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CRÍTICAS

XX Festival Santiago a Mil de Chile: Oratorio de la Lluvia Negra

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Oratorio de la Lluvia Negra

Dirección: Rodrigo Pérez Müffeler. Dirección musical: Juan Pablo Villanueva. Dramaturgia: Juan Radrigán. Diseño integral: Catalina Devia. Elenco: Álvaro Morales, Francisca Márquez, Claudia Vicuña, Marcela Millie, Carolina Jullian, Guillermo Ugalde, Susana Hidalgo, Jaime Leiva y Juan Carlos Maldonado.

Este año en Chile, se cumplen 40 años del golpe militar de Pinochet. Es por eso que con justicia la cartelera del Festival Santiago a Mil, ofreció una variedad de obras más políticas que otros años.

Es dificil, en general, calificar una obra de temática tan sensible. Verla con los ojos fríos de quien evalúa un hecho artístico. Podrían decir que la obra no tenía el objetivo de “entretener” sino de transmitir un mensaje que haga pensar a la audiencia. Si bien podría decirse que muchas obras tienen el mismo objetivo sin necesariamente ser de temática tan sensible. Pero el que una obra sea de este tipo no la exime de que pueda ser analizada como el resto. Porque el “teatro político” es un género dentro del teatro, como lo es el “absurdo” o el “sainete”. Porque ese mensaje importante puede ser emitido con mayor o menor calidad artística, con mayor o menor profundidad, con mayor o menor fuerza. Y si un mensaje que busca hacer nido en el corazon de las personas esta formado con calidad artística, es más profundo y se emite con mayor fuerza, su llegada a ese nido es inmediata y certera, no momentánea y cutánea.

Hecha esta salvedad, analizaré esta obra a través de los elementos artísticos que la componen con la justificación correspondiente, que es en definitiva el trabajo de un crítico.

Según lo que nos dicen antes de que la obra de comienzo, el texto, perteneciente a Juan Radrigán, ganó un importante premio de dramaturgia. Hay que admitir que éste es de gran belleza y que su idea general es muy hábilmente teatral. Pinochet está ya muy viejo y cerca de la muerte. El dilema -que bien hace ancla en el monólogo Hamletiano que incluso es citado- es si hacer justicia por mano propia o no, y si de hacerlo, este hecho va o no a reivindicar tantas muertes. Recuerda a la magistral obra Les justes, de Camus. La idea, dramaticamente hablando es muy buena pero lamentablemente no está asistida por todo el resto de los elementos que conforman una obra teatral. Como dijo una de mis más grandes maestras, el texto escrito es literatura. Literatura dramática, claro. En algún lugar el texto no está del todo bien pensado para su montaje, es decir que hay una cierta carencia del conocimiento propio de un dramaturgo, a pesar de su calidad poética literaria. Una cantidad excesiva de texto que no tiene en cuenta nunca, por ejemplo, el habla del silencio, es un grave error en el contenido de una dramaturgia. Sin embargo como se dijo, pese a este detalle, el texto es el mejor valuarte de esta obra.

Desde la puesta en escena a la dirección y desde la dirección hasta la forma declamatoria de los actores, todo es como de una especie de pobreza que quizá por momentos fue buscada. Pero una cosa es la pobreza de ingenio y otra la perteneciente a un estado emocional o económico de un individuo. Hay sin dudas algunas cosas rescatables, pero fuera del texto, son pocas.

El espacio escénico es un galpón con un cuadrado de aproximadamente 7 x 7 mts. que tiene una muy pequeña elevación como de 40 cm. Este está vacío. Abajo del escenario, pegadas al mismo, hacia la pared del fondo, vemos varias sillas sencillas de pino con algunas personas sentadas de espaldas, una de ellas con una guitarra. Una mesa de madera tambien muy simple a un costado que entrará a escena después, así como un ataud de niño, será la totalidad del trabajo escenográfico.

Si bien la escenografía no es nada genial, una obra realista que quisiera mostrar austeridad podría contar con lo mencionado. Pero hay formas de trabajar la austeridad, más o menos artísticas, justamente para darle al concepto de dureza espacial mayor fuerza. Pero supongamos que se quisiera la atención únicamente sobre el texto y los actores que lo llevan. Aun así esas sillas son parte de ese texto cuando ellos se sientan; una escenografía es un engranaje más en una obra de teatro, para lograr la magia. Y por otro lado, para “austeridad” nos sobraba el enorme cartel luminoso de unos 3 mts de largo, colgado cual cuadro de una marina, en la pared de telón de fondo. Un cartel de estilo publicitario que se ilumina y que implicó la inmerción en la obra de lo que se da en llamar “nuevas tecnologías”. La escenografía sin ideas no es parte de una austeridad deliberada y trabajada. Pero de todas maneras la escenografía no es el error mayor para la puesta en escena de este texto. Sino la dirección.

La dirección hacía moverse a los actores precisamente como si no tvieran ninguna dirección. Se balanceaban al hablar perdiendo la concentración de la energía y el foco de atencion del publico en el texto. Caminaban de un lado a otro, se paraban para volver a sentarse, sus movimienos de desplazamiento no tenían nunca una intención u objetivo claro de llegada.

No ayudaban las canciones folkloricas mapuches con gritos agudos y su pretención habitual de ser amadas y producir emoción sólo porque correspondería y queda bien. La repetición de ese mismo recurso cada vez que se quiere subrayar algo o rematarlo, también peca de pedantería. Con ellas tampoco había un motivo claro.

Lo que si había y que hay que reconocer, es dolor. Es decir, los actores trabajaron internamente el dolor, elemento sin dudas central e indispensable para la transmición de la obra. Y también es destacable la gran unidad lograda entre los nueve actores -valuarte no tan habitual a veces en las obras de teatro- mediante lo que podría ser como una especie de compromiso escénico de justicia ciega, por el cual no importaba cómo, no importaba mucho de qué manera ni dónde,  en qué parte de todo ese espacio, pero transmitir como sea ese mensaje.

Una vez hecha la crítica artística, que condena algo que suena parecido a esto, pero no lo es; luego de dichas las cosas, ese compromiso esencial de la compañía salva a la obra.

A las obras políticas, con mensajes tan duros y reivindicadores, obviamente es muy difícil hacerles una crítica, pero tambien es interesante pensar cómo podríamos hacer ese mensaje más fuerte, tan fuerte que además de hacer llorar a la señora que yo tenía al lado, hiciera llorar a cinco filas, pero más aún, hiciera enojar a toda la platea. Para que nunca más el pueblo chileno se deje subyugar por nadie.

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