo. Y en este caso nos deleitó con la adaptación de una novela alemana de 1973 – a cargo de Wara Cajías Ponce – que a través de una encantadora ficción describe con impecable lucidez los problemas que acarrea la modernidad. Momo es una niña que vive en un anfiteatro y tiene la extraordinaria capacidad de escuchar. Por eso de toda la ciudad vienen a visitarla. Pero un día llegan los hombres de gris, especies de bancarios estafadores, que promocionan ante la gente la idea de ahorrar tiempo para tener un futuro mejor. De esta manera todo el mundo deja de disfrutar de las cosas en pos de conseguirlas, ya que cuanto más ahorra una persona menos tiene. Una metáfora tan clara como oscura sobre la realidad capitalista, que produce piel de gallina. Sobre todo por el modo en el que es relatada por esta compañía, que con un par de sombreros y la sola poesía de los contenidos; su interpretación tan precisa, en los tonos y en su decir casi musical: produce ese encanto de brillos que generaban nuestros padres cuando nos leían un cuento.

Y así la magia decía presente a través de creer en que todo se puede. A pesar de las inclemencias del tiempo y de la falta de aire, a pesar de los hombres de gris, a pesar de todo, el teatro siempre sabe decir presente.

Por Natasha Ivannova

Foto: Michael Alvear

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