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CRÍTICAS

XX Festival Santiago a Mil de Chile: Edipo, Relato Ciego

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Edipo, Relato Ciego (Chile)

Dirección y dramaturgia: Angelo Olivier. Asistente de dirección: Sebastián Rivera. Composición musical: Sebastián Carrasco. Diseño sonoro: Andrés Abarzua. Diseño escenografía: La sombra de Sófocles. Diseño de iluminación: Francisco Herrera. Diseño vestuario: Carolina Espina. Compañía: La Camarera y Elencos Ciudadanos.

A veces treinta y cinco personas no logran lo que no pueden lograr cinco.

Esta obra tiene su particularidad, según su propia gacetilla de difusión explica, por contar con el “primer elenco ciudadano de Santiago”. Esto implica un coro, como en la famosa tragedia de Sófocles, compuesto por 35 personas provenientes de todos los ambientes, estratos, razas, nacionalidades, etc, a lo largo y ancho de todo Santiago de Chile. Se explica así mismo, con una especie de regodeo, que esta parte del elenco no son actores profesionales sino gente común, de las calles, del pueblo. Ojalá el experimento hubiese salido mal únicamente por este aspecto experimental, que ni siquiera posee la frescura característica de una idea nueva.

De la obra del gran dramaturgo griego – de la esencia magistral que la caracteríza – sólo posee la sinopsis. Entre un texto adaptado, que baja la calidad del original “como para que el público entienda más” y uno, que no se atreve a volar más allá de las formas sofocleas conservando su alma, la obra se queda en un lugar más que mediocre. Pero lo mediocre al menos no se atreve a salirse de los estandares de éxito probados, mientras que esta obra y su “primer elenco ciudadano” lo intenta, con un fracaso de calidad artística como resultado. A continuación las causas.

Las 35 personas que conforman el coro se encuentran vestidas de calle (esta es la originalidad que deberíamos aplaudir). Pero no todas. En una elección completamente anárquica por parte del arte de vestuario, mientras la mayoría parece salida de hacer las compras en el supermercado, de la oficina o del restaurant de la vuelta, unos cinco visten como caciques mapuches o como en los años 70, época del golpe militar de Pinochet. Pero lo que podría ser un interesante intento de juego con los tiempos (de Sófocles y de Chile) no se encuentra bien trabajado, más que para lograr a duras penas que el simil quede claro y en especial provocar alguna emoción, tocando las fibras tan sensibles de lo social.

La gacetilla de prensa de la obra explica que “el elenco, a pesar de no ser profesional, fue elegido mediante un riguroso trabajo de casting entre 600 personas”. Y nos sentimos mal al ver la obra, cuando nos pescamos preguntándonos “cómo habrá sido el resto”. El coro hasta se olvida las pocas frases de letra que deben decir todos juntos a la segunda semana de estreno de la obra en el Festival. Se mueven con una completa inconciencia espacial en el escenario y respecto del partener, lo cual es esperable ya que éstas son características del saber propio del actor profesional, pero es una carencia que obviamente no agrega ningún tipo de gracia ni arte al espectáculo. Por último nos preguntamos por qué tenian que utilizar a 35 personas, cuando apenas caben apretadas en el espacio no tan agigantado del Teatro Antonio Varas, a pesar de ser el segundo teatro más grande de Santiago.

La escenografía no podía quedarse atrás respecto a tan especial calidad de espectáculo, y quizá por el mito teatrista de que no puede haber espejos en un escenario, la obra utiliza altos paneles plásticos de pésima calidad que tan sólo por esto llaman la atención. Esto es todo lo que utilizan. Pero ni en la adaptación ni en la dirección se ve por ejemplo, un enfoque hacia la clara “situación espejada” entre Edipo y su destino, como para que el elemento “espejo” fuera imprescindible. Las opciones son dos: o hay que rendirse a utilizar dicho elemento o no no se le daba tanta entidad al mito y los espejos se traban con cualquiera de las tantas maneras existentes para que el público no se refleje en ellos. Por otro lado los paneles plásticos no se encuentran enfrentados, cortando o afectando de alguna manera el espacio, es decir, diseñandolo sino como mero fondo de escena.

La dirección no parece poder manejar personas dentro de un espacio definido ni comprender la importancia de valor de un movimiento o acción por sobre otro/as.

Por último las actuaciones de los protagonistas distan mucho de descollar. Tiresias es quizá el único que se salva con su trabajo físico en el comportamiento, generando la ceguera y cojera con buen tono, visible también en la voz. Yocasta no parece salida de un culebrón venezolano por muy poco. Y en especial Edipo, realiza un trabajo sobreactuado y hasta torpe.

Simbólicamente puede decirse que el director y actor encarnó al personaje de Sófocles, mediante su gran ceguera para manejarse con la puesta en escena de este gran clásico.

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