A Sala Llena

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CRÍTICAS

XX Festival Santiago a Mil de Chile: Las Jirafas

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Las Jirafas (Francia)

Director: Philippe Freslon

Regarder un peu plus haut que le quotidien: là, juste où commencent les rêves, direction les étoiles.” (Mirar un poco más alto que cotidianamente: allá donde comienzan los sueños, en dirección a las estrellas.) – La Provence, Mars 2003.

Un espectáculo magnífico, magnánimo por donde se lo mire.

Estamos de acuerdo en que los “pasacalles” – que no, no son carteles de vereda a vereda como describe esta palabra en Buenos Aires; en Chile se denomina de este modo a los espectáculos de calle – siempre van a ser grandilocuentes, ya que obviamente, necesitan llegar a una audiencia muy grande desparramada en un espacio público pleno del sonido característico de las plazas o calles: como autos, bocinas, niños, perros, etc. Pero existe grandilocuencia y grandilocuencia. Quizá no sea lo mismo grandilocuencia que magnanimidad. Porque me refiero a magnanimidad no sólo respecto de lo externo sino también de lo interno. Respecto de la concepción del espectáculo, de su esencia.

Este era el espectáculo de calle más esperado del festival y quizá -así como podríamos decir que fue Los naufragos de la nueva esperanza el año pasado- como “la estrella del festival”. Pero a diferencia del de Arienne Moushkine éste no sólo no deufraudó un poco -según lo que me han dicho, ya que yo no pude verlo- sino que, al menos en la opinión de quien escribe, superó todas las espectativas imaginables.

Nueve jirafas rojas de ocho metros de altura tomaron las calles de Santiago, al cobrar vida en las marionetas gigantes de la compañía Off, con 26 años de trayectoria y presentaciones en numerosas partes del mundo. Pero la invasión de estas bestias es especial, suave, se mueven con una gracia particular, balanceándo sus cuellos flexibles que llegan hasta los balcones más altos de los edificios. Las siluetas de las despreocupadas jirafas se deslizan a través de las avenidas, contrastando el frente de los edificios con su color granate, para convertir a la ciudad en el escenario de un ballet rojizo de inmensos y largos cuellos. El resultado es una inundación de poesía urbana, una invasión lírica.

Como si una ópera de vanguardia se hubiera escapado del Teatro Colón o de L´Opéra Garnier, el show tiene su parte narrativa y teatral; hay una historia, no se trata sólo de una belleza performática (que bien tenía derecho a ser para un espectáculo de calle). La sinopsis relata la historia del dueño de un circo que sueña con un espectáculo tan genial que hará a su circo muy famoso. Así imagina que sus jirafas atraviesan círculos de fuego. Una Diva cantante de ópera que también trabaja en el circo, decide atraer a las jirafas con su voz cautivadora. De este modo mientras el dueño del circo redobla su tambor y choca desesperado sus platillos de forma infructuosa, el canto de la Diva congrega a las jirafas a su alrededor, adoradoras de su figura, dando lugar a esta doma lírica. Hay una historia de amor que puede leerse como una disputa en el corazón de la Diva, por las jirafas o el dueño del circo, para ocupar el lugar más profundo de su pecho. En el suelo los llamados “ring boys” – muchachos con vestimenta bastante inglesa y parecida a la de los guardahoteles de Londres- arengan y excitan tanto a las jirafas como a la audiencia. Así se dan algunas situaciones tragicómicas y con movimientos de torbellino clawnesco, la ópera forajida cruza la ciudad como una tormenta radiante.

Sin embargo las jirafas solas ya son el más importante foco de esta performance poética para espacio urbano. Una suave y pacífica invasión que invita al transeúnte a mirar hacia arriba en donde el movimiento, el color, lo no convencional y lo maravilloso, son el substituto de la narración teatral. La mejor mezcla entre elegancia e irreverencia, una narración por categorías, entre la más fabulosa música, bajo nubes de humo y pétalos de lentejuelas, que juega a sitiar la ciudad con un carnaval barroco y surrealista, majestuoso e hipnótico.

A lo largo de varias cuadras se encuentran dispuestos vallados de seguridad que contendrán al público a ambos lados de la calle. Por el centro (la calle propiamente dicha) se desplazará la ópera con sus jirafas por delante y por detras y en el centro un carro elevado contendrá la historia de la Diva y el dueño del circo. Avanzan unos 100 mts. y se estacionan para que el relato pueda llegar de forma justa a todo el público. Por el medio hay pequeñas explociones de fuegos artificiales y también reales. La música juega un rol impontantísimo e imponente. Y cuando no hay canciones, una melodía cirsense de una dulzura infinita acuna a las jirafas, a los edificios y a todos nosotros, en un sentimiento único.

Las jirafas se desplazan por un recorrido determinado que en general finaliza en una plaza (en este caso se trató de la Plaza Constitución, de Santiago, en donde había dispuestas dos enormes pantallas a ambos costados de un lugar central, con el objetivo de que la escena final de la ópera sea vista por cada par de ojos de la multitud. Al espacio central llegarían corriendo nuestras bestias rojas con el carrito de la Diva y allí se aposentarían para diagramar el momento culminante de la tragedia, luego del cual la Diva es ascendida hacia los cielos para explotar en una catarata de pétalos rojos y blancos que hace explotar también a la multitud. La ópera finaliza y las jiráfas se abalanzan sobre la gente para realizar algunos gestos que yo logré captar con mi cámara pero que de no haberlo hecho no olvidaré jamás: bajaron sus enormes cuellos hasta las personas quedando con su cabeza gacha, haciendo un largo remoloneo con lo que parecían las caricias de la gente, en un acto de ternura magistral.

Como dispositivo, las jirafas están sostenidas por una especie de carrito invisible que maneja un actor -o titiritero, si se prefiere-. Cubierto éste junto con el carrito por una estructura (probablemente de un alambre duro) armada por una simple tela en secciones, también a penas alambradas que la hacían fexible, sacaba los brazos (vestidos del mismo género granate que vestía al animál) por pequeños agujeros, desde donde manipularía todo el largo del cuello y la cabeza de la jirafa.

El trabajo de la compañía off esta basado en las nociones “escuchar, mirar y ser”, es por eso que en series de workshop ofrece integrar un número de voluntarios locales  al show como los Ringboys y también manipuladores de las marionetas.

Alguien dijo por ahí que “de todos los momentos memorables de este espectáculo asombroso, el más hermoso seguramente habrá sido la visión de esos millares de adultos con los ojos agigantados y la cara de un niño“. Yo estuve allí y fui esos ojos. Fuí niña de nuevo y amé a una jirafa roja, a ocho jirafas rojas.

Et soudain la ville paru toute petite… On était dans un film de Fellini, la ville avait pris une autre dimension. Magique.” ( Y repentinamente la ciudad pereció muy pequeña. Estabamos dentro de una película de Fellini, la ciudad tomó otra dimensión. La mágica.) – Var Matin, 28 décembre 2002)

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